Imagínense esta escena: son la 8
am del lunes. En un crucero muy transitado de la ciudad dejan de funcionar los
semáforos. Sales de casa para tomar el transporte público y justo cuando vas a
cruzar la calle, te das cuenta de que los semáforos no funcionan. Sin embargo,
no escuchas el bullicio que puede generar una escena con estas características.
Observas detenidamente a tu alrededor y descubres que una mujer policía está
controlando el complejo cruce de autos, transeúntes, bicicletas e incluso el transporte
público.
Lo hace sola, sin apoyo de algún
otro elemento de la policía, e incluso carece de un silbato. Su única
herramienta son las señas que le hace a los automovilistas, ciclistas y peatones
para que transiten. Lo sorprendente es que el tránsito fluye con normalidad,
nadie hace sonar el claxon en señal de molestia; nadie se “agandalla” para
llegar primero a su destino, sino que todos obedecen en una civilidad difícil
de imaginar.
Como seguramente estás
deduciendo, esta realidad difícilmente encaja a lo que vivimos todos los días
en los países en desarrollo, es una situación que ocurrió en Melbourne justo la
semana pasada.
Este caso tiene interesante
cualidades a destacar: en primer lugar está la civilidad de los individuos (automovilistas,
ciclistas y peatones) para obedecer a una persona que representa a la
autoridad, en este caso vial. En segundo lugar, está el poder de coordinación y
profesionalismo de la mujer policía, que pudo manejar un reto de tránsito que
en muchas ciudades es la causa de un caos momentáneo y por consecuencia del descontento
de las personas involucradas.
El empoderamiento de esta mujer
para controlar la situación no es una casualidad, sino una consecuencia de una
política pública exitosa.
Se sabe que las fuerzas
policiacas son estructuras rígidas y jerárquicas, que tienen un fuerte
componente de “hegemonía masculina” esto es, son instituciones con mayor
presencia de hombres, que privilegian aspectos como “la autoridad, la fuerza y el poder” en sus
actividades diarias. Sin embargo, estos fuertes componentes culturales pueden
modificarse como ocurrió en el estado australiano de Victoria, donde se ubica
la ciudad de Melbourne.
En 2001 el gobernador de dicho
Estado decidió que era necesario realizar un cambio en las fuerzas policiacas,
hacia una institución más inclusiva, dinámica y efectiva, capaz de enfrentar de
mejor manera los retos de una sociedad como la australiana. De esta manera, eligió
a Christine Nixon como nueva comisionada de seguridad, una administradora pública con importante
trayectoria académica, pero carente de experiencia operacional. En cierto
sentido Nixon era una agente externa, que rompía con la tradición jerárquica de
nombrar como comisionado a un miembro de la policía.
Sin embargo, el hecho de que
Nixon fuera un agente externo también le daba independencia, la cual combinada
con su expertise académico y sus
habilidades como administradora, le permitieron implementar una reforma
cultural dentro de las rígidas fuerzas policiacas.
Una de las primeras acciones que
realizó Nixon fue cambiar los requisitos de reclutamiento para policías, con el
fin de que fueran más equitativos entre aquellos grupos poblacionales que
habían carecido de oportunidad para formar parte de las fuerzas policiacas: las
mujeres y los inmigrantes. Con ello se logro ampliar la pluralidad de los
miembros.
Además hubo una remodelación de
los uniformes, seguida por un “relajamiento” en el aspecto de los policías,
ello con el fin de que lucieran más como ciudadanos comunes y menos como
fuerzas represoras. Se crearon grupos de consulta ciudadana para conocer cuáles
eran los principales problemas en materia de seguridad, brindando recursos
especiales (humanos, materiales y económicos) para resolverlos.
Estas acciones en conjunto
tenían como objetivo hacer de la policía una institución que asiste a la
comunidad, en vez de verla como una institución que solamente combate al
crimen. La meta final era construir confianza en una institución altamente
resistente al cambio, un objetivo que se logro en el mediano plazo, pues la
policía es una de las instituciones que cuenta con mayor confianza entre la
población australiana.
Este caso es sumamente
interesante porque ilustra una transformación cultural en una institución
altamente tradicional y rígida. Muestra que cuando existe compromiso, por parte
de los políticos y de los servidores públicos, es posible transitar a mayores
escenarios de inclusión y confianza. Este caso, brinda en cierta media un
ejemplo replicable para construir credibilidad en instituciones imprescindibles
como la policía, alumbra tenuemente a una institución que en América Latina se
encuentra en las tinieblas, donde no se visualiza una intención real de cambio.
© Ignacio Pareja Amador,
publicado en diversos periódicos y medios informativos en Latinoamérica. Mayo
2015.
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