Ya han pasado algunos meses desde que inició una de
las estrategias nacionales más
ambiciosas de los últimos años en México, la cual busca sacar de la pobreza
extrema y del hambre a 7.4 millones de mexicanos que viven hoy en día con esta
lacerante condición. Sin embargo, aún no ha quedado claro en qué consiste esta
estrategia, cuáles fueron los criterios para elegir a los 400 municipios que se
atenderán en la primera etapa y aún más importante; cuáles son los resultados
que se esperan alcanzar.
Mucho se ha criticado a esta iniciativa nacional,
que no es única en su tipo, sino que responde a una propuesta regional, donde
los países acordaron tener “Una América Latina y Caribe Sin Hambre”,
comprometiéndose a erradicar la desnutrición desde México hasta Chile en 2025.
La Cruzada Nacional contra el Hambre, hoy llamada
SINHAMBRE, ha encontrado sus mayores críticas en la variable política, no en los
criterios técnicos que la conforman propiamente.
El principal argumento que busca opacar sus
objetivos es el electoral, donde se establece que existe una alta posibilidad
de que los municipios comprendidos en la Cruzada tengan elecciones este año,
una tendencia lógica, si tomamos en cuenta que dicha iniciativa busca centrarse
en aquellos municipios que concentren el mayor volumen de población en pobreza
extrema y con carencia alimentaria, y en un país donde el 46.2% de la población
(52 millones de personas) es pobre y donde prácticamente cada año hay
elecciones esta es una condición inevitable.
Para definir a la Cruzada Nacional Contra el Hambre
con palabras sencillas, podemos decir que es una estrategia nacional (no un
programa con presupuesto propio), donde participan 70 programas del gobierno
federal que centrarán parte de sus esfuerzos y recursos, en los 400 municipios
de la Cruzada (que se eligieron de acuerdo al volumen de población con pobreza
extrema y carencia alimentaria), en áreas determinadas como la salud, la
educación, la infraestructura, la vivienda, el abasto de alimentos y el
ingreso.
Esto no es casualidad, la Cruzada busca modificar
de forma positiva los indicadores de la pobreza multidimensional, esto es,
busca mejorar indicadores de ingreso e indicadores referentes a las carencias
sociales (educación, salud, servicios y condiciones de la vivienda y
alimentación).
Para ejemplificar cómo actuará la Cruzada en un
indicador de la pobreza multidimensional, tomemos el indicador de los servicios
básicos de la vivienda. En este caso, se buscará llevar agua, drenaje,
saneamiento y electrificación a las localidades con mayores rezagos (identificadas
por el Censo de INEGI). Quien llevará estos servicios serán dependencias
públicas establecidas que deberán coordinarse para que en conjunto logren
disminuir el volumen de población con dicha carencia.
Así como éste, hay 6 indicadores básicos donde
convergen los 70 programas federales, que en coordinación, idealmente cambiaran
la cara estadística de México. Quizás el
punto complejo será la medición y el monitoreo.
El Instituto de Estadística (INEGI) realiza un
ejercicio censal cada 5 años, debido a los altos costos que involucra. Pero
otra institución (CONEVAL) mide cada 2 años la pobreza multidimensional, de tal
forma que los resultados de la Cruzada en su primera etapa difícilmente podrán
mostrarse al corto plazo, a menos que se realice una medición anual que por
supuesto elevaría los costos.
Este es un punto que evaluar si buscamos eficientar
recursos, aunque quizás el costo de la credibilidad basada en los resultados lo
valga, por supuesto sólo para una consideración política de legitimidad, que no
es mala, si tomamos en cuenta que una población que cree en su gobierno genera
estabilidad y con ello externalidades que pueden traducirse en buenos
resultados económicos.
Lo vergonzoso del asunto es el grado de
desconocimiento de los criterios técnicos tanto de la Cruzada como de la
Pobreza multidimensional que tienen los actores políticos de México, en todos
los niveles, desde el más lejano hasta el más cercano con el centro de poder, lo
cual es una condición realmente preocupante; quieren conducir el timón de
nuestro barco sin saber cuál es el camino más corto, guiándose como
tradicionalmente lo han hecho, en sus instintos políticos, con lo que condenan
a México a seguir sin brújula, ni rumbo, y a llegar a un destino con más
perdidas que ganancias.
“La democracia a la mexicana”, encuentra su veneno
en la propia democracia. Aquellos instrumentos que debieran eficientar y
transparentar las políticas públicas, son los que usa la oposición para generar
desconfianza, para impedir que el partido A tenga éxito, porque aquello es
sinónimo de derrota para el partido B, mientras el interés social pasa a un tercero
o cuarto nivel, pues al final de cuentas, ven al pueblo como una masa incapaz
de organizarse, inerte, que ha dejado de ver a la razón pública como un
elemento de su real preocupación, ante el océano de distracciones que le
generan mayor interés.
México precisa de más administración y menos
política, de más razón de Estado y menos interés de partido, de más técnicos
conscientes y menos políticos instintivos. La necesidad del país seguirá
constante en la medida en la que no cambiemos la ecuación.
© Ignacio Pareja Amador, publicado en diversos
periódicos y medios informativos en Latinoamérica.
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