Paradójicamente fue a principios del año del bicentenario de la independencia, mismo que celebraremos la mayoría de países de América Latina, cuando una catástrofe natural afectó al primer país de la región que logró liberarse de una colonia europea, lo cual aconteció en 1804, casi diecisiete años antes de lo sucedido en las naciones iberoamericanas.
El terremoto que tuvo como epicentro una zona a 15 km de Puerto Príncipe, la capital de Haití, uno de los países más pobres del mundo, llamó la atención de los distintos medios de comunicación y la población en general, quien mostró su buena voluntad para enviar ayuda, alimentos, y distintos bienes de subsistencia que esperábamos fueran entregados con eficiencia a las personas más afectadas por el fenómeno natural.
Esta circunstancia imprevista puso a la isla “La española” en los reflectores internacionales, después de algunos años en los que la nota habitual de la zona era: la pobreza, la corrupción, la inseguridad social, la inestabilidad política, etc.
Hace seis meses de la tragedia, no podemos decir que la situación ha mejorado. Hablamos de un mediano plazo que no ha acarreado buenos resultados, mucha de la ayuda que se comprometió no ha llegado; 1.3 millones de habitantes no cuentan con una vivienda; hay frustración y desesperanza, problemas en cuestión de salud, educación, pero sobre todo alimentación, por lo que el Programa Mundial de Alimentos ha almacenado insumos suficientes para 1.1 millones de personas como consecuencia de la temporada de huracanes que ya dio muestras de sus terribles efectos en México.
Por si fuera poco, habrá elecciones el próximo 28 de noviembre sin condiciones básicas de supervivencia, ni hablar de las garantías jurídicas de los habitantes, quienes en lo que menos piensan es en su derecho ciudadano a la libre elección. Creemos que hay momentos en los que se debe dar prioridad a la reconstrucción; al regreso de las actividades ordinarias de la población, antes de convocar a elecciones.
Está claro que una situación como la ocurrida en aquella nación del Caribe podría desequilibrar a cualquier país del mundo, pero en un momento como el que vivimos los latinoamericanos, donde el orgullo por la independencia es inminente, vale la pena apoyar al país que nos demostró que era posible aquel ideal, que hoy en día es uno de los más pobres en cuestión de ingreso per capita con $1,300 dólares, similar al ingreso de países africanos como Kenia, Chad y Costa de Marfil.
Aquel país de emigrantes africanos; de esclavos, pese a su condición de libertad, no pudo resolver una de las problemáticas que afectan a todo nuestro subcontinente: la cuestión de la distribución del ingreso, puesto que en Haití una clase económica y racial, descendiente de los “dueños” europeos , ha dominado al país a lo largo de su historia, podemos decir que algo similar ha ocurrido en Brasil, Argentina, Colombia, Guatemala, Honduras, Bolivia e incluso en México, es más, en casi toda América Latina, claro que con ciertas diferencias, producto del mestizaje y de la escalada de estaños sociales por parte de algunos personajes que han logrado ubicarse en puestos políticos y empresariales de importancia como en el caso de Hugo Chávez, Evo Morales, Rafael Correa, etc.
Lo que pretendemos resaltar en esta colaboración es la manera en la que una circunstancia inesperada (el sismo) y otra esperada o histórica (el bicentenario de la independencia), nos pueden ayudar a reflexionar sobre la actitud y planes que han tenido nuestros distintos gobiernos, para alcanzar el que debería ser el principal objetivo de toda nación libre y democrática: el desarrollo generalizado para su población.
La diferencia que tenemos los países latinoamericanos con los países desarrollados, sean estos de Europa, Asia o de la propia Norteamérica no es en cuestión de un objetivo común, es en cuestión de cómo gestionan los recursos nuestros gobiernos, qué políticas se aplican y a qué plazo para alcanzar el objetivo.
Seguramente Haití está muy lejos de contar con un Modelo o estrategia de desarrollo a largo plazo. En su momento muchas manos se alzaron para ayudar al país caribeño, pero no hemos visto grandes avances. Los gobiernos del mundo, sobre todo los latinoamericanos, estamos dejando ir una oportunidad insólita para poner a prueba nuestra unión y consenso, lo cual podría derivar en un modelo operativo para situaciones de emergencia que sería útil para resolver catástrofes tanto en las naciones latinoamericanas como en el mundo entero.
© Ignacio Pareja Amador, publicado en los periódicos:
Medio Informativo Imagen Poblana, Puebla, Pue. Sección Opinión. 10 de julio 2010.
Diario de Martínez de la Torre. Martínez de la Torre, Veracruz. 10 de julio de 2010.
Pueblo Guerrero, Chilpancingo Gro. 10 de julio de 2010
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