Cuando pensamos en algún fenómeno o hecho que afecta a nuestro país, muchas veces especulamos que fue consecuencia de algún factor internacional. Podemos creer que aquel fenómeno es resultado de una serie de variables que fueron alimentadas desde el exterior y que debido a los niveles de globalización actual, nos está afectando de manera particular a los mexicanos.
Existen un sinfín de ejemplos que pueden sostener el argumento anterior. Actualmente tenemos la crisis económica mundial, que les está pegando a casi todos los países y de la que sólo se han salvado algunos asiáticos como China. También tenemos el fenómeno del calentamiento global, el cual nos afecta a todos los ciudadanos del mundo, pero donde la mayor responsabilidad se encuentra en los países más industrializados. Hablando de estos últimos, -para muchos-, de ellos es la culpa de que exista la pobreza, debido a la histórica explotación y dependencia que han ejercido hacia los países que se consideran en vías de un desarrollo cada vez más lejano.
El tema que hoy nos reúne también tiene sus raíces en lo internacional, es un fenómeno cuyas razones de ser son inmensas y complejas, donde se entrelazan variables como el alto poder adquisitivo de nuestro vecino del norte, la falta de oportunidades para el desarrollo individual en nuestro país y en las naciones del sur de América, lo redituable de negociar con el miedo y la extorsión, etc., etc.
Seguro que ya saben a lo que nos referimos. Efectivamente estamos hablando del crimen organizado. Aquel fenómeno no sólo ocurre en México, si no que está presente en todo el mundo, es mas, seria menos fuerte sin el apoyo de las redes delictivas trasnacionales.
Lo que no está ocurriendo en todo el mundo es la manera en la que se manifiesta o se sufre este fenómeno en nuestro país. Lo notamos todos los días en las ya habituales noticias sobre sanguinarias ejecuciones, secuestros, inseguridad y la violencia mediática que sufrimos todos los mexicanos (y que puede compararse con lo que ocurre en países políticamente “inestables” como Irak, Afganistán o Pakistán). Así es, el crimen organizado no es tan violento en otras partes del mundo, como lo es en México.
Lo curioso del caso mexicano es que es un crimen organizado nacional y lo decimos así, porque en sus actividades delictivas aglomera vastos recursos financieros, da trabajo a miles de personas, se localiza en todos los estados del país, tuvo y tiene la venia de gobiernos corruptos y seguramente aún hoy en día apoya y es apoyado por uno que otro funcionario de gobierno y de forma voluntaria e involuntaria por el sector empresarial y productivo del país. Es incluso para muchas familias mexicanas la actividad que lleva a su mesa el pan de cada día.
Gracias a la “lucha” que ha emprendido el gobierno federal contra el crimen organizado nos hemos dado cuenta de lo poderosos que son las mafias y las organizaciones delictivas mexicanas. Lo malo es que reconocemos este poder sobre la base de los hechos violentos: siete personas mueren al día en una de las ciudades más peligrosas del mundo: Cd. Juárez a causa del crimen organizado; México es uno de los países más peligrosos para el periodismo, sobretodo en la zona norte del país, donde es preferible omitir nombres que encarar la furia del narco; nuestras “Mafias o Carteles” son más violentos que la Camorra napolitana o que la Cosa Nostra italiana, que la Mafia rusa o que los Yakuza japoneses; a los carteles mexicanos les han cedido el control de rutas y mercados los colombianos, puesto que en su país se están haciendo grandes esfuerzos para mejorar su situación, pero han requerido del apoyo/intervención de Washington para efectuar esta tarea. Nuestro país es más violento que algunos Estados como Angola, el Congo, o Serbia y Albania (que vivieron robustos episodios de violencia en el pasado) de acuerdo con el Índice Global de Paz. .
El crimen organizado en México efectúa un sinfín de actividades (secuestro, extorsión, lavado de dinero, narcotráfico, trata de personas, trafico de órganos, etc., etc.) podemos decir que estas organizaciones se han profesionalizado, han aprendido que la diversificación de actividades reduce el riesgo de colapso, puesto que si el gobierno federal ataca uno de sus sectores “in-productivos” tienen otra actividad que les permite seguir creciendo, eso si, aumentando los niveles de violencia que tanta rentabilidad les generan.
Al tenor de este diagnostico vale la pena cuestionarnos ¿qué tan lejos estamos de hacer de México un país más pacifico o seguro? El concepto de seguridad nacional hace alusión a “[…] aquellos aspectos que ponen en riesgo las condiciones y bases de existencia, funcionamiento y continuidad de una nación”. La nación mexicana, que no sólo comparte elementos de raza y cultura, sino que tiene un destino común, está representada por todos los componentes de la población: empresarios, políticos, civiles, estudiantes, campesinos, migrantes, asociaciones civiles, etc. Podemos responder orgullosamente que hasta ahora hemos superado a los elementos entrópicos que buscan el desequilibrio del país, sin embargo, debemos cuestionarnos como nación ¿quién es el culpable de la violenta manifestación del crimen organizado en el país?, ¿será una coincidencia de hechos históricos y coyunturas específicas, el pueblo ignorante, el gobierno corrupto y dividido, las elites envidiosas o el territorio maldito? La pregunta tiene más de ciento once millones de respuestas y todas son correctas, todos somos México y pocos hacemos algo por mejorar realmente al país.
Para la reflexión.
¿La política cultural exterior de México debe manifestar la violencia del crimen organizado y lo ineficaz del gobierno para combatirlo? Sería igual que hablar mal de uno mismo, no lo creen.
© Ignacio Pareja Amador, publicado en el periódico "El Imparcial". Oaxaca, México. 3 de Noviembre, 2009
Existen un sinfín de ejemplos que pueden sostener el argumento anterior. Actualmente tenemos la crisis económica mundial, que les está pegando a casi todos los países y de la que sólo se han salvado algunos asiáticos como China. También tenemos el fenómeno del calentamiento global, el cual nos afecta a todos los ciudadanos del mundo, pero donde la mayor responsabilidad se encuentra en los países más industrializados. Hablando de estos últimos, -para muchos-, de ellos es la culpa de que exista la pobreza, debido a la histórica explotación y dependencia que han ejercido hacia los países que se consideran en vías de un desarrollo cada vez más lejano.
El tema que hoy nos reúne también tiene sus raíces en lo internacional, es un fenómeno cuyas razones de ser son inmensas y complejas, donde se entrelazan variables como el alto poder adquisitivo de nuestro vecino del norte, la falta de oportunidades para el desarrollo individual en nuestro país y en las naciones del sur de América, lo redituable de negociar con el miedo y la extorsión, etc., etc.
Seguro que ya saben a lo que nos referimos. Efectivamente estamos hablando del crimen organizado. Aquel fenómeno no sólo ocurre en México, si no que está presente en todo el mundo, es mas, seria menos fuerte sin el apoyo de las redes delictivas trasnacionales.
Lo que no está ocurriendo en todo el mundo es la manera en la que se manifiesta o se sufre este fenómeno en nuestro país. Lo notamos todos los días en las ya habituales noticias sobre sanguinarias ejecuciones, secuestros, inseguridad y la violencia mediática que sufrimos todos los mexicanos (y que puede compararse con lo que ocurre en países políticamente “inestables” como Irak, Afganistán o Pakistán). Así es, el crimen organizado no es tan violento en otras partes del mundo, como lo es en México.
Lo curioso del caso mexicano es que es un crimen organizado nacional y lo decimos así, porque en sus actividades delictivas aglomera vastos recursos financieros, da trabajo a miles de personas, se localiza en todos los estados del país, tuvo y tiene la venia de gobiernos corruptos y seguramente aún hoy en día apoya y es apoyado por uno que otro funcionario de gobierno y de forma voluntaria e involuntaria por el sector empresarial y productivo del país. Es incluso para muchas familias mexicanas la actividad que lleva a su mesa el pan de cada día.
Gracias a la “lucha” que ha emprendido el gobierno federal contra el crimen organizado nos hemos dado cuenta de lo poderosos que son las mafias y las organizaciones delictivas mexicanas. Lo malo es que reconocemos este poder sobre la base de los hechos violentos: siete personas mueren al día en una de las ciudades más peligrosas del mundo: Cd. Juárez a causa del crimen organizado; México es uno de los países más peligrosos para el periodismo, sobretodo en la zona norte del país, donde es preferible omitir nombres que encarar la furia del narco; nuestras “Mafias o Carteles” son más violentos que la Camorra napolitana o que la Cosa Nostra italiana, que la Mafia rusa o que los Yakuza japoneses; a los carteles mexicanos les han cedido el control de rutas y mercados los colombianos, puesto que en su país se están haciendo grandes esfuerzos para mejorar su situación, pero han requerido del apoyo/intervención de Washington para efectuar esta tarea. Nuestro país es más violento que algunos Estados como Angola, el Congo, o Serbia y Albania (que vivieron robustos episodios de violencia en el pasado) de acuerdo con el Índice Global de Paz. .
El crimen organizado en México efectúa un sinfín de actividades (secuestro, extorsión, lavado de dinero, narcotráfico, trata de personas, trafico de órganos, etc., etc.) podemos decir que estas organizaciones se han profesionalizado, han aprendido que la diversificación de actividades reduce el riesgo de colapso, puesto que si el gobierno federal ataca uno de sus sectores “in-productivos” tienen otra actividad que les permite seguir creciendo, eso si, aumentando los niveles de violencia que tanta rentabilidad les generan.
Al tenor de este diagnostico vale la pena cuestionarnos ¿qué tan lejos estamos de hacer de México un país más pacifico o seguro? El concepto de seguridad nacional hace alusión a “[…] aquellos aspectos que ponen en riesgo las condiciones y bases de existencia, funcionamiento y continuidad de una nación”. La nación mexicana, que no sólo comparte elementos de raza y cultura, sino que tiene un destino común, está representada por todos los componentes de la población: empresarios, políticos, civiles, estudiantes, campesinos, migrantes, asociaciones civiles, etc. Podemos responder orgullosamente que hasta ahora hemos superado a los elementos entrópicos que buscan el desequilibrio del país, sin embargo, debemos cuestionarnos como nación ¿quién es el culpable de la violenta manifestación del crimen organizado en el país?, ¿será una coincidencia de hechos históricos y coyunturas específicas, el pueblo ignorante, el gobierno corrupto y dividido, las elites envidiosas o el territorio maldito? La pregunta tiene más de ciento once millones de respuestas y todas son correctas, todos somos México y pocos hacemos algo por mejorar realmente al país.
Para la reflexión.
¿La política cultural exterior de México debe manifestar la violencia del crimen organizado y lo ineficaz del gobierno para combatirlo? Sería igual que hablar mal de uno mismo, no lo creen.
© Ignacio Pareja Amador, publicado en el periódico "El Imparcial". Oaxaca, México. 3 de Noviembre, 2009
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