En los
últimos años ha habido diversos debates que buscan explicar de manera más
cercana la labor de los modelos administrativos como fuente para hacer más
eficientes a las organizaciones.
De estos
debates sobresale el que puede abrirse entre la escuela burocrática de
pensamiento, que encabeza Max Weber y el reconocimiento de la informalidad como
un elemento que está en la base de la organización y que puede determinar el
éxito o fracaso de la misma.
El máximo
exponente de la escuela de la burocracia afirmó que la “estructura burocrática
es en todas partes producto tardío de la evolución”. Desde la perspectiva de
Weber la mejor forma para administrar a una organización era justamente la
burocracia, la cual, lejos del sentido peyorativo que acompaña al concepto hoy
en día, era considerada por el autor alemán como un sinónimo de racionalidad y
eficiencia.
La fuerza y
estabilidad de la organización se basaba en el orden jerárquico y en la
división entre el área administrativa y el área operativa, siendo los puestos
de trabajo impersonales, lo cual reducía la dependencia hacia los trabajadores
al ser los cargos independientes a la persona que los desempeñara, que tendría
una duración temporal en el puesto.
Hay dos
elementos que distinguen a la escuela weberiana: la racionalidad y la
existencia de las reglas, normas y procedimientos. El uso del primer elemento
nos acerca a organizaciones más dinámicas, mientras que el uso del segundo
elemento puede encausarnos a cuestiones estáticas, donde la norma no ve más allá
de la complejidad de la realidad imperante.
Los
postulados de Weber pueden ser exitosos en un ambiente de certidumbre, en un momento
donde los actores de la organizaciones ejerzan su rol de manera satisfactoria,
sin embargo, la falta de flexibilidad causada por el predominio de las reglas y
normas han llevado al replanteamiento de este modelo como respuesta para
atender las demandas ciudadanas, en una sociedad que prefiere saber de
resultados, en vez de enfrascarse en amplios y complejos procedimientos que
suelen perder su sentido en términos de la modernidad.
Por otro
lado, el esquema de administración pública que ha comenzado a ganar fuerza
actualmente es justamente el modelo de gestión por resultados, el cual no se
concentra en el procedimiento (contrario a la escuela weberiana), sino en los
resultados. Pero tampoco hace un análisis de la importancia de los individuos
para lograr estos resultados, lo cual muestra que no toma como prioridad el
análisis de la informalidad en sus distintos procesos, dejando un aspecto de
gran relevancia fuera de su estudio, afectando sin duda a la organización.
La
informalidad, que podríamos decir son todas aquellas practicas cotidianas que
se dan en el sector público, pero que no están en los manuales de operación
(relaciones entre empleados, amistades, compadrazgos, formas de trabajo, etc.)
ha sido un elemento que de acuerdo con Luis Montaño forma parte de la base
misma de las organizaciones. No es en ningún momento un residuo de la
formalidad, sino que alberga en su concepto cualidades especiales que pueden
explicar el éxito o fracaso de una organización. Es una condición que
tiende a entenderse de manera diversa dependiendo del contexto de la unidad
productiva, o de la perspectiva desde donde se estudie, ya sea en un nivel
operativo, en un nivel de mando medio o desde la dirección.
La condicionante del nivel de desarrollo de los países también determina
si la informalidad puede percibirse como una condición que genere ventajas como
en el caso de los países desarrollados, o sea un obstáculo para el progreso
como en el caso de los países en desarrollo.
Sin embargo, independientemente de los enfoques que puedan atender a la
definición de la informalidad, debemos tener en claro que es una condición
presente en todas las organizaciones, independientemente de los mecanismos
institucionales (jurídicos, administrativos, organizacionales) que existan en
la organización, por lo que tiene un papel determinante e igual en importancia
que los aspectos formales que la constituyen.
La informalidad
ha sido estudiada y desarrollada como un tema de la administración básicamente
privada, la cual debido a su naturaleza para producir utilidades a favor de una
persona o un grupo en particular de individuos, tiende a explorar, indagar e
investigar mejor los fenómenos que ocurren en la organización, con el objetivo
de mejorarla.
La
modernización de las organizaciones es uno de los canales que tienen las mismas
para adaptarse a los esquemas que se han acelerado con la globalización.
Entender este fenómeno social, económico y cultural de manera correcta ayuda a
las organizaciones a aprovechar el entorno en su beneficio. La modernización de
la burocracia se convierte entonces el elemento necesario para cambiar las
reglas del juego y transformar la rigidez del sector público, dando realce al
valor e importancia de la sustancia social en las organizaciones.
© Ignacio Pareja
Amador, publicado en diversos periódicos y medios informativos en
Latinoamérica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario