En el lenguaje diplomático ninguna frase tiene el significado que
aparenta, cada enunciado guarda un mensaje oculto que puede ser completado por
un conjunto de palabras que derivarán en paz, impasse o conflicto.
Ya han pasado poco más de dos semanas desde que, por medio de un
referéndum, la Federación Rusa anexó a su territorio la península de Crimea,
una región perteneciente a Ucrania que cuenta con una población
mayoritariamente rusa.
La respuesta internacional, sobre todo de los países occidentales, ha
sido de condena a este acto que consideran es ilegal, ya que la secesión de una
región en cualquier país va más allá del voto popular o de la existencia de
lazos en común en cuanto al idioma o el origen étnico de los habitantes.
Esta condena se ha traducido en sanciones económicas y financieras por
ambas partes hacia los personajes más allegados a Rusia y EE.UU., pero las
grandes sanciones tendrán que esperar, porque la Rusia de hoy es un importante
cliente de Europa Occidental, al proveerles de una significativa cantidad de
hidrocarburos que alimentan sus industrias y brindan calefacción a sus hogares,
por lo que disfruta de la comodidad de vivir en un mundo interdependiente.
El tema sin lugar a dudas ha atraído la atención de los grandes
reflectores mundiales debido a que no había existido una tensión internacional
similar entre los dos países más poderosos del mundo (en términos militares)
desde la Guerra Fría, pero hoy en día el entorno internacional ya no es
bipolar, por lo que cada variable de la ecuación se hace más compleja en la
medida que hay más actores con intereses contrapuestos.
La postura del presidente Vladimir Putin es determinante y a la vez
pragmática: mientras que ha declarado que Rusia brindará protección a los
ciudadanos de origen ruso o en su defecto a los que hablen aquella lengua
eslava, mediante el traslado de fuerzas armadas rusas a la zona Este de Crimea,
también se ha acercado a Occidente después de dos semanas de tensión para
buscar una salida diplomática.
El líder ruso está consciente del valor simbólico de ambas acciones de
política exterior: por un lado ha logrado la simpatía de la población de Crimea
que se ha alineado incluso en horario a Rusia, mientras que por otro lado, ha
tratado de solucionar el conflicto por medio de una llamada telefónica –inesperada-
al presidente estadunidense Barack Obama, quien tomó la misma en Arabia Saudita.
Esta acción le permite al presidente ruso ganar tiempo en la disputa, para
legitimar la anexión de Crimea, ya que aunque la llamada derivó en una reunión
entre los ministros del exterior de ambos países, que no tuvo ninguna
consecuencia significativa, este hecho muestra a Rusia como un actor abierto al
dialogo.
La preocupación de los líderes del mundo es que Rusia utiliza la
apertura diplomática para tratar de calmar las tensiones que provoca. En este
tenor, los países miembros de la OTAN han expuesto su intranquilidad respecto a
las posibles intenciones de Rusia de incursionar en territorio ucraniano, para
llegar a otra de las regiones que han buscado la secesión, como en el caso de
la región Trans-Dniester en Moldavia.
Hasta el momento solo hay tres partes involucradas, pero Ucrania, quien
debería ser el protagonista de los acuerdos no es invitado a los mismos por el
momento, es un espectador que debe evaluar muy buen el apoyo de Occidente antes
de aceptar convertirse en otro de los deudores de las instituciones financieras
internacionales, al final de cuentas nada es gratis en la arena internacional.
Otros países de gran peso en el escenario global han decidido mantenerse
al margen de la situación. La última resolución de la Asamblea General de
Naciones Unidas referida al tema de Crimea (GA/11493) brinda plena soberanía a Ucrania sobre el
territorio de la península e insta a los países a no reconocer la anexión rusa.
Sin embargo, dicho documento cuenta con solo 100 votos a favor, 58 abstenciones
y 11 votos en contra, lo cual no es suficiente para hablar de “unidad” o “respaldo”
hacia Ucrania por parte de la comunidad internacional.
Además, la Asamblea General es un órgano simbólico de la ONU, que no
cuenta con una contundencia vinculante, como sí la tiene hacer el Consejo de
Seguridad que para este tema está paralizado por el veto ruso y el
abstencionismo de China, que demuestra una vocación por mantener su tradicional
apoyo a la nación rusa.
Como en un juego de debate y persuasión los argumentos de cada una de
las partes están sobre la mesa; las posturas se mantienen abiertas con el único
objetivo de ser completadas con una idea que justifique una acción bélica o una
salida diplomática, que cuente con la venia popular, pero que solo beneficiará
a quienes hayan calculado mejor el peso de las variables en esta ecuación.
© Ignacio Pareja Amador, publicado en diversos periódicos y medios
informativos en Latinoamérica. Marzo 2014.
No hay comentarios:
Publicar un comentario