Muchos nos hemos preguntado por qué ha sonado tanto la cuestión de la crisis política en nuestro país hermano Honduras. Y es que es difícil entender como un país tan pequeño, con una población de cerca de 8 millones de habitantes, un PIB per capita de 4.400 dólares, haya puesto a los reflectores internacionales en su suelo. Es complicado dimensionarlo, pero la crisis política de Honduras logró consensos en varios foros internacionales, de ellos los más importantes como la Asamblea General de Naciones Unidas, y la Organización de Estados Americanos. También en su momento logró opiniones similares entre los representantes de naciones rivales como Colombia y Venezuela, o este último y EE.UU.
Esto tiene gran lógica. El golpe de Estado del que fue victima el presidente Manuel Zelaya, nos recuerda a los latinoamericanos los periodos de inestabilidad política que vivimos en el siglo pasado, hace alusión a la violación de garantías y libertades que sufrieron casi todos los pueblos de nuestra región.
Es un hecho que la defensa de valores comunes como la democracia, la libertad de prensa y los derechos humanos, siempre encontraran consenso, son elementos universales que compartimos todos sin distinción de nacionalidades o creencias.
Donde no se ha encontrado consenso es en el medio para ponerle fin a la crisis política que afecta, al pobre Honduras. Algunos países como Venezuela, Brasil y Ecuador están en contra de la solución del conflicto mediante el reconocimiento del triunfo del candidato conservador Porfirio Lobo, otros como Estados Unidos y Canadá ven con buenos ojos este “primer” paso para devolver la estabilidad al país istmeño.
No sabemos que acontecerá, pero podemos decir que con la venia del coloso del norte todo se puede, así que podemos esperar que el ganadero LOBO esté tomando posesión en enero del año próximo.
De lo que no se ha hablado mucho es de la estrategia de Roberto Micheletti para devolver la estabilidad al país.
Recordemos la razón por la cual fue depuesto Zelaya. Para el 28 de Mayo del presente año el Tribunal Electoral de Honduras convocó a elecciones a los ciudadanos de aquel país, para votar a finales de noviembre por varios cargos públicos, dentro de los que se encontraban la presidencia. Manuel Zelaya hizo pública su idea de convocar a un “referendo nacional” para “reformar” la constitución y hacer posible la figura de la reelección presidencial.
Los miembros del Congreso hondureño, uno de los poderes donde se deposita las voluntades del pueblo, decidieron expulsar al presidente Zelaya, ante su intensión de mantenerse en el poder, nombrando a Micheletti como interino. De ahí en adelante viene la historia que conocemos; con acusaciones, intentos fallidos por volver al poder, protestas pro gobierno y en contra de este, todo un aparato mediático que en pocas palabras nos decía que algo no andaba bien.
Micheletti, quien desde un principio sabía que no podía dejar que volviera Zelaya hasta la celebración de nuevas elecciones, utilizó diversas herramientas como el acercamiento diplomático, el dialogo con mediadores e incluso el desconocimiento de acuerdos previos, para cumplir con su objetivo, y es que seguramente de volver Zelaya “con todo el apoyo del mundo”, éste tendría suficiente poder para borrarlo del mapa, no se podía dar el lujo de dar un paso atrás.
Hoy en día el escenario político le favorece a Micheletti, la gran popularidad de Zelaya se ve ahora como una obstrucción al relajamiento de las tensiones, es una piedra en el camino que debe ser removida para dar paso a la reconciliación nacional. Honduras tiene por cuenta propia un nuevo presidente, una oportunidad para limar viejas asperezas y volver al rumbo de la democracia.
Lo que llama la atención es el consenso de los propios hondureños, (los únicos con derecho de remover a sus autoridades) para desconocer a Zelaya. Recordemos que fue el Congreso, donde hay representantes del partido del presidente de jure, el que mandó la orden para expulsar al mandatario.
Hace algunos de días que se publicó el resultado de las elecciones, el mismo Elvin Santos (contendiente a la presidencia) reconoció el triunfo de Lobo. Ni se diga de los demás sectores del país. Pareciera que Zelaya es el único que no quiere la estabilidad, ya pasó mucho tiempo como para intentar sostener su ambición personal, como dijo Jacques Rousseau “La soberanía reside en el pueblo” y parece que la voluntad de los hondureños ha manifestado.
*Internacionalista, idealista y libre promotor del cambio.
Comentarios y contacto: ignacio_pareja@yahoo.com.mx
© Ignacio Pareja Amador, publicado en el periódico "El Imparcial". Oaxaca, México. 8 de Diciembre, 2009
Esto tiene gran lógica. El golpe de Estado del que fue victima el presidente Manuel Zelaya, nos recuerda a los latinoamericanos los periodos de inestabilidad política que vivimos en el siglo pasado, hace alusión a la violación de garantías y libertades que sufrieron casi todos los pueblos de nuestra región.
Es un hecho que la defensa de valores comunes como la democracia, la libertad de prensa y los derechos humanos, siempre encontraran consenso, son elementos universales que compartimos todos sin distinción de nacionalidades o creencias.
Donde no se ha encontrado consenso es en el medio para ponerle fin a la crisis política que afecta, al pobre Honduras. Algunos países como Venezuela, Brasil y Ecuador están en contra de la solución del conflicto mediante el reconocimiento del triunfo del candidato conservador Porfirio Lobo, otros como Estados Unidos y Canadá ven con buenos ojos este “primer” paso para devolver la estabilidad al país istmeño.
No sabemos que acontecerá, pero podemos decir que con la venia del coloso del norte todo se puede, así que podemos esperar que el ganadero LOBO esté tomando posesión en enero del año próximo.
De lo que no se ha hablado mucho es de la estrategia de Roberto Micheletti para devolver la estabilidad al país.
Recordemos la razón por la cual fue depuesto Zelaya. Para el 28 de Mayo del presente año el Tribunal Electoral de Honduras convocó a elecciones a los ciudadanos de aquel país, para votar a finales de noviembre por varios cargos públicos, dentro de los que se encontraban la presidencia. Manuel Zelaya hizo pública su idea de convocar a un “referendo nacional” para “reformar” la constitución y hacer posible la figura de la reelección presidencial.
Los miembros del Congreso hondureño, uno de los poderes donde se deposita las voluntades del pueblo, decidieron expulsar al presidente Zelaya, ante su intensión de mantenerse en el poder, nombrando a Micheletti como interino. De ahí en adelante viene la historia que conocemos; con acusaciones, intentos fallidos por volver al poder, protestas pro gobierno y en contra de este, todo un aparato mediático que en pocas palabras nos decía que algo no andaba bien.
Micheletti, quien desde un principio sabía que no podía dejar que volviera Zelaya hasta la celebración de nuevas elecciones, utilizó diversas herramientas como el acercamiento diplomático, el dialogo con mediadores e incluso el desconocimiento de acuerdos previos, para cumplir con su objetivo, y es que seguramente de volver Zelaya “con todo el apoyo del mundo”, éste tendría suficiente poder para borrarlo del mapa, no se podía dar el lujo de dar un paso atrás.
Hoy en día el escenario político le favorece a Micheletti, la gran popularidad de Zelaya se ve ahora como una obstrucción al relajamiento de las tensiones, es una piedra en el camino que debe ser removida para dar paso a la reconciliación nacional. Honduras tiene por cuenta propia un nuevo presidente, una oportunidad para limar viejas asperezas y volver al rumbo de la democracia.
Lo que llama la atención es el consenso de los propios hondureños, (los únicos con derecho de remover a sus autoridades) para desconocer a Zelaya. Recordemos que fue el Congreso, donde hay representantes del partido del presidente de jure, el que mandó la orden para expulsar al mandatario.
Hace algunos de días que se publicó el resultado de las elecciones, el mismo Elvin Santos (contendiente a la presidencia) reconoció el triunfo de Lobo. Ni se diga de los demás sectores del país. Pareciera que Zelaya es el único que no quiere la estabilidad, ya pasó mucho tiempo como para intentar sostener su ambición personal, como dijo Jacques Rousseau “La soberanía reside en el pueblo” y parece que la voluntad de los hondureños ha manifestado.
*Internacionalista, idealista y libre promotor del cambio.
Comentarios y contacto: ignacio_pareja@yahoo.com.mx
© Ignacio Pareja Amador, publicado en el periódico "El Imparcial". Oaxaca, México. 8 de Diciembre, 2009
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