¿Cuál es la política energética más efectiva en términos del cuidado y
la preservación del medio ambiente? Hace un par de días el presidente
estadunidense Barack Obama expuso la intención del gobierno norteamericano de
implementar un fuerte paquete normativo para reducir la producción de energía
mediante el uso de combustibles fósiles como el carbón y el petróleo.
El presidente Obama dejo muy en claro que el impulso de Estados Unidos
hacia este tipo de iniciativas amigables con el medio ambiente será un fuerte estímulo
para que otras naciones sigan su ejemplo, en aras de reducir los efectos del
cambio climático.
En general dicha iniciativa puede considerarse como positiva para
EE.UU., pues se busca que su sector energético sea más eficiente, que utilice
nuevos insumos para la producción de energía, y que materialice los miles de
millones de dólares que se han invertido en el desarrollo de “alternativas
verdes”, sin embargo, la exportación de esta iniciativa a otros países, sobre
todo a aquellos que están en proceso de desarrollo, presenta diversas
dificultades que impedirán que los buenos deseos en favor del planeta sean
llevados a cabo.
Hace algunos años, ante la antesala del que sería uno de los temas
medulares del inicio del siglo XXI, el doctor Mariano Marzo, autor del artículo
“El hombre del hidrocarburo y el ocaso de la era del petróleo” estableció tres
sencillas reglas para que una política energética fuera sostenible en el
futuro: la obtención de la energía debe ser económica, ecológica y de fácil
acceso. Una iniciativa de corte energético carente de estas características
difícilmente resolvería el grave problema de la contaminación y el
calentamiento global.
El problema de las buenas intenciones del gobierno norteamericano, en
materia de la reducción del uso de los hidrocarburos como fuente de energía, es
la persuasión hacia los gobiernos del mundo para que apliquen disposiciones
similares, sobre todo cuando en las fuentes de energía a las que tienen acceso
los países en desarrollo no son ecológicas, no son económicas y su acceso es
limitado.
Además las “tecnologías verdes” son sumamente caras incluso para los
países desarrollados, lo cual es una fuerte limitante que rebasa toda intención
política para implementar iniciativas de producción energética amigables con el
medio ambiente.
En vez de reconocer que el planeta tierra es un sistema cerrado, donde
no existen fronteras para los contaminantes, la comunidad internacional ha
centrado el tema del cuidado del medio ambiente en una esfera de imagen
política, pues las iniciativas existentes no ofrecen cambios profundos en las
raíces del calentamiento global, sino que solamente se brindan soluciones
superficiales que no impedirán que el consumo per capita de energía de un
ciudadano estadunidense, sea el doble del de un ciudadano en otra parte del
mundo.
Este tipo de iniciativas contribuyen además con una perspectiva de
desarrollo aspiracional. Los ciudadanos de los países que transitan hacia el
desarrollo tienen muy claro que lograran alcanzar sus objetivos materiales en
el momento en el que puedan satisfacer todas o la mayoría de sus necesidades,
que en términos económicos son infinitas. De esta manera podemos proyectar
escenarios donde las nuevas clases medias en países como China o la India
demanden de una mayor cantidad de bienes y servicios, ampliando de forma
importante la huella ecológica del ser humano en el planeta.
Desafortunadamente los líderes mundiales han omitido aquella máxima de
quien fuera el primer director ejecutivo de la agencia europea de medio
ambiente, el doctor Domingo Jiménez de Beltrán quien decía que los países
exitosos en el futuro no serán aquellos que más energía utilicen, sino los que
menos energía consuman.
El problema de fondo en materia de energías sostenibles no se compone
únicamente de los insumos que se “queman” como el carbón o el petróleo para
producir energía o productos derivados, sino que deriva también y sobre todo de
los hábitos de consumo de las sociedades industrializadas y la aspiración de
las que están en proceso de desarrollo.
Una posible solución a este importante reto global radicará en el cambio
en los modelos de consumo de las generaciones futuras, tanto en los países
industrializados como en los que transitan a pasos agigantados hacia estos
escenarios, ya que la producción de energías verdes, por más amigable que sea
con el medio ambiente, tiene un efecto negativo en los ecosistemas del planeta,
además genera altos costos económicos para los países en desarrollo que la
implementan.
Cambiar los hábitos de consumo puede ser una medida efectiva para hacer
frente de manera seria al calentamiento global, sin embargo, el uso de una iniciativa
con estas características puede afectar a quienes se han beneficiado de un
modelo económico basado en el consumo y las ganancias de la demanda masiva,
condenando a que este importante tema se discuta sin cesar en un círculo
argumentativo que se niega a brindar soluciones serias en el presente, heredando
inevitablemente el problema a las generaciones futuras.
© Ignacio Pareja Amador, publicado en
diversos periódicos y medios informativos en Latinoamérica. Junio 2014.
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