lunes, 26 de mayo de 2014

Colombia: ¿Elecciones por la paz?

La reconciliación nacional es un objetivo sumamente importante para cualquier país que ha sufrido de un conflicto armado al interior de su territorio. Para que se alcance esta meta de forma pacífica es necesario que las partes en disputa reconozcan la legitimidad de su contraparte como agentes de cambio, en una negociación donde se tenga en claro que no habrá ganadores ni perdedores, pues el esfuerzo por cesar de forma permanente los enfrentamientos reconoce un interés superior al de las partes involucradas, pues se sostiene sobre la voluntad general.
El fin de semana pasado Colombia celebró elecciones presidenciales ante un complejo escenario de descalificaciones, confusiones y contradicciones entre los principales protagonistas de la jornada electoral: el candidato presidente Juan Manuel Santos y el candidato del partido Centro Democrático Óscar Iván Zuluaga.
Ante un altísimo abstencionismo de poco más del 60% del padrón electoral, el candidato Zuluaga obtuvo la victoria con el 29% de los votos, mientras que el actual presidente Santos alcanzó apenas un 25%, por lo que ambos candidatos buscarán generar alianzas para vencer en la segunda ronda electoral, que acontecerá el próximo 15 de junio.
Las elecciones se dan en un momento de amplia complejidad para la vida pública en un país que guarda en su memoria histórica cinco décadas de guerrilla, alrededor de 6 millones de desplazados por los enfrentamientos y que ha llorado a más de 220 mil muertos por una guerra de colombianos contra colombianos.
Este no es un problema propio de Colombia, el ilusionismo electoral ha cegado aunque sea por una vez a prácticamente todos los países de Latinoamérica, impidiendo que los temas de fondo, que las propuestas serias y formales sean discutidas, mientras que los asuntos más polémicos o controversiales, aquellos que se alimentan del morbo político, ocupan mayor atención en los medios de comunicación y por tanto en su audiencia, que en la mayoría de los casos solo distingue blancos o negros; buenos o malos, sin hacer un examen crítico de los argumentos que escucha.
Y es que los políticos en Latinoamérica dominan perfectamente el arte de la retórica y la demagogia, siendo capaces de envolver a una audiencia cautiva ante la menor oportunidad, aprovechando cualquier reflector para transmitir un buen discurso técnico y persuadir a los votantes.
Así lo hizo el candidato Iván Zuluaga, cuando previo a la elección, lo interceptaron reporteros de la prensa nacional para cuestionarlo por sus supuestos nexos con el hacker Andrés Sepúlveda (hecho publicado mediante un video en medios electrónicos), donde el político colombiano estableció en los cuatro minutos y medio de su entrevista tres ideas principales: que el video era un “vulgar montaje”, que es un político con amplia experiencia y que es el mejor candidato para Colombia. Sin contestar ninguna pregunta más de la prensa, el candidato logró neutralizar el efecto negativo de las acusaciones, que en días posteriores se probaron como verdaderas, haciendo uso de su buen manejo de lenguaje ciudadano y de su alto discurso político.
La ciencia del engaño es una herramienta vital para quienes detentan el poder, pues el mismo presidente Santos no está exento de usar elementos de confusión para deteriorar la imagen de su contrincante, al pronunciar en su discurso que él es el único canal para la paz, asumiendo que los otros candidatos prefieren vivir en un país en guerra.
El tercero en discordia es el ex presidente Álvaro Uribe, quien tuvo como Ministro de Defensa al mismísimo Manuel Santos (2006-2009), quien era candidato urubista en los remotos ayeres de 2010. El hoy senador, quien conoce muy de cerca a ambos candidatos, acusa a los asesores del presidente Santos, de haber recibido financiamiento del narcotráfico, en un batalla paradójica en términos de ideología, pues se enfrentan dos facciones de la derecha colombiana, mediante descalificaciones que ensucian el proceso electoral y lo más peligroso pueden afectar el proceso de paz  en Colombia.
El problema de fondo en aquella nación de Sudamérica no son en sí los actores que detentan el poder, ni sus estrategia para conquistar a los electores, el gran inconveniente es que se permita que un tema toral para el país, como lo es el proceso de paz y la reconciliación nacional pueda cambiar súbitamente o detenerse cada cuatro u ocho años.
El gran reto para Colombia es la institucionalización de la paz como una política permanente, que trascienda el periodo electoral y que les permita a los ciudadanos participar durante todo el proceso, independiente de quien llegue poder. De los colombianos dependerá que su próximo presidente sea un mero administrador de bienestar a corto plazo o un gran estadista que los encause a una paz perpetua.


© Ignacio Pareja Amador, publicado en diversos periódicos y medios informativos en Latinoamérica. Mayo 2014.

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