lunes, 26 de mayo de 2014

Colombia: ¿Elecciones por la paz?

La reconciliación nacional es un objetivo sumamente importante para cualquier país que ha sufrido de un conflicto armado al interior de su territorio. Para que se alcance esta meta de forma pacífica es necesario que las partes en disputa reconozcan la legitimidad de su contraparte como agentes de cambio, en una negociación donde se tenga en claro que no habrá ganadores ni perdedores, pues el esfuerzo por cesar de forma permanente los enfrentamientos reconoce un interés superior al de las partes involucradas, pues se sostiene sobre la voluntad general.
El fin de semana pasado Colombia celebró elecciones presidenciales ante un complejo escenario de descalificaciones, confusiones y contradicciones entre los principales protagonistas de la jornada electoral: el candidato presidente Juan Manuel Santos y el candidato del partido Centro Democrático Óscar Iván Zuluaga.
Ante un altísimo abstencionismo de poco más del 60% del padrón electoral, el candidato Zuluaga obtuvo la victoria con el 29% de los votos, mientras que el actual presidente Santos alcanzó apenas un 25%, por lo que ambos candidatos buscarán generar alianzas para vencer en la segunda ronda electoral, que acontecerá el próximo 15 de junio.
Las elecciones se dan en un momento de amplia complejidad para la vida pública en un país que guarda en su memoria histórica cinco décadas de guerrilla, alrededor de 6 millones de desplazados por los enfrentamientos y que ha llorado a más de 220 mil muertos por una guerra de colombianos contra colombianos.
Este no es un problema propio de Colombia, el ilusionismo electoral ha cegado aunque sea por una vez a prácticamente todos los países de Latinoamérica, impidiendo que los temas de fondo, que las propuestas serias y formales sean discutidas, mientras que los asuntos más polémicos o controversiales, aquellos que se alimentan del morbo político, ocupan mayor atención en los medios de comunicación y por tanto en su audiencia, que en la mayoría de los casos solo distingue blancos o negros; buenos o malos, sin hacer un examen crítico de los argumentos que escucha.
Y es que los políticos en Latinoamérica dominan perfectamente el arte de la retórica y la demagogia, siendo capaces de envolver a una audiencia cautiva ante la menor oportunidad, aprovechando cualquier reflector para transmitir un buen discurso técnico y persuadir a los votantes.
Así lo hizo el candidato Iván Zuluaga, cuando previo a la elección, lo interceptaron reporteros de la prensa nacional para cuestionarlo por sus supuestos nexos con el hacker Andrés Sepúlveda (hecho publicado mediante un video en medios electrónicos), donde el político colombiano estableció en los cuatro minutos y medio de su entrevista tres ideas principales: que el video era un “vulgar montaje”, que es un político con amplia experiencia y que es el mejor candidato para Colombia. Sin contestar ninguna pregunta más de la prensa, el candidato logró neutralizar el efecto negativo de las acusaciones, que en días posteriores se probaron como verdaderas, haciendo uso de su buen manejo de lenguaje ciudadano y de su alto discurso político.
La ciencia del engaño es una herramienta vital para quienes detentan el poder, pues el mismo presidente Santos no está exento de usar elementos de confusión para deteriorar la imagen de su contrincante, al pronunciar en su discurso que él es el único canal para la paz, asumiendo que los otros candidatos prefieren vivir en un país en guerra.
El tercero en discordia es el ex presidente Álvaro Uribe, quien tuvo como Ministro de Defensa al mismísimo Manuel Santos (2006-2009), quien era candidato urubista en los remotos ayeres de 2010. El hoy senador, quien conoce muy de cerca a ambos candidatos, acusa a los asesores del presidente Santos, de haber recibido financiamiento del narcotráfico, en un batalla paradójica en términos de ideología, pues se enfrentan dos facciones de la derecha colombiana, mediante descalificaciones que ensucian el proceso electoral y lo más peligroso pueden afectar el proceso de paz  en Colombia.
El problema de fondo en aquella nación de Sudamérica no son en sí los actores que detentan el poder, ni sus estrategia para conquistar a los electores, el gran inconveniente es que se permita que un tema toral para el país, como lo es el proceso de paz y la reconciliación nacional pueda cambiar súbitamente o detenerse cada cuatro u ocho años.
El gran reto para Colombia es la institucionalización de la paz como una política permanente, que trascienda el periodo electoral y que les permita a los ciudadanos participar durante todo el proceso, independiente de quien llegue poder. De los colombianos dependerá que su próximo presidente sea un mero administrador de bienestar a corto plazo o un gran estadista que los encause a una paz perpetua.


© Ignacio Pareja Amador, publicado en diversos periódicos y medios informativos en Latinoamérica. Mayo 2014.

lunes, 19 de mayo de 2014

Un Estado inventado

La historia que inspira a esta columna trata temas de poder, gobierno (de unos), organización para el trabajo e igualdad; porque hay algunos que son más iguales que otros. Trataremos de hablar de actores mas que de personajes, para no errar en la especie, exponiendo diversas características de nuestra historia, que describen la construcción de un Estado ficticio que nace de una revolución y que concluye debido a la ambición desmedida del grupo en el poder.  
La primera característica tiene que ver con la invención de símbolos nacionales para generar identidad. Estos van desde la creación de una bandera común hasta el conmemorar batallas heroicas, guiándose de principios rectores, claros y sencillos, que generen una sensación de patria y pertenencia.
La segunda característica es la distribución del trabajo; los más capaces a las labores directivas y los que tienen menos atributos intelectuales que ejecuten el trabajo duro. Muchos proclaman que es necesario que gobiernen los más listos o los que se dicen ser los mejores como ocurre en nuestra historia, pero en una sociedad plural debieran hacerlo quienes creen sinceramente en el interés general, que normalmente son los menos que llegan al poder.
La tercera característica se refiere a la esencia del poder. Quien posee el poder requiere de un aparato represor que le sea leal sobre cualquier circunstancia, este aparato punitivo puede generar miedo hacia los rivales políticos y es un instrumento efectivo de control hacia la población, pues al final de cuentas la esencia del poder es la injusticia.
La cuarta característica tiene que ver con la rigidez del sistema político que se describe en nuestra historia, donde sólo unos, los más hábiles detentan el poder a costa del trabajo de los otros. La élite se reconoce entre sí como superior, por lo cual aceptan que el dominio que ejercen hacia los demás pobladores es una condición natural que debe ser respetada de generación en generación, porque el poder puede llegar a compartirse, pero solo entre los miembros de la élite.
La quinta característica nos muestra la condición necesaria que debe cumplirse para que las situaciones anteriores puedan ejercerse, ya que se refiere al nivel de instrucción del pueblo. Una población ignorante es maleable, puede aceptar, creer y educarse únicamente con los conocimientos y valores que les enseñan los gobernantes; la carencia de memoria histórica de los pueblos permite que se reescriban los acontecimientos más importantes de la nación, con el fin de justificar las acciones del grupo en el poder.
La sexta característica es contar con un abanico de argumentos, por parte de los tomadores de decisión, para justificar cualquier nueva legislación por contradictoria que parezca; se trata del don de la persuasión, de convencer que el blanco es negro y viceversa. El nivel de tecnicidad de los gobiernos permite que cualquier cosa pueda justificarse, convenciendo a la población de que los problemas locales son consecuencias de las acciones de ciertos enemigos externos, haciendo posible que haya argumentos para todo.
La séptima característica se refiere al apoyo de la élite. Los ecos de quienes son partidistas con lealtad institucional están siempre presentes adornando el oído del gobernante, porque sobre cualquier interés está el personal y el familiar, al final de cuentas, no hay transformación sin voluntad política y no puede haber voluntad sin el legítimo apoyo de quienes detentan el poder.
Las élites en nuestra historia son siempre cómplices corruptas del poder, porque viven de sus beneficios, trabajan solo dirigiendo y coordinando, se educan para mandar y para alentar al líder en turno, no saben levantar la voz porque ello implicaría rebelión o revolución, palabras que detestan pues buscan a toda costa conservar su bienestar, aunque éste se sostenga sobre el trabajo de los otros, los gobernados. Esta última lección bien podría centrarse en el papel que juegan las élites y los argumentos que los llevan a justificar sus excesos y privilegios ante una población que poco los cuestiona.
Por otro lado, quienes conocen la historia y pudieran hacer la diferencia, prefieren callar por temor o apatía, pues las cosas son como son y no pueden cambiar solamente por la voluntad de algunos, porque el sistema se mantiene por la intención clara y justificada de un grupo que ha logrado convencer a todos los pobladores de que, su permanencia y manutención, es a favor de la nación, el orden y el desarrollo.
Al final de cuentas poco se puede esperar de un lugar gobernado por puercos, cerdos, cochinos o marranos, pues en efecto estimado lector, las líneas antes escritas se inspiran de aquella inteligente obra literaria de George Orwell publicada en 1945 con el título “Animal Farm”. Los párrafos antecesores no son otra cosa que una visión de segundo grado de las lecciones que posee esta magnífica historia ficticia, brindándonos una interesante perspectiva sobre la transición del poder, el rol de los pobladores, los símbolos nacionales, los excesos de las élites y todo aquello que formó parte de la llamada “Animal Republic”. Cualquier similitud con la realidad es mera coincidencia.  

© Ignacio Pareja Amador, publicado en diversos periódicos y medios informativos en Latinoamérica. Mayo 2014.




lunes, 12 de mayo de 2014

#BringBackOurGirls

Participación es la palabra clave del mundo democrático. Esta actividad va más allá del mero periodo electoral, pues involucra externar opiniones, interesarse por la vida pública de las comunidades, regiones, estados, e incluso por los eventos que acontecen más allá de las fronteras nacionales.
Tener una sociedad participativa es la clave para demostrar el musculo democrático que suele interpretarse como un síntoma de modernidad en las sociedades actuales.  Los ciudadanos de hoy se interesan cada vez más de los acontecimientos que ocurren a lo largo del globo, gracias a los instrumentos comunicativos de la globalización, que permiten tener información expedita sobre lo que ocurre en el planeta.
Sin embargo, no hay que omitir que el contar con una población interesada en algún acontecimiento particular puede ser también una efectiva herramienta para generar simpatías políticas, ya que al final de cuentas la participación también es un tema de percepción.
Existen acontecimientos que son prácticamente indefendibles, que transgreden directamente uno o más derechos universales y que son altamente rentables para hacer que la sociedad participe o se involucre, aunque está acción no tenga efectos directos en la resolución del problema.
Un ejemplo claro de una causa que ha tomado gran impulso en los últimos días, sobre todo en redes sociales como Twitter y Facebook, es el fuerte reclamo global ante el secuestro de más de 200 niñas de una escuela en Chibok Nigeria el pasado 14 de abril, por parte de un grupo radical islámico denominado “Boko Haram”. Diversos personajes globales como el Papa Francisco; el Primer Ministro Británico David Cameron; o la Primera Dama estadunidense Michelle Obama, han alzado la voz para que este grupo deje en libertad a las infantas, usando como símbolo de la causa el hashtag #BringBackOurGirls (Devuelvan a nuestras niñas).
La respuesta de los cibernautas ha sido en general positiva, aunque la red suele convertir cualquier tema en algo controversial, ya que también han habido replicas con un alto contenido de retórica antiestadunidense, sin embargo, las grandes interrogantes ante esta situación podrían ser las siguientes: ¿Qué tan influyente o determinante puede ser un retweet o un hashtag? ¿Es posible que hagan la diferencia o que ejerzan alguna presión sobre los actores implicados para la resolución del problema?
Una posible respuesta sería que sí existe una influencia y que sí se ejerce cierta presión mediante el uso de las redes sociales, pero no es directa, sino que esta acción de involucramiento o sensación de participación genera simpatías hacia los actores que promueven dichas causas, legitimando su rol como portavoces de los derechos humanos y de las garantías universales como la libertad. Dicha simpatía, provoca de forma contraria una percepción negativa hacia todos aquellos grupos o actores que piensan diferente, la cual puede afectar incluso a un grupo étnico en general, como le ha ocurrido a diversas sociedades musulmanas al ser vinculadas con organizaciones terroristas.
Por otro lado, este tema ha generado un llamado de atención de la comunidad global hacia el Estado nigeriano, de manera que tanto EE.UU. como Inglaterra y diversos países han abierto la posibilidad de enviar apoyo técnico a este país africano para apoyar en la búsqueda de las niñas que han sido privadas de su libertad.
Más allá de los acontecimientos es importante también tomar en cuenta cuál es nuestra fuente de información. Normalmente, las agencias noticiosas más influyentes del mundo tienen tendencias ideológicas sumamente marcadas e incluso suelen atender las demandas de información de acuerdo a lo que “la gente quiere saber” en vez de lo que la población “necesita conocer”, en una visión que vende la información como un producto de entretenimiento, en vez de hacerlo como una herramienta de empoderamiento.
Este tipo de eventos y la forma en la que son tratados por los líderes mundiales, que buscan estratégicamente que la población se interese en ciertos asuntos sensibles de la arena internacional, deja abiertos diversos cuestionamientos como el poder de las redes sociales como instrumentos generadores de participación social (en este caso para un tema meramente internacional), lo preponderante del impulso por parte de actores globales de las causas humanitarias (que ellos eligen) que tiene como consecuencia la generación de una agenda de acuerdo a sus intereses, así como el juicio crítico que deben de tener los ciudadanos que apoyan estas causas respecto a quién los informa y de qué manera lo hace.
Seguramente existen otras causas que requieren de la misma atención de la comunidad mundial, sin embargo, sería sumamente difícil exponerlas todas, y no por su volumen, sino por los intereses que hay detrás de cada una de ellas. Desafortunadamente África sigue albergando muchas de estas causas,  guardando en su memoria colectiva acontecimientos que denigran la condición humana, aún hoy cuando la información viaja de forma inmediata, cuando los ciudadanos modernos participan, y cuando el mundo está organizado para preservar la paz y la seguridad internacionales.



© Ignacio Pareja Amador, publicado en diversos periódicos y medios informativos en Latinoamérica. Mayo 2014.

viernes, 9 de mayo de 2014

La otra cara del Dragón

La comunicación es el arma más poderosa del siglo XXI, pues influye en la voluntades de las masas para procurar estabilidad y paz social o en su defecto puede ser utilizada para derrocar a un “dictador” o a un “tirano”. En la formula básica de esta ciencia se requieren solamente dos agentes: el que transmite el mensaje y quien lo recibe. La cualidad indispensable para que esta tarea sea exitosa es simplemente el entendimiento del mensaje, el cual se determina por la calidad del mismo y por la capacidad del receptor para comprenderlo.
En la arena internacional es indispensable conocer este principio de la comunicación, ya que su ausencia puede generar tensiones innecesarias o proyecciones de paz imprecisas que comprometan la seguridad de las naciones.
Sin embargo, en este caso la ecuación de la comunicación es más compleja debido a la enorme cantidad de intereses entre los actores involucrados y a las grandes diferencias culturales que difícilmente se podrán homologar con la globalización. Al final de cuentas, las civilizaciones han evolucionado por cientos de años, lo que imposibilita una transición expedita dirigida a construir una sola visión del mundo.
Entender es la clave, por ello la maquinaria intelectual de los países occidentales se ha centrado en China, el gran dragón asiático. Las primeras señales para su comprensión apuntan a un país con gran potencial económico, que creció en la última década en promedio 9.96% por año (FMI), mientras que los países desarrollados apenas alcanzaron un promedio de 1.48%. El gran dragón asiático tiene la segunda economía más grande del mundo con un PIB de 13.3 billones de dólares (CIA 2013), cada vez más cerca de EE.UU. que concentra 16.7 billones (CIA 2013), con un bajo creciendo de 2.8% en 2014 de acuerdo con el FMI.
Al ser el país más poblado del mundo, China tiene además un enorme potencial en cuanto a mano de obra, su fuerza laboral es de 797 millones de personas. Es el mayor exportador a nivel mundial y el segundo mayor importador, de manera que cuenta con un superávit comercial de 176 mil millones de dólares.
Es un país que envía mensajes claros en cuanto al tema de su soberanía con respecto a diversos territorios que disputa más allá de sus fronteras. Las contiendas territoriales de este coloso asiático prácticamente rodean todos sus límites geográficos, por lo que el incremento del poder económico e incluso militar de este gigante preocupa a quienes “procuran” la estabilidad y la paz internacionales.
Esta primera aproximación de lo que las estadísticas y la geopolítica nos describen como China, nos permite entender la razón del miedo de los países que le disputan territorios y que buscan desesperados alianzas con Occidente, para detener el poderío del gran dragón, como lo observamos la semana pasada con la gira del presidente estadunidense Barack Obama en Japón, Corea del Sur, Malasia y Filipinas.
Sin embargo, no se ha entendido realmente qué es lo que busca el gran dragón asiático y cuáles serán los medios que utilizará para alcanzar sus fines. Este es sin lugar a dudas un problema de entendimiento cuyo origen está en las diferentes apreciaciones que se tienen respecto al pensamiento oriental. Vayamos a un ejemplo sencillo, en la civilización occidental el dragón es un ser mitológico que representa fortaleza, coraje y maldad. Es el símbolo de satán en aquella leyenda de San Jorge y el dragón, donde el valiente soldado de dios sale triunfante al derrotar a la bestia mitológica. Mientras que en China, el dragón es un símbolo de paz, de culto, que representa esperanza y abundancia.
Esta apreciación por simple que parezca, puede cambiar cuantitativamente las variables a tomar en cuenta en la ecuación del poder. Desafortunadamente, los ingenieros occidentales de la política internacional carecen de una real intención para entender al gran dragón asiático. Suelen olvidar que en las relaciones internacionales los mensajes de poder no son directos, que la forma de hacer política en occidente difiere de los métodos orientales y que el dragón dormido no es el partido comunista o el gobierno chino, sino la población de aquel gran país.  
Omiten tomar en cuenta que el modelo de vida occidental es sumamente atractivo para una importante proporción de la población china, pues representa para ellos una meta de superación personal, donde la libertad justifica cualquier transformación por drástica que sea. Esto ha sido entendido perfectamente por el levitan del gobierno chino, que restringe la entrada a su país a los instrumentos de comunicación global, pero que no puede impedir la occidentalización de los miles de chinos que migran a los países desarrollados para adoptar sus estilos de vida, generando una fusión cultural que enriquece a los Estados receptores.
Entender al dragón es la clave, pero el camino más directo para hacerlo es escuchando a la población, no al gobierno. Se trata de re-ponderar el valor de la persona, no del estado. Es un tema de persuasión, donde el reto más difícil será convencer a la población china de su intrínseco poder político y de que su voluntad colectiva puede determinar el destino de su gran nación.

Fuentes: CIA The World Factbook y IMF DataMapper


© Ignacio Pareja Amador, publicado en diversos periódicos y medios informativos en Latinoamérica. Mayo 2014.

Las intermitencias del poder

El poder tiene singulares características: es el fin, pero también es el medio. Su única constante es su dinámica, ya que con el tiempo se transfiere a otros actores, en un interesante proceso donde los actuales ’poderosos’ establecen las reglas de la transición que más les convengan durante el cambio de estafeta, o en su defecto, se resisten a la dominación de los ‘otros’ usando calculadas estrategias, porque el enemigo de mi enemigo puede ser un lucrativo aliado.
El poder, cuando sus intereses están de por medio, no reconoce credos o razas, puede cegarse cuando se habla de libertades o ante la ausencia de derechos humanos, además sorprende a quienes creen en las buenas voluntades de las naciones cuando dos lejanos se acercan para hacer historia. 
La multipolaridad del sistema internacional es una clara muestra de esta distribución del poder y la visita de Estado del presidente Barack Obama a ciertos países de Asia es un ejemplo del cuidado que le ponen los ingenieros políticos norteamericanos a la enorme influencia que está teniendo China en la Región Asia-Pacífico. Es un juego de apariencias e intereses. Obama ha visitado ya Japón, Corea del Sur y Malasia, en una gira que concluirá en Filipinas.
El objetivo de la visita de Estado del presidente de EE.UU. a estos países es claro: Busca reforzar la presencia norteamericana en esta importante región, mediante el empoderamiento de sus aliados estratégicos para disminuir la creciente influencia de China en el continente.
El discurso del presidente Obama ha sido cauteloso respecto a China, pues reconoce su importancia como el país con la segunda economía más grande del mundo y como un importante actor militar en la región. Sin embargo, su apoyo a las causas que considera son “justas” deja abierta la posibilidad de que su posición será de apoyo para sus aliados estratégicos.
No es casualidad que su itinerario de viaje tenga como destino a estos cuatro países, los cuales tienen disputas territoriales con China, pues pese al tiempo que han compartido fronteras marítimas con el gigante asiático, todavía hoy en día existen diversos conflictos por ciertos archipiélagos e islas localizadas en el sur del mar de China, los cuales contienen recursos naturales como petróleo, gas y por supuesto alimenticios, ya que son aguas propicias para la actividad de la pesca.
Las posiciones a esta gira de trabajo del “líder del mundo libre” se han centrado en diversos elementos como por ejemplo la dualidad de su discurso en Japón, donde declaró que EE.UU. apoya la resolución pacífica de la disputa territorial del país nipón y de China, respetando la soberanía de ambas naciones, mientras afirmó que el Tratado de seguridad que tiene EE.UU. y Japón contempla el territorio en disputa como japonés, un comentario que despertó protestas del más alto nivel en China, por tratarse de una ‘violación’ a su soberanía.
En Corea del Sur, Obama declaró que la actuación de Corea del Norte ante la comunidad internacional ha sido sumamente irresponsable, lo cual generó el descontento del representante de Pyongyang en el Comité para la pacificación de las Coreas, quien descalificó severamente a la presidenta sudcoreana, con una declaración fuera de cualquier protocolo diplomático, que solamente profundiza las enemistades entre ambas partes.    
La llegada de Obama a Malasia se percibió como un momento histórico, ya que la ultima visita de un presidente norteamericano a este país del sudeste asiático aconteció hace 48 años, en 1966. Tanto Malasia como Filipinas son el enemigo del enemigo, ambos países sin el apoyo norteamericano tendrían posibilidades mínimas de triunfar frente a China ante las disputas territoriales que suceden en aquella región del mundo.
Estas visitas son un claro ejemplo del bloque de poder que busca construir EE.UU. para detener la creciente influencia que tiene China, un país que está consiente de su poderío y que es determinante en cuanto al tema de su soberanía. La variable que los analistas norteamericanos deben tomar en cuenta en esta ecuación es el nivel de simpatía entre los ‘aliados estratégicos’ que EE.UU. ha unido.
Aun hoy en día se recuerda el creciente imperialismo japonés del siglo pasado y sus intenciones por hacerse de la península coreana. Igualmente tienen que prever que, los territorios que le disputan a China tanto Malasia como Filipinas están en la misma zona, por lo que pueden existir intereses encontrados. Por último, deben tomar en cuenta que un veinte por ciento de la sociedad malaya s de origen chino, dato que puede comprometer la estabilidad de la alianza.
Al final de cuentas, el juego de las simpatías responde a momentos y situaciones concretas. Las posiciones de los países y sus lideres cambian de acuerdo a sus intereses, se jerarquizan los derechos y las libertades según las ganancias económicas y políticas de su defensa, lo único permanente es el poder y es su conservación el gran fin y el único medio para obtenerlo.   


© Ignacio Pareja Amador, publicado en diversos periódicos y medios informativos en Latinoamérica. Abril 2014.

jueves, 8 de mayo de 2014

El mensaje en la tragedia

En los últimos dos meses, la comunidad internacional ha sido testigo de diversas tragedias que nos brindan lecciones importantes a quienes nos dedicamos al estudio de las políticas públicas, sobre todo en términos del manejo de dichas situaciones. 
Las contingencias generadas por errores humanos o por catástrofes naturales son variables que se deben tener presentes en todo momento, ya que aún hoy en día, con toda la tecnología con la que cuentan las sociedades modernas, no es posible evitar que fenómenos naturales, descuidos humanos o la peligrosa mezcla entre ambas variables, sean una contante en el escenario internacional.
Sin embargo, sí es posible brindar una respuesta efectiva (eficaz y eficiente) a estos acontecimientos, por parte de quienes representan los intereses de la colectividad. Esta respuesta es quizá la única variable controlable por parte de los gobiernos, la cual les permite por un lado, transmitir un mensaje claro y directo a los actores implicados y por otro lado, impedir que el tema se –politice-, contaminándose de especulaciones y juicios de valor que se nutran por sensacionalismos en momentos muy difíciles para naciones enteras.
Se puede caracterizar la descripción anterior mediante dos tragedias acontecidas en esta parte del mundo, entre Asia y Oceanía. La primera es la desaparición del vuelo MH370 de la compañía Malasia Airlines que transitaba el pasado 8 de marzo de Kuala-Lumpur a Beijing con 239 pasajeros, el cual se encuentra aún desaparecido. Los países de la zona han ampliado su cooperación para buscar la aeronave, utilizando mecanismos de exploración satelital, aérea, marítima e incluso submarina, pero no han tenido éxito en su tarea.
Han surgido diversas hipótesis respecto a un drástico cambio en la trayectoria del vuelo, que han conducido a la búsqueda en el Océano Indico, cerca del mar territorial australiano, sin grandes resultados.
Lo que complicó la situación, ha sido justamente la falta de claridad de parte del gobierno malayo para comunicar el desarrollo de la búsqueda a los familiares de los desaparecidos, ya que no se controlaron los “canales oficiales” para informar dichos acontecimientos, por lo que circularon diversas hipótesis informales, que incluso llegaron a vincular la desaparición del vuelo con un posible ataque terrorista, que está lejos de ser comprobado.
Después de 16 días de incertidumbre, finalmente, el gobierno malayo a través de su Primer Ministro informó que, basados en nuevos cálculos es posible que el avión se haya estrellado en el suroeste del Océano Indico, sin sobrevivientes, una respuesta insatisfactoria para los familiares de los desaparecidos, quienes comparten una sensación de incertidumbre y misterio con la comunidad internacional.
El otro evento que ha atraído los reflectores internacionales es el hundimiento de un Ferri en Corea del Sur, el pasado 16 de abril, que transportaba 476 personas, de las cuales solamente se rescataron a 174 pasajeros con vida. Esta catástrofe fue producto de la negligencia del capitán de dicha embarcación, quien no se encontraba dirigiendo la nave durante el percance, además de que se ha revelado que hubo una mala toma de decisiones para desalojar la nave, lo cual complicó la contingencia.
Hasta la fecha ha sido pobre la respuesta de los grupos de rescate, ya que 238 personas siguen desaparecidas. Los familiares de las victimas, que eran en general estudiantes, exigen al gobierno sudcoreano una ágil respuesta para el rescate del resto de los pasajeros, sin embargo, diversas limitaciones humanas y naturales, han impedido que se cumpla con esta legitima petición.
Muchos de los familiares, así como diversos simpatizantes con esta causa, buscan manifestar su inconformidad con el gobierno de Seúl, sin embargo, la respuesta de este último se ha concentrado en negarles este derecho, con el argumento de que no desean que se politice esta tragedia nacional en detrimento de la popularidad del partido en el poder.
El presidente sudcoreano ha dicho incluso que el acto de irresponsabilidad del capitán y la indecisión de la tripulación para ordenar la evacuación del Ferri, son sucesos que se asemejan al homicidio, en una  declaración que se puede interpretar como sentimentalista y que seguramente tuvo como objetivo deslindarse de cualquier responsabilidad, en un momento en el que el papel del líder de la nación debe ser de imparcialidad e impartición de justicia.
Como es evidente ambas tragedias tienen elementos similares en cuanto a las formas de transmisión de información hacia los actores afectados y el público en general. En ambos casos, el gobierno no fue responsable de los errores humanos que generaron los acontecimientos, sino que sus faltas se centraron en el manejo de los hechos, los canales para transmitir la información y sobre todo la efectividad para convencer a sus respectivas naciones, de que las unidades de contingencia actuaron en tiempo y forma para escuchar las demandas de los afectados y simultáneamente identificar las causas y consecuencias de ambos acontecimientos.
Las contingencias son variables inesperadas y muchas veces independientes a las acciones de los gobiernos. La adecuada respuesta a las mismas le brinda una cualidad de confianza a los Estados que logran comunicar de forma efectiva las acciones que implementan, para hacer frente a las mismas, evitando tragedias posteriores (mediante mecanismos de supervisión) y reduciendo la pena de quienes han perdido a algún ser querido. 


© Ignacio Pareja Amador, publicado en diversos periódicos y medios informativos en Latinoamérica. Abril 2014.

Ucrania: entre intenciones, argumentos y sospechas

En las relaciones internacionales, el juego de las sospechas representa la antesala de un elaborado plan que busca obtener las mayores ganancias para los grupos que se confrontan.  Como se mencionó en colaboraciones pasadas, en la arena internacional no se exponen directamente las intenciones, sino que se presenta únicamente el inicio del enunciado para completarlo con argumentos que deriven del contexto, siguiendo sigilosamente un fin determinado.
El objetivo evidente rara vez es sinónimo de la situación final y los protagonistas implicados tienden a apoyarse de otros actores que bien pueden servirles para alcanzar sus metas.
Aparentemente, la anexión de la península de Crimea, al ser una región lejana a Ucrania y más cercana a Rusia, era el objetivo de Moscú para reposicionarse como la gran potencia de Europa Oriental.
Sin embargo, la “suerte” parece volver a sonreírle al país más grande del mundo, ya que la “legitima” defensa que hizo de los habitantes pro rusos en Crimea ha herido enormemente a Ucrania, despertando una particular simpatía pro Moscú en diversos grupos de habitantes del Este de aquel país, quienes buscan desestabilizar al Estado ucraniano con dos demandas principales: el trato igualitario de los ruso parlantes o en su defecto, la sesión para unirse a la Federación Rusa.
La facilidad con la que se han desarrollado estos eventos nos conduce a conclusiones sospechosas sobre las reales intenciones de Moscú en Ucrania, ya que los rusos han hecho caso omiso a las peticiones de Occidente sobre la reducción de efectivos militares en su frontera con este país. 
EE.UU. y sus aliados temen que Crimea haya sido solamente el primer movimiento de la estrategia rusa para ocupar más territorios de su pequeño vecino del Oeste, sobre todo porque el enunciado que dejo abierto el presidente Putin se refirió a la protección de todo ciudadano de ascendencia rusa o que comparta esta lengua, sin limitaciones en la determinación geográfica en la que pudiera encontrarse.
Por su parte, EE.UU., en su rol de líder de las naciones libres de Occidente, ha declarado que si Rusia ejerce alguna acción militar directa en Ucrania “habrán serias consecuencias”.
Seguramente Moscú no incursionará en Ucrania hasta que las condiciones se lo permitan. No puede arriesgarse una vez más a violar la soberanía de un país sin tener los argumentos necesarios para hacerlo. El incremento de la violencia, el reforzamiento de grupos paramilitares, la desestabilización de la institución estatal y las manifestaciones en contra del gobierno ucraniano pueden ser convertirse en motivos para que Rusia comience la -legitima defensa- de sus intereses en territorio ucraniano.
La mesa está puesta, por ello el embajador ruso en el Consejo de Seguridad de la ONU ha demandado, que sean respetados los Derechos Humanos de los manifestantes pro-Moscú y ha condenado el uso del ejercito ucraniano para estabilizar la zona, con ello, el diplomático contribuye a la generación de una situación óptima para los intereses rusos.
En este tener, nos referimos a una situación y no a una serie de argumentos porque la desestabilización de Ucrania legitima la anexión rusa de Crimea: un gobierno ocupado en sus asuntos internos no puede ejercer efectivamente su política exterior, pues su vulnerabilidad es una variable de gran peso, que puede desbalancear aún más la balanza en favor del invasor, que amenaza, blofea, desconoce, pero mantiene siempre un canal directo con la otra parte de poder involucrada.
Es así, que los encargados de la política exterior de Rusia y EE.UU. han estado en contacto de forma permanente, por lo que el único actor fuera de las negociaciones parece ser Ucrania, que busca tener estabilidad, pero que carece de un respaldo popular al estar liderado por un gobierno interino, que ha sido señalado por el gobierno ruso de neo-nazi y antisemita, como estrategia para desconocerlo.
La crisis interna en Ucrania solo nos permite observar el poder de los grupos de “choque” para alcanzar objetivos particulares de Estado.  Sin embargo, no se puede hablar de una relación directa entre Moscú y los manifestantes, más allá del deseo de estos últimos de formar parte de Rusia, tampoco se puede creer que las intenciones de expansión del país más grande del mundo hayan cesado con la anexión de Crimea, lo único evidente hasta el momento es el hábil calculo ruso para generar situaciones y argumentos en favor de sus intereses sin disgustar en demasía a los lideres Occidentales, que se han convertido en excelentes observadores de las crisis internacionales.


© Ignacio Pareja Amador, publicado en diversos periódicos y medios informativos en Latinoamérica. Abril 2014. 

Crimea: El enunciado incompleto

En el lenguaje diplomático ninguna frase tiene el significado que aparenta, cada enunciado guarda un mensaje oculto que puede ser completado por un conjunto de palabras que derivarán en paz, impasse o conflicto.
Ya han pasado poco más de dos semanas desde que, por medio de un referéndum, la Federación Rusa anexó a su territorio la península de Crimea, una región perteneciente a Ucrania que cuenta con una población mayoritariamente rusa.
La respuesta internacional, sobre todo de los países occidentales, ha sido de condena a este acto que consideran es ilegal, ya que la secesión de una región en cualquier país va más allá del voto popular o de la existencia de lazos en común en cuanto al idioma o el origen étnico de los habitantes.
Esta condena se ha traducido en sanciones económicas y financieras por ambas partes hacia los personajes más allegados a Rusia y EE.UU., pero las grandes sanciones tendrán que esperar, porque la Rusia de hoy es un importante cliente de Europa Occidental, al proveerles de una significativa cantidad de hidrocarburos que alimentan sus industrias y brindan calefacción a sus hogares, por lo que disfruta de la comodidad de vivir en un mundo interdependiente.
El tema sin lugar a dudas ha atraído la atención de los grandes reflectores mundiales debido a que no había existido una tensión internacional similar entre los dos países más poderosos del mundo (en términos militares) desde la Guerra Fría, pero hoy en día el entorno internacional ya no es bipolar, por lo que cada variable de la ecuación se hace más compleja en la medida que hay más actores con intereses contrapuestos.
La postura del presidente Vladimir Putin es determinante y a la vez pragmática: mientras que ha declarado que Rusia brindará protección a los ciudadanos de origen ruso o en su defecto a los que hablen aquella lengua eslava, mediante el traslado de fuerzas armadas rusas a la zona Este de Crimea, también se ha acercado a Occidente después de dos semanas de tensión para buscar una salida diplomática.
El líder ruso está consciente del valor simbólico de ambas acciones de política exterior: por un lado ha logrado la simpatía de la población de Crimea que se ha alineado incluso en horario a Rusia, mientras que por otro lado, ha tratado de solucionar el conflicto por medio de una llamada telefónica –inesperada- al presidente estadunidense Barack Obama, quien tomó la misma en Arabia Saudita. Esta acción le permite al presidente ruso ganar tiempo en la disputa, para legitimar la anexión de Crimea, ya que aunque la llamada derivó en una reunión entre los ministros del exterior de ambos países, que no tuvo ninguna consecuencia significativa, este hecho muestra a Rusia como un actor abierto al dialogo.
La preocupación de los líderes del mundo es que Rusia utiliza la apertura diplomática para tratar de calmar las tensiones que provoca. En este tenor, los países miembros de la OTAN han expuesto su intranquilidad respecto a las posibles intenciones de Rusia de incursionar en territorio ucraniano, para llegar a otra de las regiones que han buscado la secesión, como en el caso de la región Trans-Dniester en Moldavia.
Hasta el momento solo hay tres partes involucradas, pero Ucrania, quien debería ser el protagonista de los acuerdos no es invitado a los mismos por el momento, es un espectador que debe evaluar muy buen el apoyo de Occidente antes de aceptar convertirse en otro de los deudores de las instituciones financieras internacionales, al final de cuentas nada es gratis en la arena internacional.
Otros países de gran peso en el escenario global han decidido mantenerse al margen de la situación. La última resolución de la Asamblea General de Naciones Unidas referida al tema de Crimea (GA/11493)  brinda plena soberanía a Ucrania sobre el territorio de la península e insta a los países a no reconocer la anexión rusa. Sin embargo, dicho documento cuenta con solo 100 votos a favor, 58 abstenciones y 11 votos en contra, lo cual no es suficiente para hablar de “unidad” o “respaldo” hacia Ucrania por parte de la comunidad internacional.
Además, la Asamblea General es un órgano simbólico de la ONU, que no cuenta con una contundencia vinculante, como sí la tiene hacer el Consejo de Seguridad que para este tema está paralizado por el veto ruso y el abstencionismo de China, que demuestra una vocación por mantener su tradicional apoyo a la nación rusa.
Como en un juego de debate y persuasión los argumentos de cada una de las partes están sobre la mesa; las posturas se mantienen abiertas con el único objetivo de ser completadas con una idea que justifique una acción bélica o una salida diplomática, que cuente con la venia popular, pero que solo beneficiará a quienes hayan calculado mejor el peso de las variables en esta ecuación.


© Ignacio Pareja Amador, publicado en diversos periódicos y medios informativos en Latinoamérica. Marzo 2014. 

Noche blanca en Melbourne

Las políticas Públicas de hoy deben ser diferentes. Vivimos en la época de los ciudadanos, de las redes, de la identidad local ante el tornado de la globalización. Es un momento en el que los individuos exigen de mayor interacción con su entorno, con sus monumentos, parques y avenidas, quienes igualmente demandan de mayor involucramiento en las políticas que implementan sus gobiernos.
El pasado fin de semana, entre las 7 pm del sábado 22 de febrero y las 7 am del domingo 23, la ciudad de Melbourne, Australia se vistió de luces para recibir a más de 300 mil visitantes, que interactuaron con diversos escenarios culturales, con la posibilidad de deleitar muestras de arte, música, cinematografía, teatro, arquitectura, iluminación, etc.
El evento se denominó “White Night Melbourne”, siendo una iniciativa inspirada en la “Nuit Blanche” de Paris, que forma parte de una red de programas similares, donde participan más de 20 ciudades alrededor del mundo. El organizador de dicho proyecto es el gobierno del Estado de Victoria, el cual ha logrado sincronizar beneficios económicos, sociales, culturales y políticos en una actividad que responde a la veloz dinámica social de los ciudadanos de esta determinación geográfica australiana.
El objetivo de esta iniciativa es convertir por 12 horas al corazón de la ciudad de Melbourne en una macro instalación artística en donde los distintos espacios urbanos (las calles, edificios, centros comerciales, estaciones de tren, etc.) son parte de una experiencia vivencial no convencional.
Los beneficios de esta iniciativa son fácilmente cuantificables: la gran mayoría de negocios en la ciudad están abiertos (sobre todo los de comida y los bares) y con una demanda constante y fluyente.
Las avenidas y calles de la ciudad se convierten en un espacio de interacción y recreación social, lo cual fortalece el tejido social y la sensación de comunidad.
Los museos, bibliotecas, universidades y galerías abren de forma gratuita sus puertas para que los ciudadanos conozcan los servicios que otorgan y de paso den un vistazo por las muestras que tienen expuestas.
También se fortalece el sentido de identidad australiana, en un país cuya historia tiene como origen otro continente en una isla llamada Gran Bretaña, de manera que cada actividad presta atención suficiente hacia algún escritor, músico, pintor, arquitecto o personaje de Australia.
Políticamente el evento es rentable porque da testimonio de la capacidad logística del gobierno local, de la apertura que tiene con los artistas australianos e internacionales y de la buena colaboración que lleva con instituciones académicas, con los empresarios y con los centros culturales de la ciudad.
Es difícil hablar de costos cuando se ven los resultados de una política pública exitosa, pero los hay en términos de las instalaciones luminosas, en el operativo de limpieza e higiene previo y posterior al evento y sobre todo en cuanto a la seguridad; ya que proteger a grandes aglomeraciones es todo un reto, sin embargo en este caso, los riesgos disminuyen debido al alto sentido de civilidad de los ciudadanos melbournianos.
La “White Night Melboune” nos deja interesantes lecciones a quienes buscamos tener alguna incidencia a favor de nuestros lugares de origen. Nuestros lideres políticos, que son un extracto selecto de la sociedad, deben considerar que la interacción con los ciudadanos de hoy es distinta, que una política pública exitosa tiene que tomar en cuenta de forma integral los beneficios en términos económicos, sociales, culturales y políticos, sobre los costos en los mismos términos.
Como reflexión final podemos decir que para tener una política publica exitosa en el siglo XXI, los tomadores de decisión deben tomar en cuenta que la percepción de la ciudadanía es importante, pero la interacción es vital. La mayoría de las veces la sociedad avanza de manera más veloz que el gobierno, de forma que las políticas públicas están desfasadas de lo que necesita y requiere la población.  
Nuestros gobernantes deben reconocer que vivimos y somos parte de una sociedad postmoderna, donde el arte y la cultura están en constante trasformación, lo cual abre la posibilidad de crear más con menos. 
Esta colaboración es una invitación para pensar diferente, para ver al mundo con una lente más amplia, porque normalmente se evalúan las acciones públicas solo con una lente política, corriendo el riesgo de usar la misma fórmula, el mismo método, que tiene resultados negativos comprobados. Parafraseando a Albert Einstein: “si buscas obtener resultados distintos, tienes que hacer las cosas de manera diferente”.


© Ignacio Pareja Amador, publicado en diversos periódicos y medios informativos en Latinoamérica.  Febrero 2014

De regreso a Santiago

Hace ya cuatro años que visité Santiago de Chile, una ciudad que acababa de vivir uno de los siniestros naturales más desastrosos de su historia, un sismo de 8.8 grados en escala de Richter que puso a prueba la capacidad de respuesta del gobierno chileno, que se preparaba para conmemorar el bicentenario de la independencia del país más austral del continente.
En aquella ocasión reporte desde este reflector mundial algunas impresiones sobre el modelo de desarrollo chileno, un esquema que otros países latinoamericanos tomaron como referencia para sus administraciones públicas, con ejemplos como la Fundación Chile; que apoya desde los años sesenta proyectos de innovación productiva con financiamiento mixto público-privado, la Agencia PROCHILE, que fomenta las exportaciones y atrae inversión extranjera, o incluso como el Sistema de Pensiones que deslinda la responsabilidad estatal en esta prestación social.
A cuatro años de distancia, tuve la fortuna de volver a Santiago para evaluar su evolución desde una perspectiva diferente; con la lente de los años, que me obliga a analizar los fenómenos sociales de manera más vivencial que científica.
Durante este viaje pude constatar que la buena imagen que exporta Chile al mundo, no es compartida por los chilenos que viven en el país y en el extranjero, quienes no perciben que la economía chilena haya crecido en los últimos tres años 5.2% en promedio, mientras que los países desarrollados lograron apenas un crecimiento de 1.4% en promedio (FMI).
Tampoco creen que este dinamismo económico se refleje en los bolsillos de la población de a pie, pese a que el ingreso per capita de los chilenos es de $18,200 dólares (CIA 2012), uno de los más altos de América Latina, el cual registró un crecimiento de casi 2 mil dólares entre 2010 y 2012. Los chilenos con los que pude compartir la palabra, me comentan que la inequidad es una de las características de Santiago, una ciudad en la que se pueden encontrar ambientes de primer y tercer mundo a muy corta distancia.
Los chilenos tampoco identifican que su país cuenta con una gran diversificación comercial, ya que se colocan sus productos en países como China (23.3%), EE.UU. (12.3%), Japón (10.7%) y Corea del Sur (5.85%) principalmente, mientras que importan bienes de EE.UU. (22.9%), China (18.2%), Argentina (6.6%) y Brasil (6.5%).
Estos porcentajes son envidiables por diversas razones; en primer lugar le permiten a Chile no estar sujeto a las condiciones económicas de uno o dos socios comerciales, lo cual puede generar tensiones o compromisos políticos que los obliguen a anclar su actuar internacional a las posturas de sus socios. En segundo lugar, le permiten generar un superávit comercial, que ronda los cuatro mil millones de dólares (CIA 2012), con las economías más poderosas del planeta, lo que significa un éxito en sus relaciones comerciales.
Por otro lado, los chilenos perciben a su país como una isla alargada, separada de América Latina gracias a los majestuosos Andes, pero cercana al Pacífico y sus grandes mercados, lo cual se puede ver reflejado en lo distante geográficamente de sus principales socios en materia de exportación. Los líderes chilenos han entendido que la riqueza mundial se está mudando a la zona del Pacífico y que los 6,400 km de litoral de Chile son la mejor puerta para salir al mundo a vender y promocionar sus productos.
“Chile es el país más alejado de los sudamericanos” me dice un compañero becario de Argentina, quien percibe que el país del pisco no tiene ninguna intención de hacer alianzas estratégicas con las naciones de Sudamérica, menos con el Mercosur, porque está demasiado ocupado con sus socios asiáticos y norteamericanos.
Aunque si tiene intenciones de cooperar con socios estratégicos en la región como México, Colombia y Perú, con quienes ha impulsado desde abril de 2011 la Alianza del Pacífico, una “iniciativa de integración nacional que fomenta la libre circulación de bienes, servicios, capitales y personas entre las partes”, que igualmente les permite construir una posición conjunta ante la importantísima área de Asia-Pacifico.
No podría cerrar esta visita al país de Neruda y Gabriela Mistral, a la nación que vio el socialismo democrático de Allende y el liberalismo militar de Pinochet sin hablar del recurso más valioso de Chile: su sociedad, la cual se caracteriza por ser curiosa y dinámica; activa en sus protestas y poco conformista y critica con su gobierno. Son ellos el quinto poder que equilibra los efectos de un modelo económico importado, en un país donde el Estado busca poner las reglas del juego económico, sin influir en el mercado. Una sociedad que sueña con el anhelo de que “Mucho más temprano que tarde, de nuevo se [abran] las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor”, parafraseando al presidente poeta Salvador Allende.

Desde Melbourne, Australia, porque para el quinto poder no hay fronteras.


© Ignacio Pareja Amador, publicado en diversos periódicos y medios informativos en Latinoamérica.  Febrero 2014. 

Medir para servir mejor

La sociedad avanza siempre a una velocidad superior en comparación con la dinámica de la administración pública. Estamos cada vez más cerca de una nueva generación de ciudadanos que demandan mejores servicios públicos, que exigen ser tratados con calidad y calidez, que consumen solo los mejores bienes, al menor costo.
Cuando Max Weber propuso en el siglo XIX el modelo burocrático como una forma de organización en el Estado, ante la complejidad que implica la administración de las funciones de lo público, no era posible prever que dicho modelo sería rebasado por su propia complejidad e incluso que tendría que avanzar a una forma más sofisticada de organización, como comenzaba a serlo el modelo de gerencia en el sector privado.
Este último avanzó de manera espectacular durante el siglo XX con una idea sencilla y congruente: organizar para generar la mayor cantidad de ganancias al menor costo para el dueño o dueños de la empresa, y fue tan exitoso que incluso el sector público volteó a lo privado para aprender sus técnicas de administración, las cuales se basaban en una medición constante del desempeño de las actividades y de un proceso de evaluación continuo, que ubica cuando no se alcanzan las metas deseadas, en qué parte del proceso está el error, para corregirlo y mantener las deseadas ganancias.
El uso de las estadísticas facilita en mucho el actuar gubernamental, permite medir tanto la efectividad de los gobiernos, que hoy en día no tienen la responsabilidad de modificar las dinámicas sociales; sino que contribuyen en su  transformación, así como la viabilidad de los programas, sobre todo de corte social, siguiendo la máxima de que “lo que no se mide no se conoce, y lo que no se conoce, no se puede resolver”.
Sin lugar a dudas el sistematizar la información de los registros administrativos es una herramienta que alienta la construcción de una ciudadanía más informada, que demanda gobiernos transparentes, cercanos y abiertos, que sean ventanas al desempeño gubernamental. Esto ha sido ampliamente entendido por los gobiernos de Latinoamérica, los cuales por recomendación de diversos organismos internacionales; llámese el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), o el Fondo Monetario Internacional (FMI); han comenzado la implementación de un “Sistema de Evaluación de Desempeño”, esto es, trabajar con base en resultados medibles.
En pocas palabras estamos hablando de un modelo que toma en cuenta el ciclo completo de las Políticas Públicas y que tiene como variable constante la generación de –valor público- lo que significa que impacten positivamente a una población objetivo, que carezca de las condiciones de bienestar y oportunidades que el Estado está obligado a proporcionarle.
Muchos países de Iberoamérica han comenzado a instaurar cambios en su legislación con el fin de aplicar Modelo de Gestión por Resultados (GpR), de manera que han enmendado su Ley de Planeación, a favor de la instauración de mecanismos de evaluación, seguimiento y control en las actividades presupuestarias. Sin embargo, la mayoría de los Estados se encuentran en la construcción de los cimientos de este nuevo sistema, que lleva avances significativos, pero que al igual que la mayoría de cuestiones administrativas depende en gran medida de la voluntad política.
Si bien es cierto, dicho modelo puede generar externalidades positivas en el ejercicio de la administración pública, como el hecho de constar con información sistematizada, confiable y al alcance de los ciudadanos, no todo es miel sobre hojuelas tanto en el Modelo de GpR como en el uso excesivo de las estadísticas por parte de los gobiernos.
Como primera crítica podemos ver que el Modelo GpR es una doble importación. En primer lugar es una herencia del sector privado, que hoy en día se rige con modelos administrativos más avanzados y dinámicos. En segundo lugar es un modelo que se importa de las empresas de los países desarrollados, de manera que no responde a la realidad que vivimos en América Latina, donde es escaza la mano de obra técnica y calificada respecto al tema, a nivel de los gobiernos nacionales, estatales o municipales.
La segunda critica se refiere al uso excesivo de la estadística, a querer contabilizarlo todo, lo cual puede afectar la labor ejecutiva y operativa del gobierno, sobre todo si tomamos en cuenta que la idea general de los líderes gubernamentales y de muchos ciudadanos es reducir el tamaño del Estado para “hacer más con menos”, de forma que se deja a la deriva la decisión de “ejecutar o medir”.
Pese a lo anterior podemos decir que las estadísticas son sumamente útiles cuando se tienen metas claras y se conocen las limitaciones de las mismas, porque al final de cuentas un indicador solo nos brinda una fotografía instantánea de un momento en particular, además de que se construye con la subjetividad del investigador que lo genera. Lo más importante de -medir para servir mejor- es tener en cuenta que sin ciudadanos interesados en la información, las estadísticas pierden congruencia y razón de ser, si las instituciones públicas no las “ciudadanizan” habremos gastado muchísimos recursos humanos y financieros en una tarea sin sentido para la ciudadanía.


© Ignacio Pareja Amador, publicado en diversos periódicos y medios informativos en Latinoamérica. Enero 2014