Si hace tres o cuatro décadas alguien preguntara ¿cuál es el país más poderoso de América Latina? La respuesta hubiera variado en tan sólo dos países de la Región: México y Brasil. El primero no sólo se distinguía por el tamaño de su economía, si no que era el referente más fuerte de la región, al haber sido la principal colonia española (Nueva España), por ser el país con el mayor número de hispanoparlantes, por ser un país mestizo, rico en recursos naturales, un país diplomáticamente activo, respetuoso, pero sobretodo que cuidaba las normas de transición política, lo cual daba muestra de su independencia ante el coloso del norte (EE.UU.). Del segundo podemos decir que en aquellos años (70’s-80’s) tenía de igual manera una economía mediana, fue la mayor colonia de Portugal, era y es un país étnicamente diverso, vasto en recursos naturales, pero tenía ciertos rezagos a nivel internacional, producto de la mala imagen de la dictadura que gobernó aquel país por 21 años (1964-1985).
La variable política es por demás importante, por ello podríamos decir que la respuesta a la pregunta inicial se habría orientado en mayor medida a nuestro país, México: ¡éramos los líderes de América Latina!
Hoy en día la respuesta es sesgada y ha cambiado. El país más poderoso e influyente de América Latina ya no es México, es Brasil. Aquel es el noveno país más rico del mundo con un PIB de 1.9 billones de dólares, crece al 5.1% gracias a su diversificación económica (sobretodo a sus relaciones con el continente asiático), es el quinto país más poblado del mundo (198 millones), el quinto más grande (en territorio). Tiene una diplomacia activa y propositiva que lo ha llevado a integrar importantes bloques alternos como la iniciativa de países emergentes BRIC (Brasil, Rusia, India y China). Además es el actual líder de la integración más consolidada de América del Sur, el Mercado Común del Sur (MERCOSUR). Es el principal protagonista de la Comunidad Sudamericana de Naciones, una iniciativa que alberga a más de 500 millones de habitantes (la UE tiene 491 millones). Ni hablar de sus recursos naturales. Aquel país alberga la mayor parte de la selva amazonas, tiene un río de 6,626 km (el río más grande del mundo) con el mismo nombre, cuenta con el 20% de recursos hídricos mundiales, maderas tropicales, petróleo, vasto territorio. Tiene representación en la estación espacial internacional, además de contar con uno de los programas de energías alternativas más ambicioso y rentable del mundo.
Aquel país es el más poderoso de América Latina, comparte varios rasgos con la región: la historia colonial, la dependencia hacia naciones extranjeras (Reino Unido y EE.UU.), la diversidad cultural, la raíces europeas, africanas e indígenas, la histórica inestabilidad económica, la mala distribución del ingreso e incluso el acérrimo amor por el futbol.
Brasil es un buen ejemplo para contextualizar lo que ocurre en América Latina: pese a sus vastos recursos naturales, a los años de abolengo post segunda guerra mundial (donde se crearon ciudades administrativas como Brasilia con grandes expectativas de vida), pese al sostenido crecimiento económico, al gran tamaño de su economía, en aquel país el 31% de la población se encuentra bajo la línea de la pobreza, existe una pésima distribución del ingreso: “los ricos son tan ricos como los acaudalados europeos y los pobres tan pobres como los africanos”. Aquellos viven en las ya famosas favelas; aglomerados urbanos, círculos de pobreza, incubadoras de crimen, canales de circulación de drogas, pero también lugares de samba y capoeira.
Brasil es un país de dilemas, de ricos y pobres, de comunidades de negros, blancos, mestizos, asiáticos e indígenas, de atropellos a los aborígenes del amazonas, de explotación, corrupción, cacicazgos. Brasil ejemplifica perfectamente el rol social que se vive en las naciones emergentes: con un bajo porcentaje de población que se beneficia del crecimiento económico y un alto porcentaje de personas que no disfrutan de la derrama económica.
Pese a lo negativo de la situación social que se vive en aquel país, debemos estar conscientes que no se puede esperar que un país se desarrolle sin generar riquezas de manera sesgada hacia ciertos sectores, en un primer momento. Lo que pretendemos resaltar aquí, es la forma en la que un país “similar” al nuestro está avanzando en el entorno internacional, se está haciendo notar en el mundo (no por nada Río de Janeiro le ganó la elección olímpica a nada menos que a Chicago, Madrid y Tokio), incluso está invirtiendo esfuerzos y dólares para ser integrante (de forma permanente) del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, bajo el argumento de que es la nación que puede velar por los casi 700 millones de habitantes que viven en la región latinoamericana.
Al tenor de estas consideraciones, el primer cuestionamiento se convierte en una serie de preguntas que debemos hacernos todos los mexicanos (gobierno, población y empresa): ¿Hemos seguido el rumbo correcto?, ¿Acaso no fuimos advertidos de la dependencia económica que generaría la orientación hacia mercado estadunidense?, ¿Debemos seguir mirando hacia América del Norte y olvidar al sur que ya es más próspero que nosotros? Tenemos mucho que reflexionar, sobretodo pensando en que poco a poco la riqueza del mundo se ha trasladado a los países asiáticos y que los países de América del Sur forman bloques económicos sin tomar a México en cuenta. Habrá que poner más atención en aquellas regiones, es una de nuestras principales tareas a nivel internacional.
Internacionalista, idealista y libre promotor del cambio.
Comentarios y contacto: ignacio_pareja@yahoo.com.mx
© Ignacio Pareja Amador, publicado en el periódico "El Imparcial". Oaxaca, México. 20 de Octubre, 2009
La variable política es por demás importante, por ello podríamos decir que la respuesta a la pregunta inicial se habría orientado en mayor medida a nuestro país, México: ¡éramos los líderes de América Latina!
Hoy en día la respuesta es sesgada y ha cambiado. El país más poderoso e influyente de América Latina ya no es México, es Brasil. Aquel es el noveno país más rico del mundo con un PIB de 1.9 billones de dólares, crece al 5.1% gracias a su diversificación económica (sobretodo a sus relaciones con el continente asiático), es el quinto país más poblado del mundo (198 millones), el quinto más grande (en territorio). Tiene una diplomacia activa y propositiva que lo ha llevado a integrar importantes bloques alternos como la iniciativa de países emergentes BRIC (Brasil, Rusia, India y China). Además es el actual líder de la integración más consolidada de América del Sur, el Mercado Común del Sur (MERCOSUR). Es el principal protagonista de la Comunidad Sudamericana de Naciones, una iniciativa que alberga a más de 500 millones de habitantes (la UE tiene 491 millones). Ni hablar de sus recursos naturales. Aquel país alberga la mayor parte de la selva amazonas, tiene un río de 6,626 km (el río más grande del mundo) con el mismo nombre, cuenta con el 20% de recursos hídricos mundiales, maderas tropicales, petróleo, vasto territorio. Tiene representación en la estación espacial internacional, además de contar con uno de los programas de energías alternativas más ambicioso y rentable del mundo.
Aquel país es el más poderoso de América Latina, comparte varios rasgos con la región: la historia colonial, la dependencia hacia naciones extranjeras (Reino Unido y EE.UU.), la diversidad cultural, la raíces europeas, africanas e indígenas, la histórica inestabilidad económica, la mala distribución del ingreso e incluso el acérrimo amor por el futbol.
Brasil es un buen ejemplo para contextualizar lo que ocurre en América Latina: pese a sus vastos recursos naturales, a los años de abolengo post segunda guerra mundial (donde se crearon ciudades administrativas como Brasilia con grandes expectativas de vida), pese al sostenido crecimiento económico, al gran tamaño de su economía, en aquel país el 31% de la población se encuentra bajo la línea de la pobreza, existe una pésima distribución del ingreso: “los ricos son tan ricos como los acaudalados europeos y los pobres tan pobres como los africanos”. Aquellos viven en las ya famosas favelas; aglomerados urbanos, círculos de pobreza, incubadoras de crimen, canales de circulación de drogas, pero también lugares de samba y capoeira.
Brasil es un país de dilemas, de ricos y pobres, de comunidades de negros, blancos, mestizos, asiáticos e indígenas, de atropellos a los aborígenes del amazonas, de explotación, corrupción, cacicazgos. Brasil ejemplifica perfectamente el rol social que se vive en las naciones emergentes: con un bajo porcentaje de población que se beneficia del crecimiento económico y un alto porcentaje de personas que no disfrutan de la derrama económica.
Pese a lo negativo de la situación social que se vive en aquel país, debemos estar conscientes que no se puede esperar que un país se desarrolle sin generar riquezas de manera sesgada hacia ciertos sectores, en un primer momento. Lo que pretendemos resaltar aquí, es la forma en la que un país “similar” al nuestro está avanzando en el entorno internacional, se está haciendo notar en el mundo (no por nada Río de Janeiro le ganó la elección olímpica a nada menos que a Chicago, Madrid y Tokio), incluso está invirtiendo esfuerzos y dólares para ser integrante (de forma permanente) del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, bajo el argumento de que es la nación que puede velar por los casi 700 millones de habitantes que viven en la región latinoamericana.
Al tenor de estas consideraciones, el primer cuestionamiento se convierte en una serie de preguntas que debemos hacernos todos los mexicanos (gobierno, población y empresa): ¿Hemos seguido el rumbo correcto?, ¿Acaso no fuimos advertidos de la dependencia económica que generaría la orientación hacia mercado estadunidense?, ¿Debemos seguir mirando hacia América del Norte y olvidar al sur que ya es más próspero que nosotros? Tenemos mucho que reflexionar, sobretodo pensando en que poco a poco la riqueza del mundo se ha trasladado a los países asiáticos y que los países de América del Sur forman bloques económicos sin tomar a México en cuenta. Habrá que poner más atención en aquellas regiones, es una de nuestras principales tareas a nivel internacional.
Internacionalista, idealista y libre promotor del cambio.
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© Ignacio Pareja Amador, publicado en el periódico "El Imparcial". Oaxaca, México. 20 de Octubre, 2009
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