jueves, 8 de mayo de 2014

Adiós al prisionero 466

Era el símbolo de una nación nueva, que fundamentó su identidad en la idea del personaje que lucho por eliminar las diferencias entre los seres humanos derivadas del color de la piel. Son pocos los hombres que verdaderamente se preocupan por lo que ocurre con el destino de su nación, son un número sumamente reducido las personas que dejan lecciones de vida a las futuras generaciones, vislumbrando cambios con una esperanza inquebrantable, incluso cuando no gozan de la principal garantía del hombre: la libertad; porque, de qué sirve la vida si no se es libre.
Quienes observamos los cambios en las costumbres de la sociedad nos hemos dado cuenta que es gracias a los hombres y mujeres vanguardistas, aquellos que reman contra la corriente con argumentos sólidos, lógicos y bien razonados, que la evolución de una sociedad se hace posible.
El 5 de diciembre dejo el mundo de los mortales el prisionero 466, un hombre que anheló la libertad de su pueblo incluso cuando estuvo preso 27 años por creer en la igualdad, la equidad y el derecho ciudadano para todos los sudafricanos sin distinción de razas o posición económica, porque al final de cuentas el derecho y la justicia aspiran a la aplicación de la normatividad para todos los habitantes de un país.
Nelson Mandela fue un hombre vanguardista; un ciudadano que observó el entorno internacional contantemente, que peleó contra la discriminación racial; un hombre a favor del orgullo africano, que no dudo en tomar las armas y organizar a un sector de la población para levantarse en contra de un régimen que mantenía la segregación racial como una “estrategia de desarrollo”, bajo la lógica de que los de “color” eran ciudadanos de segunda clase con distintos derechos, obligaciones y por lo tanto con menos privilegios.
Mandela o Madiba como le conocen los sudafricanos sabía que cuando un movimiento se radicaliza y su idea no es correcta, se corre el riesgo de caer en el dogma para abandonar por siempre el dialogo y profundizar en el conflicto, de ahí la importancia de mantener una postura flexible acorde a las creencias y valores de la sociedad internacional.
El concepto de libertad hace referencia a la “facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra, y de no obrar, por lo que es responsable de sus actos” así como a la falta de sujeción y subordinación”. No fue sino hasta hace diecinueve años cuando los sudafricanos pudieron ejercer la libertad de elección, en un país donde la minoría blanca (10%) dominaba en todos los aspectos a la mayoría negra que representaba el 80% de la población.
Como promotor de estos cambios en Sudáfrica, Mandela compartió el Premio Nobel de la Paz en 1993 con Frederik De Klerk, el último eslabón de la política del Apartheid y quien posibilitó los cambios para que las leyes discriminatorias fueran derogadas.
Un año más tarde, a la edad de 76 años, Madiba fue el primer presidente sudafricano elegido de forma democrática. Gracias a él se implementó un sistema de democracia multirracial, en el único país verdaderamente prospero del continente africano.
Hoy en día Sudáfrica es considerado un país emergente, tiene un PIB de 592 mil millones de dólares, que lo coloca como el Estado número 25 más rico del mundo, su población de 48.6 millones habitantes goza de un ingreso per capita de 11,600 dólares (muy por encima de la media africana). Es un importante polo de atracción de migrantes provenientes de sus vecinos africanos e incluso de asiáticos como los pakistaníes e hindúes.
Es un país en proceso de equilibrio, aún sus estadísticas lo ubican como subdesarrollado, pues existen regiones que no cuentan con todos los servicios y recursos tecnológicos, la esperanza de vida es de 49.4 años, es el cuarto país con mayor porcentaje de infectados de VIH-SIDA (17.8%), el cincuenta por ciento de la población vive bajo la línea de la pobreza, donde la minoría blanca mantiene el poder económico, sin embargo en materia de política el sufragio es por fin universal.
Mandela, con una vida que sumó cientos de experiencias, ha dejado este mundo de mortales, haciendo de su símbolo una herencia universal de paz, igualdad y justicia. Aquel hombre de más de nueve décadas supo que pese a que el tiempo muchas veces se lleva parte de lo que fuimos, su legado ocupará el espacio que pertenecía al autoritarismo, a la discriminación, a las ideas retrogradas de la segregación racial. Supo que contribuyó a hacer efectivos los principios de la tolerancia, la pluralidad, la igualdad y la voluntad de las mayorías, los pilares más importantes de la democracia, un elemento imprescindible para el desarrollo ciudadano de cualquier nación. Descansa en paz Madiba.


© Ignacio Pareja Amador, publicado en diversos periódicos y medios informativos en Latinoamérica. Diciembre 2013. 

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