Muchos mexicanos nos sentimos
atrapados, oprimidos por el régimen y sus vicios; por la corrupción, la
inseguridad, la pobreza, la desigualdad, el nepotismo, todos elementos de un
mismo sistema.
Criticamos, llevamos años
haciéndolo, décadas enteras, generaciones y generaciones, y pareciera que en
esa crítica se va toda nuestra energía política, pues hay que aceptarlo, no
hemos logrado colegiar un cambio.
México es un país de contrastes,
en el que aquellos que un día ofendieron a los ciudadanos por sus conductas
lastimosas o por su ineficiencia, hoy los defienden, como si en verdad la
memoria del mexicano fuera de corto plazo, como si los ciudadanos olvidáramos
que el país está en crisis desde hace décadas, que la mayoría de familias han
perpetuado el “estirar el gasto”.
Muchos sabemos que quienes nos
gobiernan generan escenarios de confrontación ficticia, para hacernos creer que
nuestra democracia es sana porque es plural, aunque esa pluralidad tan solo
alcance para un grupo privilegiado de actores, que han heredado el poder, pues
la movilidad social no es una cualidad tangible de la democracia mexicana. Y así
pueden pasar años y años, y en México no pasa nada, nada que asegure una
verdadera transformación.
Ejemplos en el mundo de Estados
que hace pocas décadas estaban en peor situación política y económica que
México hay muchos: podemos citar a Corea del Sur, un país que de acuerdo con el
FMI en 1980 tenía un PIB per capita de $2,308 dólares, menos de la mitad del
ingreso per capita de un mexicano en aquel entonces ($5,761).
Tan solo 34 años después, en
2014, el ingreso per capita en México fue de $17,925 dólares, la mitad del
ingreso per capita en Corea del Sur que es de $35,458 dólares. Otras economías
en el sureste asiático como Singapur, Hong Kong o Taiwan, podrían tomarse como
referencia para reconocer que es posible transitar a mejores escenarios
económicos, incluso en situaciones políticas adversas.
La difícil situación que vive
México desde hace décadas, sin una transformación de fondo en los últimos años,
pero con muchos cambios en las formas, bien se asemeja a aquel discurso
relatado en 1944 por el político canadiense Tommy Douglas, quien contó la
historia de un lugar ficticio llamado “La tierra de los ratones” (Mouseland).
La historia cuenta, en palabras
resumidas, la difícil situación que vivían una comunidad de ratones, que eran
gobernados por gatos negros. Los ratones cumplían con las reglas que dictaban
sus gobernantes, pero siempre se veían en aprietos, pues estas normas
favorecían en demasía a sus líderes (los felinos).
La indignación de los ratones
les llevo a cambiar de gobierno en más de una ocasión, eligiendo gatos blancos,
cuando estos fallaron volvieron a elegir a los gatos negros. Incluso, en la
búsqueda por un cambio votaron por gatos mitad negros, mitad blancos; por gatos
manchados; hasta llegaron a elegir gatos que hablaban como ratones, pero comían
como gatos. El problema no era el color de los felinos, ni la manera en la que
se expresaban; el problema es que eran gatos, los depredadores naturales de los
ratones.
Pareciera que México está
igualmente gobernado por “depredadores naturales” de los intereses de los
ciudadanos, y que el mexicano encuentra en la crítica destructiva un escape
sencillo, pero frustrado, a sus problemas con la clase política y el mal gobierno.
Veo dos soluciones que pueden
resolver este sistémico problema, sólo dos adecuadas, sólo dos pacíficas, que
son las que cuentan: que la punta de la pirámide de la elite del poder “cambie”
y “contagie” de esta transformación a las estructuras más bajas, algo como
cambiar la naturaleza depredadora de los políticos (poco probable, pero no
imposible), o que la indignación se institucionalice, que se cree un nuevo
partido político que recoja las demandas y voces de los indignados (como
sucedió en España con PODEMOS), que nuevos personajes (ajenos a la vida
política) tracen la agenda, que se privilegie en este partido a los líderes morales
del país y que se destierre a los malos gobernantes.
En caso de que no se emprenda
ninguna de estas opciones, seguiremos viviendo en un país de simulaciones
encontradas; de engaños; donde el político cree que convence con sus falsos
discursos de colores a la sociedad, mientras ésta asiente sin expectativas de
cambio; donde la critica es una simple válvula de escape que nunca se convierte
en propuesta que comprometa al poder; donde se habla de México como un país
#cansado y en voz de protestas, de indignación permanente por los siglos de los
siglos.
La pregunta que voy a lanzar a
continuación es fuerte, pero realista: ¿por qué no se institucionaliza la
indignación en México?
Twitter: @Nacho_Amador
Fuentes de información:
IMF. DataMapper. http://www.imf.org/
Pueden observar el video de
Mouseland en el siguiente link:
https://www.youtube.com/watch?v=4PAT9pUbUns
© Ignacio Pareja Amador,
publicado en diversos periódicos y medios informativos en Latinoamérica. Abril
2015.
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