Ya lo habíamos comentado en este espacio de opinión: Ucrania se
encuentre entre intenciones, argumentos y sospechas. Es un país cuyos líderes
simplemente eran espectadores de la política expansionista rusa, que estaba cerca
de consolidar la anexión de Crimea, mediante dos estrategias distintas: apoyando
la desestabilización del Este ucraniano, y a través de un acercamiento
constante con EE UU y los países europeos.
El lamentable suceso del vuelo MH17 en territorio ocupado por los
rebeldes pro-rusos ha atraído nuevamente la atención de la comunidad
internacional, involucrando a nuevos actores que buscan que se esclarezcan los
hechos. Asimismo, este penoso evento ha cambiado la situación y por tanto la
posición para los principales implicados en la pacificación de Ucrania, donde
el mayor desafío se ha trasladado de Kiev a Moscú.
Los principales países afectados por la tragedia; Holanda, Australia y
Malasia han mostrado sus profundas intenciones de aclarar el siniestro de forma
contundente, una petición que ha pasado por el Consejo de Seguridad de Naciones
Unidas, el cual brindó de forma unánime su apoyo para que se realicen las
inspecciones pertinentes en la zona y se esclarezcan los hechos, que hasta el
momento apuntan a que el avión comercial de Malasian
Airlines fue derribado con armamento de origen ruso, operado desde
territorio ocupado por los rebeldes separatistas.
Esta sospecha cambia rotundamente la postura de la Unión Europea, quien
había preferido anteponer los negocios con Rusia debido el frio invierno que se
avecina en aquel continente, por encima de la defensa de los derechos y valores
occidentales. También cambia la perspectiva del gobierno ucraniano, que ahora
puede aprovechar el apoyo internacional a la causa para buscar la anhelada
pacificación del país y frenar las intenciones expansionistas rusas.
Los dos actores de mayor peso son por supuesto Rusia y EE UU. Por un
lado, el gobierno ruso había logrado hacerse de Crimea sin tener un
enfrentamiento directo con Washington. Incluso, como se comentó en este
reflector mundial, existía un cierto distanciamiento entre Putin y los rebeldes
pro-rusos, ya que estos últimos estaban perdiendo territorios importantes ante
el abandono de Moscú.
Por otro lado, EE UU había mantenido un canal de comunicación directo
con Rusia, con el fin de evitar el contagio de la inestabilidad ucraniana a
otras esferas de influencia rusa en la región.
Ante el aumento evidente de tensión que se percibe como consecuencia de
este terrible acontecimiento, diversas voces aluden a que Ucrania puede
significar la antesala de una nueva etapa de Guerra Fría. Sin embargo, James Jay Carafano de la
conservadora Fundación Heritage sostiene
que hay cinco razones por las cuales no se puede hablar una segunda Guerra Fría.
La primera razón es que Rusia no cuenta con las características para ser
considerado un actor global de importancia bélica, como sí lo era la URSS,
mientras que EE UU sí ha mantenido una política de empoderamiento militar para
salvaguardar sus intereses más allá de sus fronteras.
En segundo lugar, Rusia no tiene el potencial de ser un competidor
global, esto es, sus alianzas solamente tienen cierta influencia entre algunos
países de medio oriente y son tibias en América Latina, sin embargo, Rusia
puede constituir un componente importante para alguna iniciativa colectiva
contra Occidente y EE UU.
Como tercer punto, no se puede hablar de un conflicto ideológico entre
los países Occidentales y Rusia. Putin no es comunista, pues ha establecido
fuertes alianzas con el sector privado ruso, que puede considerarse una elite
corrupta, pero que no comparte valores socialistas.
En cuarto lugar es evidente que hoy vivimos en un mundo multipolar, de
tal manera que Rusia y sus intenciones en Ucrania constituyen solamente una de
las muchas amenazas con las que tiene que liderar EE UU, dentro de las cuales
están las disputas territoriales de China, el Programa nuclear en Irán y Corea
del Norte, el fortalecimiento de grupos radicales islámicos alrededor del
mundo, entre otros.
Por último, podemos apreciar la diferencia en cuanto al peso económico
de ambos países. Por un lado EE UU cuenta con un Producto Interno Bruto (PIB)
de 16.7 billones de dólares, situándose como la economía más grande del mundo,
mientras que Rusia posee un PIB de 2.5 billones de dólares, lo que lo posiciona
como el séptimo país más rico (CIA). Sin embargo, ambos Estados libran una
batalla interna de gran calado por obtener recursos para la milicia, pues su
crecimiento económico en los últimos cinco años ha sido considerablemente bajo
(2009-2013): 1.24% para EE.UU. y 1.14% para Rusia (FMI).
Las variables del capítulo Ucrania en la política expansionista rusa han
cambiado de forma impresionante, la situación abre las puertas a nuevos
escenarios para la pacificación de la zona, en caso de que exista plena
cooperación entre las partes, o puede ser la antesala de un conflicto regional
que profundice en sus efectos nocivos para los ucranianos. El enunciado continúa
abierto.
Fuentes de información: FMI y CIA The World Factbook
© Ignacio Pareja Amador, publicado en diversos periódicos y medios
informativos en Latinoamérica. Julio 2014
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