Probablemente para enero del próximo año tendremos el honor de presentar en la Universidad del Mar una investigación acerca de un país sudamericano, que ha sido pionero en cuestión de políticas económicas en toda la región latinoamericana.
Aquella república sudamericana, pese a estar aislada geográficamente por los Andes, es una de las naciones más abiertas a nivel comercial, tiene un sector exportador competitivo, diversificado, cuenta con altos estándares de calidad en sus productos y es uno de los mayores productores de cobre del mundo.
Aquel país, al momento en el que se escribe esta colaboración, está teniendo elecciones para elegir nada menos que a 18 de los 38 senadores de su Cámara alta, toda la cámara de diputados y la presidencia de la República.
Seguramente nuestros lectores ya saben a qué país nos referimos, efectivamente hablamos de la República de Chile.
Los pronósticos para las próximas elecciones son variados, se habla de que puede ser una elección histórica, donde por fin el aglomerado de partidos políticos denominados de la “Concertación” deje el poder después de haber gobernado por veinte años (cuatro periodos presidenciales), o sea desde la “caída” del gobierno dictatorial de Augusto Pinochet, el cual duró 17 largos años.
La elección presidencial, de acuerdo al 98% de los votos computados, tendrá una segunda vuelta el 17 de enero (balotaje) ante la ausencia de la mayoría absoluta por parte de los dos candidatos más fuertes: Eduardo Frei, quien obtuvo el 29,62% de los votos y Sebastián Piñera con 44,03%. El primero es un político de cuna en Chile, es hijo del ex presidente chileno Eduardo Frei Montalva (1964-1970), fue presidente de 1994 a 2000, y actualmente es Senador. El segundo, que de acuerdo a las estadísticas tiene la delantera, es candidato de la derecha, tiene el apoyo de viejos militares pinochetistas, es un empresario multimillonario, hermano del ex ministro de trabajo del gobierno militar, y favorito para ascender a la presidencia, gracias a la posible alianza que podría tener con el joven candidato Marco Enríquez-Ominami, quien dio la sorpresa al obtener el 20% de los votos.
Lo que podemos resaltar aquí de las personalidades y características de los dos candidatos es su estrecha relación con el gobierno y con el sector privado. Pareciera que es normal decir que existen cierto número de familias, que controlan la economía y polarizan el poder político, que aquella es una condición sine quanon de los países latinoamericanos, pero eso no lo hace una condición correcta.
En un país con casi 16 millones de habitantes, con buenos estándares de vida, una democracia que lleva 20 años de consolidarse, con un episodio de dictadura y revueltas, todavía existen clases, elites y agentes económicos que polarizan el poder y ven a la política como una herramienta para alcanzar sus fines económicos, en vez de verla como un deber patriótico. Ejemplo de ello lo observamos en los dos candidatos más fuertes, el primero que tiene un discurso anticuado, donde resalta su papel como “negociador” del regreso de la democracia chilena, y el segundo que no puede negar sus nexos con el “gobierno militar” de Pinochet, al ser su propio hermano el máximo baluarte de la Capitalización Individual del Fondo de Pensiones, José Piñera: él es culpable de que el Estado haya derogado su responsabilidad social con los jubilados, dejándole aquella tarea a los entes privados y de que haya aumentado la edad de jubilación en casi toda América Latina.
Otro ejemplo, que no figura en las actuales elecciones, pero que si lo hizo en las de 1993, es Arturo Alessandri, un político que perdió la elección contra Frei, y que desciende de dos presidentes chilenos: su abuelo Arturo Alessandri Palmas (1920-1924) y su padre Jorge Alessandri (1958-1964), así como de un gran numero de diputados, ministros y senadores en Chile.
Lo malo de que las “familias” vean a la política como un negocio es que muchas veces no buscan el bienestar del pueblo, el cual es la máxima exigencia que debe hacerse un gobierno democrático, además de que niegan o discriminan el ascenso de nuevas personalidades que seguramente cambiarían el rumbo del país, recordemos que uno de los principios de la democracia es la igualdad de oportunidades de forma que: “todos los ciudadanos de un Estado pueden aspirar a algún cargo público sin distinción de clases o apellidos”.
Lo que vemos en Chile es una batalla entre dinastías por alcanzar el poder, en el caso de estas elecciones, una dinastía política (encabezada por Frei) y otra económica (encabezada por Piñera).
Pese a ser un país dominado por “familias y elites políticas”, Chile es un Estado con buenos números: un PIB de 245 mil millones de dólares, un PIB per capita de 15 mil dólares, altos estándares de vida, una balanza comercial positiva por 8 mil millones de dólares, etc. De manera que podemos decir que el pueblo chileno se ha beneficiado del trabajo de sus gobernantes.
Aún así los chilenos tienen mucho en qué pensar, seguramente el candidato más fuerte, el multimillonario Sebastián Piñera, tendrá que replantear su estrategia para asegurarse de que Marco Enríquez-Ominami no apoyé a su ex compañero de partido Eduardo Frei, aquella será una negociación que verá frutos en enero. Esperemos que sea para el bien del pueblo chileno.
Reflexión 1:
En México no sé si podamos decir lo mismo respecto a nuestras “elites”, estas no han compartido lo suficiente para que este país se desarrolle. Al grado que muchos jóvenes perciben a la política o al crimen (que no son sinónimos) como los únicos canales para ascender estaños en la sociedad. No se dan cuenta de que la política no es un negocio, no debe ser considerada como un medio para alcanzar la riqueza, pues ser servidor público es eso, servir al pueblo, trabajar para el pueblo, no debe ser visto como una gloria personal o una empresa para la cual no hay que reinvertir ni un centavo.
Reflexión 2:
Está de “moda” que familias enteras ingresen a la política y lo vean como el “negocio familiar”, aquello sólo puede ser positivo si como en el caso de Chile encontramos resultados a favor del país, pero dudamos mucho que alguna vez veamos “arcas llenas” para los gobiernos electos, y que estas se retribuyan a la población en general, como seguramente ocurrirá en Chile después de las elecciones, donde el nuevo presidente tendrá casi 20 mil millones de dólares para su administración.
*Internacionalista, idealista y libre promotor del cambio.
Información y contacto: ignacio_pareja@yahoo.com.mx
Aquella república sudamericana, pese a estar aislada geográficamente por los Andes, es una de las naciones más abiertas a nivel comercial, tiene un sector exportador competitivo, diversificado, cuenta con altos estándares de calidad en sus productos y es uno de los mayores productores de cobre del mundo.
Aquel país, al momento en el que se escribe esta colaboración, está teniendo elecciones para elegir nada menos que a 18 de los 38 senadores de su Cámara alta, toda la cámara de diputados y la presidencia de la República.
Seguramente nuestros lectores ya saben a qué país nos referimos, efectivamente hablamos de la República de Chile.
Los pronósticos para las próximas elecciones son variados, se habla de que puede ser una elección histórica, donde por fin el aglomerado de partidos políticos denominados de la “Concertación” deje el poder después de haber gobernado por veinte años (cuatro periodos presidenciales), o sea desde la “caída” del gobierno dictatorial de Augusto Pinochet, el cual duró 17 largos años.
La elección presidencial, de acuerdo al 98% de los votos computados, tendrá una segunda vuelta el 17 de enero (balotaje) ante la ausencia de la mayoría absoluta por parte de los dos candidatos más fuertes: Eduardo Frei, quien obtuvo el 29,62% de los votos y Sebastián Piñera con 44,03%. El primero es un político de cuna en Chile, es hijo del ex presidente chileno Eduardo Frei Montalva (1964-1970), fue presidente de 1994 a 2000, y actualmente es Senador. El segundo, que de acuerdo a las estadísticas tiene la delantera, es candidato de la derecha, tiene el apoyo de viejos militares pinochetistas, es un empresario multimillonario, hermano del ex ministro de trabajo del gobierno militar, y favorito para ascender a la presidencia, gracias a la posible alianza que podría tener con el joven candidato Marco Enríquez-Ominami, quien dio la sorpresa al obtener el 20% de los votos.
Lo que podemos resaltar aquí de las personalidades y características de los dos candidatos es su estrecha relación con el gobierno y con el sector privado. Pareciera que es normal decir que existen cierto número de familias, que controlan la economía y polarizan el poder político, que aquella es una condición sine quanon de los países latinoamericanos, pero eso no lo hace una condición correcta.
En un país con casi 16 millones de habitantes, con buenos estándares de vida, una democracia que lleva 20 años de consolidarse, con un episodio de dictadura y revueltas, todavía existen clases, elites y agentes económicos que polarizan el poder y ven a la política como una herramienta para alcanzar sus fines económicos, en vez de verla como un deber patriótico. Ejemplo de ello lo observamos en los dos candidatos más fuertes, el primero que tiene un discurso anticuado, donde resalta su papel como “negociador” del regreso de la democracia chilena, y el segundo que no puede negar sus nexos con el “gobierno militar” de Pinochet, al ser su propio hermano el máximo baluarte de la Capitalización Individual del Fondo de Pensiones, José Piñera: él es culpable de que el Estado haya derogado su responsabilidad social con los jubilados, dejándole aquella tarea a los entes privados y de que haya aumentado la edad de jubilación en casi toda América Latina.
Otro ejemplo, que no figura en las actuales elecciones, pero que si lo hizo en las de 1993, es Arturo Alessandri, un político que perdió la elección contra Frei, y que desciende de dos presidentes chilenos: su abuelo Arturo Alessandri Palmas (1920-1924) y su padre Jorge Alessandri (1958-1964), así como de un gran numero de diputados, ministros y senadores en Chile.
Lo malo de que las “familias” vean a la política como un negocio es que muchas veces no buscan el bienestar del pueblo, el cual es la máxima exigencia que debe hacerse un gobierno democrático, además de que niegan o discriminan el ascenso de nuevas personalidades que seguramente cambiarían el rumbo del país, recordemos que uno de los principios de la democracia es la igualdad de oportunidades de forma que: “todos los ciudadanos de un Estado pueden aspirar a algún cargo público sin distinción de clases o apellidos”.
Lo que vemos en Chile es una batalla entre dinastías por alcanzar el poder, en el caso de estas elecciones, una dinastía política (encabezada por Frei) y otra económica (encabezada por Piñera).
Pese a ser un país dominado por “familias y elites políticas”, Chile es un Estado con buenos números: un PIB de 245 mil millones de dólares, un PIB per capita de 15 mil dólares, altos estándares de vida, una balanza comercial positiva por 8 mil millones de dólares, etc. De manera que podemos decir que el pueblo chileno se ha beneficiado del trabajo de sus gobernantes.
Aún así los chilenos tienen mucho en qué pensar, seguramente el candidato más fuerte, el multimillonario Sebastián Piñera, tendrá que replantear su estrategia para asegurarse de que Marco Enríquez-Ominami no apoyé a su ex compañero de partido Eduardo Frei, aquella será una negociación que verá frutos en enero. Esperemos que sea para el bien del pueblo chileno.
Reflexión 1:
En México no sé si podamos decir lo mismo respecto a nuestras “elites”, estas no han compartido lo suficiente para que este país se desarrolle. Al grado que muchos jóvenes perciben a la política o al crimen (que no son sinónimos) como los únicos canales para ascender estaños en la sociedad. No se dan cuenta de que la política no es un negocio, no debe ser considerada como un medio para alcanzar la riqueza, pues ser servidor público es eso, servir al pueblo, trabajar para el pueblo, no debe ser visto como una gloria personal o una empresa para la cual no hay que reinvertir ni un centavo.
Reflexión 2:
Está de “moda” que familias enteras ingresen a la política y lo vean como el “negocio familiar”, aquello sólo puede ser positivo si como en el caso de Chile encontramos resultados a favor del país, pero dudamos mucho que alguna vez veamos “arcas llenas” para los gobiernos electos, y que estas se retribuyan a la población en general, como seguramente ocurrirá en Chile después de las elecciones, donde el nuevo presidente tendrá casi 20 mil millones de dólares para su administración.
*Internacionalista, idealista y libre promotor del cambio.
Información y contacto: ignacio_pareja@yahoo.com.mx
© Ignacio Pareja Amador, publicado en el periódico "El Imparcial". Oaxaca, México. 15 de Diciembre, 2009
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