miércoles, 2 de enero de 2013

La defensa del pasado


Hay una confusión que se sostiene sobre la base de una idea correcta, pero que tiende a desvirtuarse entre quienes observan de manera simplista la realidad: La esencia de las instituciones es el hombre, pero su vigencia yace en una permanencia que de acuerdo al nivel de civilidad de la población rebasa las fronteras temporales.
Es así que tiende a englobarse el actuar de los gobiernos como si estos fueran personas, como si todas las voluntades presentes, pasadas y futuras definieran la actuación de un ente político de esta naturaleza. Esto no es así. Los gobiernos están formados por personas con principios, voluntades y valores distintos entre sí, que responden a situaciones de orden temporal, de manera que pueden variar de acuerdo a coyunturas específicas.
Encasillar un gobernante por los agravios de sus antecesores, sean del partido que sean, es como condenarnos a nosotros mismos por los errores de nuestros padres y abuelos, es aseverar que la renovación intergeneracional no produce cambios sustantivos y que la condición de impasse derivada de la tradición y la costumbre puede rebasar incluso los principios, deseos y objetivos que estos actores políticos han delineado para definir su actuar presente.
En este sentido, podemos atrevernos a medir la eficacia de las administraciones más allá del idealismo y deber ser impregnado en sus principios, podemos entonces hacer una evaluación con la regla de la historia, tomando en cuenta aquellas políticas cuyo actuar distinguió al país como una nación líder en nuestra región, alejada de los grandes fantasmas de América Latina. 
Es importante puntualizar que la ideología es también distinta de acuerdo al grupo en el poder, la misma les permite definirse, pero cuando se habla del principio fundamental del desarrollo, es más valiosa la congruencia de las acciones que el dogmatismo aplicado a problemáticas cada vez más complejas y multifactoriales.
Vale resaltar que no compartimos todas aquellas prácticas de algunos miembros de los entes de los que resultan los gobiernos (partidos políticos), que tienen que ver con una costumbre que suele pasar de generación en generación y que han nublado la imagen de los mismos, derivando en una percepción alejada de la meritocracia, más cercana aún al compadrazgo, al tráfico de influencias y demás vicios propios de la política de los países en desarrollo.
Revuelto esto, es importante exponer algunos momentos donde el país mostró independencia y buenas prácticas, podemos mencionar la expropiación petrolera efectuada por Lázaro Cárdenas, la internacionalización de México durante el periodo de López Mateos, el liderazgo entre los países del tercer mundo de Echeverría, esto a nivel de los presidentes. A nivel de la imagen del país podemos hablar del éxito del Tratado de Tlatelolco que impidió la nuclearización de América Latina, cuyo principal impulsor Alfonso García Robles fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz en los ochenta. Podemos mencionar el respeto a los principios de Autodeterminación de los pueblos y a la no injerencia, los cuales son parte de los ejes rectores tanto de la Constitución Mexicana (Art. 89 Fracción X) como de la Carta de Naciones Unidas. Podemos indicar también el desconocimiento del gobierno de Pinochet en Chile por emanar de un golpe de Estado, la apertura hacia refugiados chilenos y con anterioridad hacia los españoles que huyeron del franquismo, podemos hablar del liderazgo ejercido para la pacificación de Centroamérica a finales de los ochenta y principios de los noventa, además de ser el único país que votó en contra de la salida de Cuba de la Organización de Estados Americanos, siendo de la misma forma uno de sus pocos aliados en la región, todo esto al margen de las relaciones con los EE.UU. Quizás, el hecho que debe concentrar mayor orgullo en este orden de ideas es la independencia y conservación de una transición pacífica del poder, ya que México fue de los pocos países que no fueron ocupados por una dictadura militar auspiciada por EE.UU. cuyo objetivo fuera la contención del comunismo, como sí ocurrió en Brasil, Argentina, Uruguay, Chile, Guatemala, por mencionar a algunos.
Sin duda alguna cada gobierno se enfrenta a retos de distinta naturaleza, el contexto y las características de los líderes del momento juegan un papel fundamental en el éxito o fracaso de las políticas públicas. La política exterior es justamente un reflejo de la política interna, la misma es fiel testimonio de la opacidad o colorido de cada administración, es sinónimo de carisma o frialdad del líder en turno, demuestra su independencia o su sujeción hacia los mandatos internacionales, nos brinda un rápido vistazo de lo que queremos que vea el mundo y lo que verdaderamente somos.
La lección es más que clara y la hemos repetido en distintas ocasiones en este espacio: En el país debemos aprender que la verdadera competencia está allá afuera, más allá de nuestras fronteras, que es necesario que vayamos juntos en un mismo barco que engalane una bandera de democracia, libertad, igualdad y justicia, con un rumbo fijo: el desarrollo de México.

Twitter: @ignacioamador
21/11/2011

© Ignacio Pareja Amador, publicado en diversos periódicos y medios informativos en México e Iberoamérica.


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