Es bien sabido que en los países latinoamericanos el
gobierno tiene grandes retos que superar con el objetivo de generar mejores
escenarios para que la población prospere. Diversas autoridades implementan
muchas veces planes y programas ambiciosos para “contribuir” a reducir la
pobreza en sus múltiples aristas, mejorar las condiciones de salud, educación y
empleo, sin ir más allá del discurso demagógico y de la política
asistencialista que han demostrado ser ampliamente ineficaces.
Ante la falta de credibilidad y confianza que tiene
el gobierno hoy en día es necesario que quienes dirigen el destino de nuestras
determinaciones geográficas vuelvan al manual; revisen cuáles son las funciones
del Estado y se enfoquen en lo básico, en lo único que son capaces de alcanzar.
De otra forma, seguiremos teniendo gobiernos
incongruentes que no encuentran cómo poner en práctica sus propuestas, cómo
convertir sus románticos discursos en políticas públicas exitosas, cómo
administrar eficientemente al Estado.
Si nos enfocamos a los gobiernos locales, que son
por naturaleza los más cercanos a la población, podremos identificar una serie
de incongruencias y discrepancias de las que vale la pena emprender una crítica,
que debe leerse siempre como constructiva.
Basta con prestar atención al cuidado que le dan a
las calles, a los centros turísticos y sitios históricos, la manera en la que
se empiezan nuevas obras sin planear el momento oportuno para hacerlas, sin dar
mantenimiento a los lugares más visitados, sin reparar hoyos o bancas en
parques públicos.
Es necesario evaluar su eficiencia en la provisión
de servicios públicos, en la dotación de agua potable y su calidad, en la
recolección de basura, en la limpieza de parques y jardines, en el alumbrado
público, etc.
También se puede emprender una medición en términos
de la capacidad del gobierno para negociar con grupos de presión. Sin embargo,
¿qué autoridad moral pueden tener aquellos gobiernos que no cumplen con lo
básico, que apremian a la improvisación, que no se han ganado la confianza de
la población, que en vez de resolver con voluntad política la problemática, por
medio de los ciudadanos, se cruzan de brazos para que otros resuelvan ante su
incapacidad o su ambición?
¿Qué puede esperarse de aquellos Estados incapaces
que no defienden los derechos de los ciudadanos, que permiten que la gente se
acostumbre a vivir en situaciones sumamente alejadas del progreso; con bloqueos
viales, tomas de aeropuertos, centrales de autobuses, gasolineras, bancos, etc?
En este tipo de lugares reina solo la incertidumbre.
Los más afectados siempre en un mal gobierno,
deficitario de gobernanza, somos los ciudadanos, quienes vivimos literalmente
“entre la espada y la pared”, entre un gobierno incapaz y grupos de presión
cuyas acciones “detienen” el crecimiento natural del Estado, e incluso heredan el problema a las generaciones
futuras.
El papel del Estado es generar las condiciones
necesarias para la población se desarrolle. Esta función le exige que nadie
esté por encima de la ley, que haya caminos libres, dignos, transitables, que
se brinde una política social imparcial y comprometida, que las políticas
públicas se elaboren con base en el interés general y no en el individual.
En reiteradas ocasiones hemos afirmado que el mejor
gobierno es del que no se escucha, el que cumpliendo con sus funciones básicas
recibe en consecuencia la venia del ciudadano en los periodos electorales, que
representan hasta este momento los únicos mecanismos de control que tenemos
hacia el sistema político.
Los ciudadanos organizados conformamos una parte
vital para dar solución a los problemas que nos aquejan. Si queremos que las
cosas cambien verdaderamente tenemos que aceptar que esta magna empresa es una
responsabilidad compartida. Tenemos que exponerle tanto a los malos gobiernos
como a los grupos de presión nuestra inconformidad. Tenemos que abrir nuevos
canales de participación, otorgando ideas, tiempo y esfuerzo en la mejora de
nuestros Estados. Ésta no es una tarea a corto plazo, habremos de tener
paciencia pues será una empresa que tendrán que consolidar las generaciones
venideras, pero a nosotros nos toca sentar sus bases y cimientos.
© Ignacio Pareja Amador,
publicado en diversos periódicos y medios informativos en Latinoamérica. Enero
2015.
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