Se los reporto no sólo porque sea la noticia que ha vuelto a poner a México en los reflectores internacionales, sino porque justamente el país que se ha visto afectado es el lugar donde provengo, es el sitio donde está mi hogar. Esta columna irá más allá de la noticia que se ha expuesto en diversos medios internacionales, no pretendemos hacer una cronología o un reportaje de un tema que nunca podrá agotarse, pero que sin duda inquieta a los lectores, sobre todo a mis connacionales.
En vez de ello aprovecharemos nuestra condición de locales para narrarles una reflexión más vivencial que de investigación, para exponerles cuáles son las percepciones de los mexicanos, no del gobierno respecto a este y a muchos incidentes que han conminado significativas manifestaciones ciudadanas que, pese a ser legitimas y justas, se han encontrado a sí mismas, en algo que el periodista Carlos Loret de Mola denominó “Victimas contra victimas” (16 de Agosto El Universal).
El problema se centra principalmente en la definición de la estrategia para combatir al crimen organizado. Está más que claro que la inseguridad es el tema que más preocupa a los mexicanos; la corrupción, que forma parte de esta problemática, ha pasado a segundo término, la crisis económica, los más de 40 millones de pobres, el alto endeudamiento de las entidades federativas y los municipios en el país, son temas que se han relegado en una agenda redactada más por los acontecimientos que por una planeación estricta y colegiada.
Hay quienes están a favor de la intervención de las fuerzas armadas para combatir a los grupos delictivos y quienes creen que militarizar el país es jugarse la última carta contra un enemigo invisible, que bien puede camuflarse entre los 112 millones de personas que habitan el país, mientras que las fuerzas armadas son fácilmente reconocibles, están uniformados, entrenados bajo estrictos controles donde les enseñan disciplina, valores y principios. Infiltrarlos en la sociedad sería un grave error, pues las tentaciones se potencializan cuando se juega en medio de dos bandos, lo que genera escenarios que pueden corromper al más justo y brindar falsas ganancias a las partes en cuestión.
Los mexicanos estamos cansados de esta violencia, distintos actores de la vida política nacional han alzado la voz para exigir al gobierno que detenga esta situación, pero se olvidan que no se puede acabar con un enemigo de la noche a la mañana, que para poder restaurar el equilibrio en el país es necesario un proceso por lo menos a mediano plazo, además culpar al gobierno mexicano por todos los males de la sociedad es buscar la alternativa más sencilla, la más detectable, la menos útil, no sólo el gobierno tiene responsabilidad, estamos quienes votamos por ese gobierno, quienes no exigimos a nuestros representantes por mejores leyes, quienes corrompen a la policía para evitar una multa, y quienes permiten que nuestros infantes se inunden de estos temas y los conviertan en parte de la cotidianidad.
La lección que hemos aprendido es que México como muchas otras naciones en Latinoamérica es un país reaccionario, la forma en la que el gobierno mexicano ha encarado esta situación de inseguridad no nos parece la más correcta. En vez de fortalecer los recursos legales y materiales en cuestión de seguridad, ha comenzado a hacer una cacería de brujas en todos los casinos del país, trasladando el problema hacia el lugar y no hacia el hecho.
Los casinos, pese a los daños sociales que pueden generan no son el problema en sí, el hecho bien pudo suceder en un centro comercial (mall), un restaurante, un bar, etc.
Sin embargo, lo que sucedió en Monterrey no son hechos aislados, son parte de un problema de suma complejidad, que tiene sus raíces más profundas en hierbas de los ayeres, en aquellas cicatrices que no hemos podido sanar los mexicanos. Hay culpables directos e indirectos; actores materiales e intelectuales; hay intereses y muy poderosos. Sin embargo, todo ello no puede ocultar la indignación de un pueblo que no está, ni podrá acostumbrarse nunca a este tipo de eventos monstruosos, que no sólo generan terror, sino que han penetrado con enorme intensidad en la vida cotidiana de nuestra nación, dejándonos un destino ambiguo e incierto.
Lo que sí podemos afirmar es que el fuego cruzado ha rebasado todos los límites: El caos, la inmoralidad, el cinismo, la barbarie son los apelativos más correctos para definir a estos criminales. Justicia, derechos, garantías son características ambiguas en su tratamiento. Humanidad, en un sentido estricto de civilidad y justicia, es una cualidad de la que ellos carecen.
© Ignacio Pareja Amador, publicado en los periódicos y medios informativos:
- El Imparcial. 3B. Opinión. Oaxaca, Oaxaca. 6 de septiembre de 2011.
- Medio Informativo Imagen Poblana, Puebla, Pue. Sección Opinión. 6 de septiembre de 2011.
- Gráfico de Martínez de la Torre. Martínez de la Torre, Veracruz 6 de septiembre de 2011.
- Periódico Pueblo Guerrero, Chilpancingo Gro, 9 de septiembre de 2011.
- Periódico El Quetzalteco. Quetzaltenango, Guatemala. 1 de septiembre de 2011.
- Diario Los Andes. Puno, Perú. 31 de agosto de 2011.
- Diario El buscador. Florida, Uruguay. 2 de septiembre de 2011.
- Diario El Heraldo. Tegucigalpa, Honduras. 9 de septiembre de 2011.
- La Revista Peninsular. Mérida Yucatán, 9 de septiembre de 2011.
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