Casi siempre tendemos a equiparar
lo que sucede en las sociedades modernas con lo que ocurre con los países. Pretendemos
que haya igualdad entre los desiguales, exigimos que todas las voces se
escuchen, cuando es el poder en sus distintas formas el que define la
estrategia, el plan o la política global que domina. Son realmente escasos los
espacios donde los intereses de las naciones con menor poder se ven representados.
Podríamos decir que en la arena internacional se vive una dicotomía especial,
donde la –mayoría- de países del mundo tienen el peso político de una –minoría-,
ya que no son quienes toman decisiones con potencial global, sino todo lo
contrario, casi siempre son un puñado de países los que dirigen el rumbo del
buque mundial.
El argumento que sostiene
esta idea de segmentar a los países de acuerdo a su poder (milicia, economía,
población) se separa de los postulados modernos de la democracia, pero aunque
parezca que rompe con este dogma político, la democracia no está presente en el
sistema internacional, simplemente porque no existe un gobierno mundial, un
ente elegido de forma representativa por la comunidad global para poner el
orden en el mundo.
En estos tiempos de
crisis, un “club” de países que tendrá gran incidencia en el sistema
internacional será el G-20, un bloque conformado por los principales países
industrializados y las economías emergentes, quienes a mediados de año se
reunirán en México para tratar diversos temas de índole global como la crisis
económica europea, la restructuración de las normas del sistema financiero
internacional (FMI, BM), cuestiones de empleo, etc.
La reunión reviste gran
importancia para el diseño de lo que será el esquema de la economía mundial.
Sin embargo, los retos de la misma tienen distintos niveles. Antes que todo los
países asistentes (industrializados y emergentes) deberán alcanzar un acuerdo
sobre las medidas a emprender para dar solución conjunta a los temas
mencionados. En caso de colegiar un pacto, éste deberá tener la suficiente
legitimidad para ser aceptado por la colectividad mundial, ambas tareas son
subsecuentes y no representan necesariamente el éxito para resolver los
problemas globales. Para los latinoamericanos esta reunión significará de manera
adicional una oportunidad para comprobar la legitimidad que tienen México,
Brasil y Argentina como representantes de la región, cuyo deber será indiscutiblemente
velar por el interés de las naciones latinoamericanas.
© Ignacio Pareja
Amador, publicado en diversos periódicos y medios informativos en
Latinoamérica. Enero 2012
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