lunes, 30 de junio de 2014

PODEMOS: el nuevo paradigma del poder

Para entender la política hay que tener la capacidad de ubicar en dónde está el poder, quiénes son los actores que lo detentan y con qué herramientas cuentan para conservarlo o ampliarlo. El poder es una condición de dominación permanente que cambia de manos de forma natural, de acuerdo a los intereses de quienes saben interpretar sus señales.
Hoy en día, después de que el modelo democrático generó ciertas condiciones para que se empoderara a la ciudadanía, convirtiéndola en el agente legítimo de la trasformación y la transición del poder, se hace evidente la existencia de niveles elevados de descontento y desencanto de la población hacia los gobiernos, los partidos políticos y hacia los procesos electorales.
Ello se puede constatar en el alto porcentaje de abstencionismo que experimentan aquellos países que hacen del voto un derecho, mas no una obligación, pues es evidente que la energía política de un ciudadano no se consume únicamente en el voto, sino que implica un acto de participación en la vida pública de sus Estados.
A esta ecuación se le debe sumar la variable del cambio generacional, donde los nuevos ciudadanos han heredado el desencanto por las formas de hacer política tradicionales, pero que cuentan con nuevas herramientas para expresar sus puntos de vista y compartir sus ideas e intereses.
La clave para hacerse del poder o mantenerlo se encuentra en la capacidad del grupo político para leer a la población, para entender sus necesidades y así aprovechar las reglas de la democracia, que anteponen como principio fundamental la voluntad de las mayorías.  
Un movimiento político que ha logrado posicionarse al corto plazo dando una correcta lectura a las dinámicas del poder es PODEMOS, un partido político y movimiento social español que ha sorprendido a propios y extraños, al hacerse de cinco escaños en el parlamento europeo, con menos de medio año de creación.
PODEMOS es además un partido político que nace de una legitima manifestación social cuyas características podrían ubicarlo dentro de un nuevo paradigma para hacer política. De esta manera, podemos ubicar que sus miembros se muestran como ciudadanos reales; como hombres y mujeres cercanos, que tienen rostro y un código postal popular.
Sus líderes saben jugar con las reglas de la democracia, haciendo un adecuado uso de la comunicación para convencer a quienes están desencantados por la política, con lemas y máximas que invitan a la esperanza como ¡Es la hora de la gente! o !Claro que podemos!
Saben que hoy en día el poder está en las redes y en las nuevas tecnologías de la información, pues se han convertido en un fenómeno tanto en Twitter, donde tienen cerca de 280 mil seguidores, como en Facebook donde cuentan con 615 mil likes.
A las fortalezas anteriores se les suman las cualidades de su líder, Pablo Iglesias, un personaje con un perfil distinto: despreocupado por los protocolos y las formas de hacer política, directo y contundente en su argumentación, y equilibrado en su retórica y su manejo de datos estadísticos.
Iglesias es un político inteligente, con una clara perspectiva y con objetivos altamente descifrables, es un analista del poder, que conoce los factores detrás de éste y que sabe utilizar las nuevas herramientas del empoderamiento, como en la red social Twitter, donde goza de mayor popularidad que la de su propio partido político, al tener más de 450 mil seguidores.
Juega su rol como un maestro, pues está consiente que desde la oposición se tiene un amplio margen de libertad, caso contrario de quienes defienden una opinión desde el gobierno, cuyo ámbito de acción está limitado por los compromisos con otros agentes, que son imprescindibles para la estabilidad del estado.
Su discurso es de izquierda, y se fortalece por el señalamiento en contra de los poderes financieros. Este argumento goza de una amplia destreza, pues como conocedor de la ciencia del poder, Iglesias sabe que los grandes grupos financieros internacionales son entes sin rostro, ni personalidad, figuras incapaces, o mejor dicho, sin interés por defenderse de las acusaciones, pero que a los ojos de la población tienen un nombre y apellido, además de ser el enemigo común que amalgama la unión entre las clases populares.
Independientemente de la ideología que defienden tanto PODEMOS como Pablo Iglesias, sus logros para generar simpatías en una población cansada por los vicios del poder, deben ser considerados por todos aquellos que buscan entender a la política en el siglo XXI.
La idea del mérito como fuente de acenso político, la organización de círculos de dialogo o asambleas, así como la adecuada lectura de las demandas sociales han generado una percepción de involucramiento y participación que han venido a refrescar y dinamizar al sistema político español, inspirando a los demás partidos a mirar hacia abajo, hacia sus bases, para reestructurarse de acuerdo a lo que perciben de ellas con el fin de tratar de reconquistarlas.

© Ignacio Pareja Amador, publicado en diversos periódicos y medios informativos en Latinoamérica. Julio 2014.


lunes, 23 de junio de 2014

Irak, la supervivencia de un Estado

La supervivencia de un Estado se basa principalmente en la afinidad de sus componentes más básicos: el territorio, el gobierno, la población y el reconocimiento internacional. De éstos, tanto la población como el reconocimiento representan las variables más importantes, ya que ambas son altamente persuasibles por otros agentes cuyos intereses pueden afectar la estabilidad del país.
Para cualquier gobierno es imprescindible tener el control de todas las variables que intervienen en la ecuación del Estado, de manera que quien lo encabece debe pensar de forma estratégica, tomando en cuenta que, para mantener alineados un considerable número de voluntades se necesita compartir un objetivo común, que bien puede interpretarse mediante el anhelo de tener una convivencia pacifica, el combate de un enemigo tradicional o el estar subordinados ante la voluntad de un solo individuo.
La falta de este objetivo en común puede explicar las razones por las cuales Rusia pudo anexarse la península de Crimea, arguyendo la existencia de cierta afinidad cultural, representada por la herencia del lenguaje, un elemento que han sabido exportar los rusos a otras determinaciones geográficas como Mongolia, con lo cual se deja abierto el paréntesis respecto a las intenciones de dominio del país mas grande del mundo.
La tibia respuesta de EE UU hacia este tipo de eventos, aunado a su retirada paulatina de Medio Oriente, han contribuido a que la afinidad cultural resurja como una importante amalgama para la estabilidad o inestabilidad de las naciones en aquella parte del mundo.
El ejemplo mas emblemático es Irak, un Estado conformado principalmente por tres etnias altamente distantes entre sí: los sunitas, los chiitas y los kurdos, cuyo elemento de unión hasta antes de la intervención norteamericana era la dictadura de Saddam Hussein.
Después de que los líderes del mundo libre “liberaran” de Hussein a los herederos de la cuna de la civilización, introduciéndolos al paradigma de la democracia, Irak ha sufrido las consecuencias de los desacuerdos y los choques que derivan de tener una gran cantidad de intereses encontrados dentro de una sola idea de Estado, de manera que los líderes de las etnias se han manifestado en favor de una nueva configuración geográfica para Irak, arguyendo que existían mejores condiciones antes de la llegada de la democracia.
Ante este escenario de inestabilidad, es importante preguntarse ¿Cómo está hoy en día Irak en términos sociales, económicos y políticos? Irak es un país de poco mas de 32 millones de personas cuya composición étnica es árabe (75-80%) y kurda (15-20%) principalmente. Es un país netamente musulmán, donde 6 de cada 10 habitantes son chiítas, mientras que un tercio de su población son sunitas.
En términos económicos Irak ha mantenido un crecimiento del 7.2% en los últimos cinco años (2009-2013 FMI). Su inflación esta perfectamente controlada (2%), aunque su tasa de desempleo es alta (16%). No es un país pobre, pues cuenta con superávit comercial de aproximadamente 30 mil millones de dólares, los cuales obtiene de su mayor producto de exportación; el petróleo, que le representan 9 de cada 10 dólares que entran al país. Sus principales socios comerciales son EE UU, India y China quienes concentran mas del cincuenta por ciento de las exportaciones iraquíes y quienes son los tres mayores consumidores de energéticos a nivel mundial.
Es interesante notar que desde la intervención norteamericana en 2003, este país ha tenido un crecimiento económico promedio por encima del 6.5 por ciento (FMI), lo cual nos puede indicar dos cosas: que su actividad económica no se ha visto amenazada por la inestabilidad política que sufre desde entonces el país, o, que su actividad económica esta perfectamente protegida, de manera que lo que ocurre en las ciudades iraquíes no tiene ningún efecto en las plataformas petroleras, en los puertos o en las refinerías.
Tanto la cartografía, como las relaciones comerciales y la composición de su población son buenos referentes para tener una noción del estado de las relaciones internacionales de Irak. Este país se localiza prácticamente en el corazón de Medio Oriente, colindando con Estados altamente inestables como Irán, Jordania y Siria, pero también con otros que son “cercanos” a Occidente como Arabia Saudita, Turquía y Kuwait.
Como si fuera un tablero de ajedrez, Irak ha vuelto a ser el epicentro del enfrentamiento de sectas cuyas diferencias van mas allá de su propia cultura, pues se enfocan a sus alianzas políticas y a los efectos positivos que derivarían de dominar el territorio iraquí. Una Irak chiita es peligrosa para Arabia Saudita y para los Kurdos, pero cercana a Irán y a los rebeldes sirios. Una Irak sunita representaría un enorme peligro para Teherán. Un país inestable, que afecte los intereses de los amantes del petróleo, es indeseable para los más poderosos, cuya intervención solo profundizaría las cicatrices que tiene la población iraquí, el único agente sin capacidad de decisión y desafortunadamente el gran actor afectado.

Fuentes de información: The World Factbook CIA y Fondo Monetario Internacional.


© Ignacio Pareja Amador, publicado en diversos periódicos y medios informativos en Latinoamérica. Junio 2014.

lunes, 16 de junio de 2014

Un lenguaje universal

Es una tarde de domingo en Melbourne, la temperatura ronda los 12 grados Celsius y como cada semana un grupo de personas se reúnen en el Princes Park para realizar la actividad deportiva que más les apasiona. Son las tres de la tarde y conforme pasan los minutos más gente comienza a llegar.
Se reúne un grupo grande, de alrededor de 36, que portan playeras claras y oscuras, como si por regla natural hubiera un acuerdo tácito para la distribución de los equipos. Se deciden tres encuentros con seis equipos. La cancha es de criquet, pero el deporte que ahí se practica está lejos de ser un encuentro de esta herencia inglesa.
Tampoco se juega el deporte nacional de Australia, el llamado footy, que es un juego interesante por el despliegue de energía, fortaleza y estrategia que lo distinguen, pero que es desconocido entre quienes prefieren divertirse con un algo más tradicional.
El área de juego se delimita con las maletas, sudaderas y mochilas de los participantes, que logran coordinarse para construir una figura lejana a un rectángulo, pero útil para albergar a 12 jugadores, cuyo número seguirá creciendo, hasta que la cancha llegue a un límite donde penosamente tendrá que negarse la entrada de más personas. En este juego informal el que madruga juega, el que no espera, pero mientras tanto se puede aprovechar el tiempo para restirar y trotar alrededor de la cancha, pues siempre hay alguien con algún pendiente que deja el lugar antes de que concluya el partido.
Los jugadores que se reúnen al encuentro deportivo son multinacionales. Hay personas de China, Indonesia, Pakistán, Letonia, Francia, Nigeria, Colombia, Perú, Chile, Uruguay, México y por supuesto australianos. No se distingue en el género, todos están invitados, al final del día es un juego casual.
No hay un leguaje oficial para el encuentro, los distintos acentos dificultan que se pueda ejercer a plenitud el inglés, sin embargo, se percibe un ambiente de orden: hay reglas, fueras, tiros de esquina, faltas, manos, etc. El juego se llama fútbol, o soccer como se le conoce en la cultura anglosajona, y es hoy por hoy el deporte más practicado en el planeta.
Quienes han tenido la fortuna de jugar un encuentro amistoso más allá de sus fronteras pueden constatar que no se necesita hablar una lengua en particular para socializar con el fútbol, solo se requiere de una pelota, una cancha y la actitud para disfrutar del momento, para compartir aquello que durante el tiempo de juego es el elemento más preciado para cualquier futbolista…el balón, para confiar en tu compañero sin siquiera conocerlo, y constatar, sin decir una palabra, si hay buena química para la amistad, o en su defecto, lo mejor es cambiarse de casaca para hacer frente a un digno rival.
Quienes han anotado un golazo; hecho un reguilete; una finta; una barrida; una serie de pases de ensueño, o a quienes la fortuna les ha jugado en contra y han cometido un penal; fallado un gol clarísimo; o han marcado en su propia portería, saben que más allá del enfrentamiento el fútbol es una forma de convivencia con el mundo. Es un deporte democrático que no distingue clases sociales o diferencias culturales, donde no se tocan los temas políticos o religiosos, donde el respeto se gana con talento y se pierde a causa de la deshonestidad. Es un deporte sin mentiras, pero con muchas perspectivas y ángulos sobre la verdad.
Desde un personalísimo punto de vista es el deporte más hermoso del planeta. Nótese que me refiero al fútbol en su esencia, al juego de conjunto donde muchas cabezas pueden coordinarse para pensar como uno solo, donde cada gol se celebra como un logro de grupo y las derrotas no se juzgan nunca de manera individual, pues aunque cada jugador se desenvuelve acorde a la  responsabilidad de su posición, un buen equipo está siempre unido para bien o para mal.
Cuando hablo de fútbol me refiero solamente a la acción deportiva, pues hay otras perspectivas, muy válidas por cierto, que se enfocan a la actividad del entretenimiento que deriva de este deporte, que hablan de organizaciones corruptas, del opio del pueblo, de cortinas de humo, de estadios de oro y pobreza en las calles, de reformas, de mafias y apuestas, de tráfico de influencias, de modelos de consumo insostenibles, etc., etc.
No desestimo que muchos de los argumentos son ciertos y que en estas sospechas hay un tanto de verdad. Pero esta colaboración no trata del millonario negocio de quienes ven al fútbol como un entretenimiento, un símbolo de identidad nacional o un distractor de masas, sino que ha pretendido centrarse en algunos aspectos positivos que este gran deporte puede dejarle a quien lo practique y decida utilizarlo como una poderosa bandera para hacer amigos o un eficaz lenguaje para comunicarse con el mundo.



© Ignacio Pareja Amador, publicado en diversos periódicos y medios informativos en Latinoamérica. Junio 2014.

lunes, 9 de junio de 2014

El líder del cambio

Con el auge de la democracia como el sistema político de mayor aceptación en los países occidentales han surgido diversas preocupaciones entre quienes detentan del poder y entre quienes buscan tener a los mejores gobernantes. Dichas inquietudes se enfocan en las características que deben de poseer quienes son responsables, gracias a la voluntad popular, del destino de nuestras naciones.
Existe un número considerable de literatura respecto a las cualidades que debe tener un líder, donde sobresale el hecho de que hay lideres naturales que tienen la capacidad de controlar a un grupo determinado de personas para alcanzar sus objetivos, sin tener una preparación al respecto, pero también hay líderes que se han formado gracias a la necesidad, a la experiencia, pero sobre todo al contexto. Sin embargo, independientemente de los diversos volúmenes que se han escrito sobre el tema, la mayor cualidad de un líder, en cualquier ramo, es su capacidad para influir en el actuar de quienes lo rodean.
Si queremos verlo de una manera sencilla podemos tratar de clasificar a los distintos líderes de la historia de acuerdo a las aportaciones que le han brindado a la humanidad, o en su defecto, debido a los graves actos que han afectado a la esencia del ser humano. Al final de cuentas en el liderazgo existe una dualidad positiva y negativa, donde los seguidores efectúan ciegamente órdenes que se les encomiendan o por el contrario deciden desobedecer lo que juzgan está en contra de sus principios y valores.
Se pueden citar diversos ejemplos en la historia contemporánea de la humanidad como el de aquella Alemania nazi cuya sociedad estuvo enferma de racismo, o aquella China de Mao que puso al Estado por encima de cualquier institución milenaria, impulsando a un partido político que hoy en día sigue gobernando al país más poblado del mundo.
Ejemplos como los anteriores dan muestra de lo riesgoso que puede ser para la humanidad en su conjunto tener sociedades serviles que no cuestionen a sus líderes, pues los actos de estos últimos pueden traer consecuencias indeseables para naciones enteras.
Afortunadamente en los países de América Latina tenemos sociedades que cuestionan a sus gobiernos, que tienen un ímpetu por el debate público y que difícilmente serán pueblos al servicio de los intereses de unos cuantos. Sin embargo, esta energía política es pocas veces ejercida en los momentos estratégicos que cambian el destino de las naciones, pues somos una región desinteresada en el ejercicio electoral, donde el voto es un derecho y no una obligación.
Pero este desinterés por la democracia no es un asunto exclusivo de los países latinoamericanos, en otros países como por ejemplo Australia, donde el voto es obligatorio, el desinterés del ciudadano por los asuntos públicos es palpable. De acuerdo con la Encuesta Anual del Instituto Lowy apenas un 42% de los australianos jóvenes (18 a 29 años) está de acuerdo con tener un sistema democrático sobre los otros sistemas de gobierno, poco más de 30% preferirían tener un gobierno no democrático, mientras que al 19% no le interesa la clase de gobierno que tengan.
Donde se puede encontrar una fuerte coincidencia es en el perfil del líder que se demanda tanto en las sociedades de los países desarrollados como en aquellas que habitan los países en desarrollo como los latinoamericanos. En ambas sociedades se busca que el líder sea una persona que tenga objetivos claros sobre hacia a dónde puede llevar al país, de acuerdo a las capacidades del mismo. 
Aquel que desee presidir un Estado en el siglo XXI debe ser un líder que entienda que el mundo está en constante transformación, y que ello implica que debe gobernar tanto para quienes defienden las ideas tradicionales, como para quienes son los portavoces del cambio.
En países con sociedades modernas solo los proyectos que tienen por interés una meta mayor que lo individual logran popularizarse para sobrevivir, de manera que aquel individuo que desee trascender en el ejercicio público debe de contar con una extensa capacidad de persecución, que le permita interactuar con la ciudadanía por diversos medios, desde la atención personal hasta a través de las redes sociales.
El líder del cambio no puede estar atado a una ideología, porque el dirigir las riendas de un país es una labor que implica pragmatismo, coaliciones, pensamiento estratégico, pero sobre todo negociación con otros líderes, tanto internos como internacionales, ya que su razón de ser son las alianzas y la flexibilidad de las mismas es parte de la ecuación que le provee de estabilidad.
El mundo está evolucionando a pasos agigantados, por lo que es preponderante que quienes aspiran o tienen alguna posición de poder entiendan la complejidad de estos cambios para actuar en consecuencia, pues el mejor líder es siempre el mejor aprendiz. 

© Ignacio Pareja Amador, publicado en diversos periódicos y medios informativos en Latinoamérica. Junio 2014.



lunes, 2 de junio de 2014

La herencia inevitable

¿Cuál es la política energética más efectiva en términos del cuidado y la preservación del medio ambiente? Hace un par de días el presidente estadunidense Barack Obama expuso la intención del gobierno norteamericano de implementar un fuerte paquete normativo para reducir la producción de energía mediante el uso de combustibles fósiles como el carbón y el petróleo.
El presidente Obama dejo muy en claro que el impulso de Estados Unidos hacia este tipo de iniciativas amigables con el medio ambiente será un fuerte estímulo para que otras naciones sigan su ejemplo, en aras de reducir los efectos del cambio climático.
En general dicha iniciativa puede considerarse como positiva para EE.UU., pues se busca que su sector energético sea más eficiente, que utilice nuevos insumos para la producción de energía, y que materialice los miles de millones de dólares que se han invertido en el desarrollo de “alternativas verdes”, sin embargo, la exportación de esta iniciativa a otros países, sobre todo a aquellos que están en proceso de desarrollo, presenta diversas dificultades que impedirán que los buenos deseos en favor del planeta sean llevados a cabo.
Hace algunos años, ante la antesala del que sería uno de los temas medulares del inicio del siglo XXI, el doctor Mariano Marzo, autor del artículo “El hombre del hidrocarburo y el ocaso de la era del petróleo” estableció tres sencillas reglas para que una política energética fuera sostenible en el futuro: la obtención de la energía debe ser económica, ecológica y de fácil acceso. Una iniciativa de corte energético carente de estas características difícilmente resolvería el grave problema de la contaminación y el calentamiento global.
El problema de las buenas intenciones del gobierno norteamericano, en materia de la reducción del uso de los hidrocarburos como fuente de energía, es la persuasión hacia los gobiernos del mundo para que apliquen disposiciones similares, sobre todo cuando en las fuentes de energía a las que tienen acceso los países en desarrollo no son ecológicas, no son económicas y su acceso es limitado.
Además las “tecnologías verdes” son sumamente caras incluso para los países desarrollados, lo cual es una fuerte limitante que rebasa toda intención política para implementar iniciativas de producción energética amigables con el medio ambiente.
En vez de reconocer que el planeta tierra es un sistema cerrado, donde no existen fronteras para los contaminantes, la comunidad internacional ha centrado el tema del cuidado del medio ambiente en una esfera de imagen política, pues las iniciativas existentes no ofrecen cambios profundos en las raíces del calentamiento global, sino que solamente se brindan soluciones superficiales que no impedirán que el consumo per capita de energía de un ciudadano estadunidense, sea el doble del de un ciudadano en otra parte del mundo.
Este tipo de iniciativas contribuyen además con una perspectiva de desarrollo aspiracional. Los ciudadanos de los países que transitan hacia el desarrollo tienen muy claro que lograran alcanzar sus objetivos materiales en el momento en el que puedan satisfacer todas o la mayoría de sus necesidades, que en términos económicos son infinitas. De esta manera podemos proyectar escenarios donde las nuevas clases medias en países como China o la India demanden de una mayor cantidad de bienes y servicios, ampliando de forma importante la huella ecológica del ser humano en el planeta.
Desafortunadamente los líderes mundiales han omitido aquella máxima de quien fuera el primer director ejecutivo de la agencia europea de medio ambiente, el doctor Domingo Jiménez de Beltrán quien decía que los países exitosos en el futuro no serán aquellos que más energía utilicen, sino los que menos energía consuman.
El problema de fondo en materia de energías sostenibles no se compone únicamente de los insumos que se “queman” como el carbón o el petróleo para producir energía o productos derivados, sino que deriva también y sobre todo de los hábitos de consumo de las sociedades industrializadas y la aspiración de las que están en proceso de desarrollo.
Una posible solución a este importante reto global radicará en el cambio en los modelos de consumo de las generaciones futuras, tanto en los países industrializados como en los que transitan a pasos agigantados hacia estos escenarios, ya que la producción de energías verdes, por más amigable que sea con el medio ambiente, tiene un efecto negativo en los ecosistemas del planeta, además genera altos costos económicos para los países en desarrollo que la implementan.
Cambiar los hábitos de consumo puede ser una medida efectiva para hacer frente de manera seria al calentamiento global, sin embargo, el uso de una iniciativa con estas características puede afectar a quienes se han beneficiado de un modelo económico basado en el consumo y las ganancias de la demanda masiva, condenando a que este importante tema se discuta sin cesar en un círculo argumentativo que se niega a brindar soluciones serias en el presente, heredando inevitablemente el problema a las generaciones futuras.


© Ignacio Pareja Amador, publicado en diversos periódicos y medios informativos en Latinoamérica. Junio 2014.