miércoles, 7 de octubre de 2009

Sputnik I: recordando el comienzo de una nueva era.

Hace poco más de cinco décadas, el hombre rompió las barreras terrestres y logró poner en orbita el primer satélite artificial en la historia, el Sputnik I. Aquel hecho aconteció en uno de los periodos de máxima tensión política a nivel internacional, en un episodio que denominaron los historiadores como “la guerra fría”, refiriéndose a la batalla indirecta que libraron las dos potencias ganadoras del la Segunda Guerra Mundial: EE.UU. y la URSS.
Ambos países aglutinaban en sus bloques a una serie de Estados “aliados” por voluntad y por fuerza. Eran también los principales proveedores y consumidores del mundo, los más armados, los más avanzados tecnológicamente, los más hostiles (políticamente). Eran dos gigantes con ideas contrarias compitiendo por imponer lo que creían era “el orden adecuado” para las políticas mundiales.
Al momento en el que se escribe la presente colaboración (4 de Octubre) se cumplen cincuenta y dos años del lanzamiento del primer satélite artificial al espacio, el cual representa el primer éxito del programa Sputnik, que daría ventaja a la URSS sobre su adversario en cuestión de exploración espacial.
Hoy en día celebramos que este hecho fue el inicio de la carrera espacial entre dos grandes colosos, el cual no sólo trajo beneficios en forma de externalidades a la sociedad civil, si no que amplió nuestro margen de asimilación respecto al papel del hombre en el universo, en palabras del historiador David Thomson “con el hombre en el espacio comenzó una nueva era”.
No se sabe a ciencia cierta cual era el objetivo final de ambas potencias en materia espacial (URSS y USA), pero se puede intuir que la adquisición de conocimiento sobre el espacio, era sinónimo de ventajas para combatir al bando contrario: el conocimiento es poder y puede utilizarse para cuestiones buenas o malas.
Además, el desarrollo espacial era sinónimo de desarrollo bélico, ya que “la iniciativa de viajes espaciales significaba superioridad en tecnología, particularmente de misiles”. Sin embargo la carrera espacial no fue sólo una carrera tecnológica, si no que tuvo gran influencia a nivel económico, social y militar.
En el primer nivel podemos mencionar las externalidades generadas a partir de los desarrollos tecnológicos que dieron vida a las agencias espaciales de la URSS y de EE.UU., y más delante de otros países como Japón, Reino Unido, Francia (sede de la Agencia Espacial Europea), Canadá, Brasil y China. Además de productos derivados de la experimentación como el teflón, el Sistema de Posicionamiento Global (GPS), los alimentos deshidratados, los detectores de humo, el código de barras, los pañales desechables, el cierre de velcro, etc., etc. Los ejemplos son inmensos, algunos como los anteriores ya son de uso público, pero existen otros que llegaran a los hogares del mundo a mediano y largo plazo.
A nivel social la carrera espacial significó una herramienta del gobierno (estadunidense y soviético) para convencer a sus ciudadanos de que su sistema económico (capitalismo y comunismo) era el más adecuado, puesto que la población se identificaba con los éxitos de las misiones, en un ambiente donde la “competencia” acontecía en casi todos los ámbitos.
En cuestión militar, los avances en materia espacial se complementaron con el desarrollo de áreas bélicas como las mejoras de los misiles, la experimentación con las fusiones nucleares, la optimización del uso de la energía, etc. Mejoras que demostraban la superioridad bélica de los antagónicos sobre el resto del mundo.
En aquellos años de Guerra Fría la carrera espacial fue eso: una competencia por saber quien era el mejor país, qué sistema económico era el indicado, qué filosofía debía prevalecer. Hoy en día, en este mundo multipolar las cosas han cambiado: ya no existe una carrera espacial como tal, la competencia ha sido sustituida por la cooperación, de manera que los distintos países con agencias espaciales colaboran en pro de un desarrollo espacial mundial. El mejor ejemplo de esto es la Estación Espacial Internacional, un centro de investigación construido en la orbita terrestre, donde participan las agencias espaciales de EE.UU., Rusia, la Unión Europea, Japón, Canadá y Brasil e Italia bajo un estatus especial. Gracias a los esfuerzos de estos países, desde hace nueve años hay presencia humana permanente en el espacio.
La conmemoración del Sputnik I es un hecho que no debe ser recordado como un triunfo nacional, porque fue el primer lanzamiento de un objeto creado con materiales terrestres por la mano del hombre, por su ingenio, por sus cálculos, el cual debe ser recordado como un elemento de unión para la humanidad. Estamos celebrando que logramos cruzar la barrera terrestre, la primera limitación material, para hacer posible la ampliación de nuestro sistema natural (el planeta tierra) y nos permite conocer, poco a poco, la inmensidad del universo.
Hemos superado lo que se creía imposible, hemos hecho mucho como especie para adaptarnos, para cumplir con el gran objetivo de la supervivencia. Hemos logrado retos que parecían imposibles y seguramente seguiremos haciendo más. El ser humano no es una especie estática, el ser humano es una especie en constante movimiento. Podemos crecer con base en nuestro esfuerzo, cooperación y constancia, dejar de competir por el triunfo individual-nacional, bajo la idea de un objetivo común, en este caso la exploración espacial. Todavía queda mucho camino por recorrer, pero los primeros pasos ya se han dado.

Internacionalista, idealista y libre promotor del cambio.
Comentarios y contacto:
ipa_newton@hotmail.com

© Ignacio Pareja Amador, publicado en el periódico "El Imparcial". Oaxaca, México. 6 de Octubre, 2009

1 comentario:

  1. Felicidades¡¡¡ Es un excelente escrito, aunque la idea de fraternidad y cooperación espacial no surge sino hasta la limitación del hombre por el hombre, es decir; a partir de la configuración del Derecho Espacial, del cual algunos grandes internacionalistas como el Dr. Modesto Seara fueron propulsores y que sin duda derivaron en lo que habría de ser un muro de contención que evito la imposición de los países desarrollados sobre el mundo.
    Si hubiese existido ese proposito de compartir el universo, estoy seguro que Estados Unidos no habría llevado una bandera de USA a la luna.
    Tal vez la situación halla cambiado, pero no ha sido por voluntad propia, sino por un crecimiento desmesurado de nuevas potencias que se imponen para proteger lo que llaman "propiedad de la humanidad", aunque sabemos que solamente a muy largo plazo todos los países tendrán acceso a visiones tan aventuradas.
    Primero tendremos que controlar el deseo de las potencias por adquirir lo inexplorado, seguir trabajando en el derecho del mar y evitar esa explotación que ya se ha manifestado en el manto marino y la plataforma continental.
    Por que también ahora nos encontramos en una carrera; en un proceso para descubrir y explotar los recursos a los que el hombre no ha llegado (aún habiendo implantado una estación permanente en el espacio) y que prometen ser una alternativa a futuro para los países desarrollados.

    atte. HPA

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