lunes, 2 de junio de 2014

La herencia inevitable

¿Cuál es la política energética más efectiva en términos del cuidado y la preservación del medio ambiente? Hace un par de días el presidente estadunidense Barack Obama expuso la intención del gobierno norteamericano de implementar un fuerte paquete normativo para reducir la producción de energía mediante el uso de combustibles fósiles como el carbón y el petróleo.
El presidente Obama dejo muy en claro que el impulso de Estados Unidos hacia este tipo de iniciativas amigables con el medio ambiente será un fuerte estímulo para que otras naciones sigan su ejemplo, en aras de reducir los efectos del cambio climático.
En general dicha iniciativa puede considerarse como positiva para EE.UU., pues se busca que su sector energético sea más eficiente, que utilice nuevos insumos para la producción de energía, y que materialice los miles de millones de dólares que se han invertido en el desarrollo de “alternativas verdes”, sin embargo, la exportación de esta iniciativa a otros países, sobre todo a aquellos que están en proceso de desarrollo, presenta diversas dificultades que impedirán que los buenos deseos en favor del planeta sean llevados a cabo.
Hace algunos años, ante la antesala del que sería uno de los temas medulares del inicio del siglo XXI, el doctor Mariano Marzo, autor del artículo “El hombre del hidrocarburo y el ocaso de la era del petróleo” estableció tres sencillas reglas para que una política energética fuera sostenible en el futuro: la obtención de la energía debe ser económica, ecológica y de fácil acceso. Una iniciativa de corte energético carente de estas características difícilmente resolvería el grave problema de la contaminación y el calentamiento global.
El problema de las buenas intenciones del gobierno norteamericano, en materia de la reducción del uso de los hidrocarburos como fuente de energía, es la persuasión hacia los gobiernos del mundo para que apliquen disposiciones similares, sobre todo cuando en las fuentes de energía a las que tienen acceso los países en desarrollo no son ecológicas, no son económicas y su acceso es limitado.
Además las “tecnologías verdes” son sumamente caras incluso para los países desarrollados, lo cual es una fuerte limitante que rebasa toda intención política para implementar iniciativas de producción energética amigables con el medio ambiente.
En vez de reconocer que el planeta tierra es un sistema cerrado, donde no existen fronteras para los contaminantes, la comunidad internacional ha centrado el tema del cuidado del medio ambiente en una esfera de imagen política, pues las iniciativas existentes no ofrecen cambios profundos en las raíces del calentamiento global, sino que solamente se brindan soluciones superficiales que no impedirán que el consumo per capita de energía de un ciudadano estadunidense, sea el doble del de un ciudadano en otra parte del mundo.
Este tipo de iniciativas contribuyen además con una perspectiva de desarrollo aspiracional. Los ciudadanos de los países que transitan hacia el desarrollo tienen muy claro que lograran alcanzar sus objetivos materiales en el momento en el que puedan satisfacer todas o la mayoría de sus necesidades, que en términos económicos son infinitas. De esta manera podemos proyectar escenarios donde las nuevas clases medias en países como China o la India demanden de una mayor cantidad de bienes y servicios, ampliando de forma importante la huella ecológica del ser humano en el planeta.
Desafortunadamente los líderes mundiales han omitido aquella máxima de quien fuera el primer director ejecutivo de la agencia europea de medio ambiente, el doctor Domingo Jiménez de Beltrán quien decía que los países exitosos en el futuro no serán aquellos que más energía utilicen, sino los que menos energía consuman.
El problema de fondo en materia de energías sostenibles no se compone únicamente de los insumos que se “queman” como el carbón o el petróleo para producir energía o productos derivados, sino que deriva también y sobre todo de los hábitos de consumo de las sociedades industrializadas y la aspiración de las que están en proceso de desarrollo.
Una posible solución a este importante reto global radicará en el cambio en los modelos de consumo de las generaciones futuras, tanto en los países industrializados como en los que transitan a pasos agigantados hacia estos escenarios, ya que la producción de energías verdes, por más amigable que sea con el medio ambiente, tiene un efecto negativo en los ecosistemas del planeta, además genera altos costos económicos para los países en desarrollo que la implementan.
Cambiar los hábitos de consumo puede ser una medida efectiva para hacer frente de manera seria al calentamiento global, sin embargo, el uso de una iniciativa con estas características puede afectar a quienes se han beneficiado de un modelo económico basado en el consumo y las ganancias de la demanda masiva, condenando a que este importante tema se discuta sin cesar en un círculo argumentativo que se niega a brindar soluciones serias en el presente, heredando inevitablemente el problema a las generaciones futuras.


© Ignacio Pareja Amador, publicado en diversos periódicos y medios informativos en Latinoamérica. Junio 2014.

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