Las encuestas son más que claras, lo que le interesa a
la población, más allá de qué partido político alcance el poder; cuál será la
forma en la que se ejercerá la legitimidad democrática; qué ideología gobernará
las mentes de quienes ejercen el quehacer político, es sin duda alguna la
economía.
Pero no la economía entendida a niveles macro:
reservas internacionales, nivel de la deuda pública, etc. sino la economía en
su mínima expresión. En términos coloquiales qué tanto entrará en los bolsillos
de la población y qué tanto valdrá su capital para hacerse de aquellos
satisfactores que cumplen con sus expectativas de acuerdo a las necesidades de
cada grupo social, familia e individuo.
No podemos negar que todos vivimos en el contexto de
la globalización, donde más allá de aquella idea de la aldea global, en la que
las interacciones entre los ciudadanos del mundo derrumbarían las fronteras
nacionales para formar una verdadera comunidad humana unida, hemos observado
que las barreras físicas están más que presentes, incluso reforzadas por
amplios candados a la migración. Sin embargo, el comercio y los flujos
financieros, que son la esencia misma de las actividades económicas, sí han
experimentado una liberación, con lo cual se ha expandido el modo de vida capitalista,
mismo que compartimos casi todos los seres humanos del planeta.
El paradigma actual es producto de más de tres siglos
de consumismo, cuyo antecedente inmediato es la revolución industrial. Nos
exige demandas más allá de las necesidades básicas, es quizá la razón por la
que la gente prefiere que una administración sea eficiente en lo macro y en lo
micro, más allá de la forma de gobierno o modelo que ejerza en su actuar.
Dicha eficiencia no se limita simplemente al
crecimiento económico, una variable que está presente en las economías
emergentes y en desarrollo como las latinoamericanas, las cuales han logrado
mantener cierto aumento en su PIB (6.4% en este año), contrario a lo observado
en los países desarrollados (1.6%). Se trata de que exista una distribución
efectiva de la nueva riqueza, un efecto cascada que llegué a los bolsillos de
los ciudadanos en todas sus clases sociales.
A todo esto, ¿por qué es un reclamo hacia los gobiernos
el propiciar una distribución justa de la riqueza nacional? Porque los medios
para alcanzar el poder público están inmersos en el modelo de la democracia,
dentro de la cual los líderes en el poder deben velar por la colectividad
(mayoría) y sus intereses, no por un grupo económico o político determinado,
eso se le llama oligarquía, y se supone que en la región hemos superado aquel
fantasma que tanto daño nos hizo a los latinoamericanos.
En un gobierno de gentes como los democráticos, el
equilibrio nacional no lo da la variable política propiamente, sino la económica.
El uso correcto de la variable económica nos permite contar con una herramienta
para alcanzar distintos fines como la paz social, para dignificar la vida de
quienes menos tienen, para ofrecer mayores oportunidades de desarrollo a la
ciudadanía, etc.
Sin embargo es también una herramienta que puede
usarse para fines distintos al progreso social, es un arma de doble filo que
bien puede legitimar a un gobernante o en su defecto destituirlo y muchas veces
convertirlo en el peor de los tiranos.
Ejemplos a nivel internacional hay en demasía. El caso
más actual es el del presidente español José Luis Rodríguez Zapatero, que llegó
al poder después del cambio drástico de las preferencias electorales, producto
de la incertidumbre y falta de trasparencia del gobierno de Aznar, pero que en
su segundo periodo como presidente no pudo contrarrestar los efectos de la
crisis económica mundial en España, pues no tuvo un cálculo correcto al
respecto, lo que le valió el revés electoral en las pasadas elecciones de
noviembre que devuelven la mayoría absoluta al Partido Popular liderado ahora
por Mario Rajoy Brey.
Otro ejemplo podemos observarlo en el caso del
italiano Silvio Berlusconi, pues no fueron sus escándalos sexuales, ni sus
tumultuosas fiestas, ni la acusación respecto a los nexos que se especula tiene
con la mafia italiana, ni fue el hecho de que haya aumentado su fortuna gracias
a sus posiciones de poder a favor del monopolio mediático que domina los Medios
de Comunicación en Italia, sino que su dimisión, acontecida el 12 de noviembre,
ocurrió por la falta de consensos con los demás líderes europeos, sobre todo
con Alemania, lo cual derivó en la aprobación de la Ley de Presupuestos que
delineará el actuar económico del nuevo gobierno italiano en 2012.
El dominio de la economía sobre los demás temas que se
encuentran en la Agenda de nuestras naciones responde a una coyuntura meramente
global. En economía la eficiencia, la productividad, la competencia son las
cualidades justas para generar riqueza. Los monopolios, los carteles, la
especulación sólo producen espejismos de bienestar. A los ciudadanos nos
importa que haya estabilidad económica, que las tasas de interés sean
adecuadas, que la inflación nos permita mantener nuestro poder de compra, pero
nos interesa aún más que el Estado haga de la economía una herramienta a favor
de nuestros intereses, los cuales se refieren más que todo al cuidado de las
finanzas familiares, del patrimonio, de los recursos más básicos de la
ciudadanía, elementos considerados como las raíces determinantes para mantener
un régimen en el poder o propiciar el cambio de rumbo.
12/12/2011
Twitter: @ignacioamador
© Ignacio
Pareja Amador, publicado en diversos periódicos y medios informativos en México
e Iberoamérica.
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