jueves, 8 de mayo de 2014

Irán: Entre la intensión y la verdad

En últimas fechas la noticia de nuevas sanciones hacia Irán ha dado la vuelta al mundo, sólo que esta vez toca un tema por demás importante tanto para las partes impulsoras como para la nación persa, ya que a principios de esta semana los cancilleres de la Unión Europea se reunieron en Bruselas para prohibir la importación de petróleo iraní, en señal de represaría por la intención del presidente Mahmoud Ahmadinejad de seguir en marcha con su polémico programa nuclear.
Desde 2006 el país persa ha sido sancionado por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, como testimonio están las resoluciones: 1696 (Julio de 2006), 1737 (Diciembre de 2006), 1747 (Marzo de 2007), 1803 (Marzo de 2008), la 1835 (Septiembre de 2008) y la 1929 (Junio de 2010), las cuales tuvieron como fin conminar una mayor transparencia en el programa nuclear o en su defecto la derogación total del mismo.
A pesar de estas sanciones, donde Rusia y China han cedido ante la inminente estrategia de estrangulamiento hacia Irán, impulsada desde Occidente, el gobierno de Teherán, encabezado por el ayatolá Jameneí no ha dado las muestras que Occidente demanda en aras de ampliar su cooperación con el Organismo Internacional de Energía Atómica.
Los intereses detrás del programa nuclear iraní son bastos: Está presente el derecho de todos los Estados para producir energía nuclear con fines pacíficos, Irán forma parte del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) el cual permite a todos sus miembros el uso y desarrollo de energía nuclear bajo supervisión internacional. Otro elemento es el nacionalismo que impera en la decisión iraní de ejercer su derecho como miembro del Tratado. Está la libertad de toda nación para ejercer las estrategias de desarrollo que más le convenga. Están los argumentos a favor de producir energía más limpia, en un país cuyas principales actividades económicas (extracción de petróleo y operaciones de refinería) contaminan sus ciudades y el Golfo Pérsico.
Pero también está presente la sospecha de crear un arma nuclear, ante la inminente capacidad de las plantas de enriquecimiento de uranio iraní. Está la tentación de equilibrar el poder en Medio Oriente, donde sólo Israel posee armamento nuclear. Se manifiestan de igual manera, los deseos de Occidente de cambiar el régimen que ha gobernado Irán desde hace más de dos décadas, y se vislumbra una cortina de humo que puede sumarse a las variables que reaparecerán como consecuencia del periodo electoral que se vive en EE.UU.
Y están las teorías conspirativas, donde prevalece aquella idea de que la guerra es el negocio más redituable que se ha visto en la historia humana, en caso de ser el vencedor por supuesto, y no hay duda que el petróleo es el mejor pretexto para confrontar a un país sin pruebas tangibles, donde “la democracia a la Occidental” deja de ser un anhelo para convertirse en una imposición  de cosmovisiones. 
Por la complejidad del tema, los países involucrados viven un ambiente de tensión constante, donde prevalece la amenaza de un ataque oficial, de un ataque indirecto (terrorismo) desde cualquiera de las partes implicadas.  
Juegan un papel primordial las organizaciones internacionales, las embajadas, la diplomacia, los servicios de inteligencia, los jefes de estado, y en última instancia la población, quienes sufren en mayor medida las consecuencias de eventos que no tienen que ver con sus acciones, sino con la decisión que depositaron en las urnas, ya sea por voluntad o por fuerza.  
Hay también una frialdad particular en las relaciones entre EE.UU. e Irán, la cual se refleja incluso en el hecho de que ambos países no tienen embajadas, por lo que no podríamos hablar de relaciones diplomáticas directas entre los mismos. Irán se apoya de la embajada de Pakistán en Washington para servir a sus intereses, mientras que EE.UU. hace lo propio con la embajada de Suiza en Teherán.
Por último está la pregunta de la prospectiva: ¿Cuál será el próximo escenario que veremos ante la inminente problemática que han revivido los europeos con sus sanciones?
Dudamos en demasía de una intervención militar, pues Irán es un país de amplias dimensiones, el 18 más grande del mundo, con una economía importante (la 19 de mayores proporciones), es el tercer mayor exportador de petróleo del mundo, el quinto mayor productor de gas natural, sus hidrocarburos se exportan a China (16.2%), India (12.6%), Japón (9.9%) y Turquía (6.8%) principalmente.
Quizá, la única forma de cambiar la postura del gobierno iraní será desde el interior, aprovechando las próximas elecciones legislativas de marzo, ya que aunque una estrategia similar no funcionó en las presidenciales de 2009, no veíamos en aquella región un fervor popular tan importante como el impulsado por la oleada de manifestaciones en los países árabes: ¿Será que “la voluntad popular” ayudará de nueva cuenta a los Occidentales en sus objetivos en Medio Oriente? En un par de meses sabremos la respuesta.

© Ignacio Pareja Amador, publicado en diversos periódicos y medios informativos en Latinoamérica. Enero 2012

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