lunes, 16 de noviembre de 2009

Atravesar el muro

Los muros te acompañan toda la vida, te atrapan, te someten, te brindan protección, te ocultan del mundo e impiden que el mundo te absorba. Se nutren de polvo, huellas, roturas, grafitis, humedad, contextos, cicatrices y paisajes que sólo pueden ser creados por el tiempo.
Esta es una introducción poco usual (romántica) que hemos escuchado sobre una temática que genera gran polémica a nivel internacional: la cuestión de las barreras, las fronteras y los muros que dividen a las naciones. Sobretodo porque esta temática denota la importancia de las decisiones políticas (tanto nacionales como internacionales) y sus efectos en la sociedad, en la manera de vivir de un pueblo, en las costumbres, tradiciones e incluso en su historia.
Para cuando esta colaboración llegué a sus manos, habremos celebrado el veinte aniversario de la caída del muro de Berlín, aquella cortina de acero como decía Winston Churchill, que separaba al mundo en dos ideologías aglomeradoras y envidiosas: el socialismo y el capitalismo.
Habremos conmemorado el derrumbamiento de cerca de 45 Km de concreto, alambre, vayas, torres de vigilancia, etc., que no sólo separaba a Berlín Oriental del Occidental, si no que era un símbolo de la férrea lucha antagónica en la que estuvieron inmersos casi todos los países del mundo: la Guerra Fría.
Una fecha como la que ahora celebramos es una gran fiesta nacional para los alemanes, para aquel país que hoy en día es el quinto más rico del mundo, el motor financiero e industrial de la Unión Europea, el más poblado de esta integración. Aunque también es un evento que aplaudimos a lo largo del globo como el fin de una era.
Los principales actores de aquel acontecimiento, EE.UU. y Rusia elogian el fin de una época marcada por la hostilidad política y la carrera armamentista, lo hacen en el marco de un acercamiento sin precedentes, pero que no ha visto el alivio total de las tensiones entre estos gigantes militares, sobre todo porque la política exterior de aquellos países depende en gran medida de los lideres que han llegado al poder, por ello no observamos grandes avances en la relación bilateral cuando gobernaba Bush Jr. y Putin.
Hace veinte años, la humanidad reconoció que los muros sirven para detener el progreso, segregan naciones con fines políticos, separan con fines económicos, aíslan con fines raciales. Que en la construcción de cualquier barrera fronteriza ambas partes son culpables por bastas razones: inequidad social, discriminación racial o religiosa, falta de oportunidades de desarrollo, pobreza, corrupción, desempleo, injusticia, etc., pero también nos dimos cuenta que la única victima es la sociedad, el pueblo, quienes huyen por causas propias y se encuentran con barreras materiales y sociales que les impiden ejercer su libertad en cualquier territorio.
La idea de un muro entre dos naciones es en si misma negativa, hace evidente que tenemos razones para protegernos de nuestros vecinos, que preferimos la prevención antes de la propuesta, que la humanidad es de lento aprendizaje o que éste sólo puede venir acompañado de la calamidad.
Pese a esta lección, los ciudadanos del mundo observamos con pena y pesar que estamos lejos de aprender de nuestros errores pasados, que existen grandes barreras que separan a las naciones de aquella idea utópica de la aldea global. Hoy en día hay decenas de muros y barreras en el mundo, separan territorios en casi todos los continentes. Existen en Marruecos, Chipre, Israel, Cisjordania, Irak, Kuwait, la península de Corea e incluso en EE.UU., donde el proyecto de muro fronterizo avanza sigilosamente pese a la crisis económica, contrariando lo dicho por su Secretaria de Estado, Hilary Clinton, en Berlín: “no hay muros que no podamos derribar”.
Ante este diagnostico, tengamos presente que lo que aconteció hace dos décadas en Alemania fue una re-integración inédita, que no tiene comparativos, que no ocurrirá por ejemplo a corto plazo en las Coreas. Aquella fue una reconciliación nacional que rebasó la barrera ideológica, la cual no pudo mermar la identidad nacional del pueblo teutón, de la nación alemana que asumió los costos de volver productivo y democrático al territorio de oriente.
Aquel acontecimiento nos recuerda de manera individual que todos tenemos nuestras barreras, nuestros muros cotidianos, aquello que adorna nuestra vida con complicaciones y es a la vez el sazón de la misma. Porque se cree que el hombre de hoy no sabe qué hacer cuando está frente a un muro. Piensa en escalarlo, saltarlo, superarlo a toda costa, y no se da cuenta de que lo mejor es pasar a través de él, para derribarlo, para dejar huella, y así tener un testimonio del tránsito de su vida en la historia. Sólo así se pudo unificar Alemania; derribando el muro. Celebremos un triunfo más de la humanidad.

*Internacionalista, idealista y libre promotor del cambio.
Comentarios y contacto:
ignacio_pareja@yahoo.com.mx
© Ignacio Pareja Amador, publicado en el periódico "El Imparcial". Oaxaca, México. 10 de Noviembre, 2009

viernes, 6 de noviembre de 2009

NO ESTÁ OCURRIENDO EN TODO EL MUNDO

Cuando pensamos en algún fenómeno o hecho que afecta a nuestro país, muchas veces especulamos que fue consecuencia de algún factor internacional. Podemos creer que aquel fenómeno es resultado de una serie de variables que fueron alimentadas desde el exterior y que debido a los niveles de globalización actual, nos está afectando de manera particular a los mexicanos.
Existen un sinfín de ejemplos que pueden sostener el argumento anterior. Actualmente tenemos la crisis económica mundial, que les está pegando a casi todos los países y de la que sólo se han salvado algunos asiáticos como China. También tenemos el fenómeno del calentamiento global, el cual nos afecta a todos los ciudadanos del mundo, pero donde la mayor responsabilidad se encuentra en los países más industrializados. Hablando de estos últimos, -para muchos-, de ellos es la culpa de que exista la pobreza, debido a la histórica explotación y dependencia que han ejercido hacia los países que se consideran en vías de un desarrollo cada vez más lejano.
El tema que hoy nos reúne también tiene sus raíces en lo internacional, es un fenómeno cuyas razones de ser son inmensas y complejas, donde se entrelazan variables como el alto poder adquisitivo de nuestro vecino del norte, la falta de oportunidades para el desarrollo individual en nuestro país y en las naciones del sur de América, lo redituable de negociar con el miedo y la extorsión, etc., etc.
Seguro que ya saben a lo que nos referimos. Efectivamente estamos hablando del crimen organizado. Aquel fenómeno no sólo ocurre en México, si no que está presente en todo el mundo, es mas, seria menos fuerte sin el apoyo de las redes delictivas trasnacionales.
Lo que no está ocurriendo en todo el mundo es la manera en la que se manifiesta o se sufre este fenómeno en nuestro país. Lo notamos todos los días en las ya habituales noticias sobre sanguinarias ejecuciones, secuestros, inseguridad y la violencia mediática que sufrimos todos los mexicanos (y que puede compararse con lo que ocurre en países políticamente “inestables” como Irak, Afganistán o Pakistán). Así es, el crimen organizado no es tan violento en otras partes del mundo, como lo es en México.
Lo curioso del caso mexicano es que es un crimen organizado nacional y lo decimos así, porque en sus actividades delictivas aglomera vastos recursos financieros, da trabajo a miles de personas, se localiza en todos los estados del país, tuvo y tiene la venia de gobiernos corruptos y seguramente aún hoy en día apoya y es apoyado por uno que otro funcionario de gobierno y de forma voluntaria e involuntaria por el sector empresarial y productivo del país. Es incluso para muchas familias mexicanas la actividad que lleva a su mesa el pan de cada día.
Gracias a la “lucha” que ha emprendido el gobierno federal contra el crimen organizado nos hemos dado cuenta de lo poderosos que son las mafias y las organizaciones delictivas mexicanas. Lo malo es que reconocemos este poder sobre la base de los hechos violentos: siete personas mueren al día en una de las ciudades más peligrosas del mundo: Cd. Juárez a causa del crimen organizado; México es uno de los países más peligrosos para el periodismo, sobretodo en la zona norte del país, donde es preferible omitir nombres que encarar la furia del narco; nuestras “Mafias o Carteles” son más violentos que la Camorra napolitana o que la Cosa Nostra italiana, que la Mafia rusa o que los Yakuza japoneses; a los carteles mexicanos les han cedido el control de rutas y mercados los colombianos, puesto que en su país se están haciendo grandes esfuerzos para mejorar su situación, pero han requerido del apoyo/intervención de Washington para efectuar esta tarea. Nuestro país es más violento que algunos Estados como Angola, el Congo, o Serbia y Albania (que vivieron robustos episodios de violencia en el pasado) de acuerdo con el Índice Global de Paz. .
El crimen organizado en México efectúa un sinfín de actividades (secuestro, extorsión, lavado de dinero, narcotráfico, trata de personas, trafico de órganos, etc., etc.) podemos decir que estas organizaciones se han profesionalizado, han aprendido que la diversificación de actividades reduce el riesgo de colapso, puesto que si el gobierno federal ataca uno de sus sectores “in-productivos” tienen otra actividad que les permite seguir creciendo, eso si, aumentando los niveles de violencia que tanta rentabilidad les generan.
Al tenor de este diagnostico vale la pena cuestionarnos ¿qué tan lejos estamos de hacer de México un país más pacifico o seguro? El concepto de seguridad nacional hace alusión a “[…] aquellos aspectos que ponen en riesgo las condiciones y bases de existencia, funcionamiento y continuidad de una nación”. La nación mexicana, que no sólo comparte elementos de raza y cultura, sino que tiene un destino común, está representada por todos los componentes de la población: empresarios, políticos, civiles, estudiantes, campesinos, migrantes, asociaciones civiles, etc. Podemos responder orgullosamente que hasta ahora hemos superado a los elementos entrópicos que buscan el desequilibrio del país, sin embargo, debemos cuestionarnos como nación ¿quién es el culpable de la violenta manifestación del crimen organizado en el país?, ¿será una coincidencia de hechos históricos y coyunturas específicas, el pueblo ignorante, el gobierno corrupto y dividido, las elites envidiosas o el territorio maldito? La pregunta tiene más de ciento once millones de respuestas y todas son correctas, todos somos México y pocos hacemos algo por mejorar realmente al país.

Para la reflexión.
¿La política cultural exterior de México debe manifestar la violencia del crimen organizado y lo ineficaz del gobierno para combatirlo? Sería igual que hablar mal de uno mismo, no lo creen.

© Ignacio Pareja Amador, publicado en el periódico "El Imparcial". Oaxaca, México. 3 de Noviembre, 2009