Hace poco más de treinta años, todavía perduraba la idea de que el Sistema Internacional estaría en paz sólo si los países marcaban entre sí una línea de respeto a su soberanía, si los Estados se abstenían de atacarse, si todos respetaban las fronteras nacionales y los intereses de los demás. Pocos creían que el verdadero enemigo para la estabilidad de la población y del gobierno estaba en su propia casa, dentro de sus fronteras nacionales.
Con la nueva fuerza que adquirieron tanto el terrorismo como el crimen organizado a raíz de los atentados del 11 de septiembre de 2001, hemos visto en el mundo que los grupos terroristas causan más terror e incertidumbre que los eventos –casi aislados- de alguna intervención militar como la que viven Afganistán o Irak actualmente.
Un evento de esta índole sigue latente en la poderosa Rusia; en aquel país que era el corazón y el cerebro de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS); aquella confederación de naciones que eran consideradas la segunda super potencia; que causaron tanto temor a Washington y a los países Occidentales, pero que terminaron “congelados” junto con su sofisticado armamento como consecuencia del fin de la Guerra Fría.
Los rusos siempre creyeron que sería EE.UU. quien pondría al gobierno en la difícil situación de tomar medidas drásticas, que sería Washington quien infringiría miedo en Moscú, jamás pensaron que una minoría dominada sería quien provocaría terror en sus ciudades, olvidaron que su verdadero enemigo, serían justamente aquellos pueblos serviles que estuvieron bajo su yugo por tantos años, pero que tienen la particularidad de no estar de acuerdo con el dominio y que se han dejado llevar por ideas radicales, por lo que muchos de ellos creen en la guerra santa como el único camino para liberarse de los eslavos más poderosos del planeta.
Lo que es claro, es que el gobierno ruso (un gobierno frío, calculador, poco sensible a las demandas de las regiones dominadas) no negocia con terroristas, reconoce su existencia, pero no atiende ni atenderá sus demandas políticas, sino que buscará castigar con todo el peso de la fuerza y de su estricta ley a toda persona que pretenda por cualquier acto, desorganizar o disolver la estabilidad, que el país más grande del mundo ha obtenido con mucho esfuerzo, desde que se disolvió la URSS en 1991.
Rusia es sin duda un país que está en los reflectores internacionales, pues ha vuelto a ser protagonista en los encabezados de los principales medios de comunicación del mundo. La razón es el regreso de los actos terroristas a territorio ruso la semana pasada, los cuales parecen ser el inicio de una ola de violencia que el gobierno pretende combatir con fuerza desmedida, usando sus cuerpos de inteligencia para evitar otros atentados.
Lo demuestran las fuertes declaraciones del presidente ruso Dimitri Medvédev, donde busca “ampliar las medidas contra el terrorismo para hacerlas más eficaces, más rígidas, más crueles”, una declaración que seguramente alejará a algunos a formar parte de estos grupos subversivos, pero que deja sin salida a quienes ya están dentro de éstos, pues no verán otra escapatoria más que el seguir como terroristas, y siempre quedará un esposo, un hijo, un padre, una madre, alguien a quien vengar en un ciclo sinfín.
La principal zona de donde provienen estos terroristas es la región del Cáucaso Norte, un grupo de Repúblicas que se sitúan al sur de Rusia y al oeste del Mar Capio, que viven bajo el yugo de este país y donde podemos encontrar una zona de alta concentración de musulmanes, algunos de ellos radicales, que han cambiado sus objetivos políticos por el fundamentalismo islámico y buscan causar terror en la población para cambiar la agenda del gobierno y orientarla hacia los temas de la seguridad interior.
¿Cambiar de estrategia? Difícilmente veremos a un gobierno ruso que negocie y menos con terroristas, su estrategia se basa en la aniquilación de cualquier grupo subversivo. Lo que si puede hacer es ganarse a la población, implementando un aparato de ingeniería social que tenga como objetivo comenzar un proceso de reconciliación nacional. Necesita demostrarles a los habitantes de las Repúblicas del Cáucaso Norte que el gobierno ruso, independientemente de su condición religiosa, se preocupa por ellos, apuesta a su desarrollo con políticas sociales (apoyos a escuelas, hospitales, carreteras, etc.) y busca la pacificación de la región. De esta forma los terroristas perderán la bandera del pueblo y se convertirán en grupos aislados sin una causa justa por la que pelear, quizá sólo así podrá ganar el gobierno ruso la batalla que tiene contra sus enemigos en su propia casa.
© Ignacio Pareja Amador, publicado en los periódicos:
El imparcial, Oaxaca, Oax. 6 de abril 2010.
Imagen Poblana, Puebla, Pue. 6 de abril de 2010.
Primera Hora, Ultima Hora, Ahora. Nuevo Laredo, Tamaulipas. 5 de abril de 2010.
Sucesos Monterrey. Monterrey Nuevo León. 5 de abril de 2010.
Punto Medio, Mérida Yucatán, Campeche. 7-8 de abril de 2010. Pueblo Guerrero, Chilpancingo Gro. 11 de abril de 2010.
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