Vivimos en un mundo mucho más
competitivo al que habitaron las generaciones pasadas. En la historia
demográfica del planeta este es el momento en el que existe el mayor porcentaje
y número de jóvenes, los cuales viven en su mayoría en países en desarrollo.
El contexto en el que viven
estos jóvenes es poco alentador, pues la globalización del mercado laboral ha
generado que solamente aquellos con los mejores niveles escolares, destacadas
relaciones personales y mayor especialización logren la anhelada movilidad
social, elemento indispensable para que las naciones se desarrollen.
La pregunta a continuación
parece obvia: ¿Qué deben hacer los estados en desarrollo para enfrentar de
manera adecuada este reto derivado de la dinámica demográfica y de la
globalización?
El Doctor Modesto Seara Vázquez,
en su libro Un nuevo Modelo de Universidad, universidades para el desarrollo,
nos brinda una interesante perspectiva al respecto desde su experiencia teórica
y practica.
Para Seara Vázquez la universidad
va más allá del proceso de enseñanza o de la transmisión de los valores
culturales, pues es un “instrumento cultural para transformar a la sociedad”.
De esta forma, una universidad busca atender las necesidades sociales de su
entorno, siendo congruente con los valores y principios que definen la identidad
y pertenencia de quienes estudian en ella.
Además, la universidad debe
tener un impacto positivo, de acuerdo a los ámbitos de su competencia, en los principales
actores de la vida pública de la región, lográndose ello mediante la
capacitación, la interacción y la investigación de aquellos tópicos que son de
interés general para la determinación geográfica.
En los países en desarrollo,
donde los incentivos económicos para la investigación (provenientes del ámbito
privado) son escasos, se requieren de universidades públicas que cumplan con
esta función. El Estado, como administrador de los recursos públicos, es
responsable de dotar de insumos (maquinaria, equipo, laboratorios, etc.) a
aquellas instituciones que se enfocan en áreas tecnológicas, porque ello es
sinónimo de una inversión social, que al mediano y largo plazo traerá
excelentes resultados si se administran de forma adecuada.
Justamente, en la administración
se puede encontrar gran parte del éxito del “Nuevo Modelo de Universidad”
implementado por Seara Vázquez. La política que se aplica en éste es de una
administración “pequeña y eficiente”, relativamente estandarizada para todas
las universidades que forman parte del sistema. Principios como el
mantenimiento constante de las instalaciones, la automatización de tramites y
el uso de la tecnología para una mejor organización se encuentran entre los
cimientos teóricos de este novedoso modelo de institución superior.
En lo que se refiere al ámbito
académico, el “Nuevo Modelo de Universidad” privilegia la calidad educativa
sobre la cantidad en la matricula. La defensa de este denominado “elitismo
académico” se sustenta en la generación de profesionales de la más alta
calidad, sobre la expulsión masiva de pseudo-profesionistas que en poco o en
nada contribuyen al desarrollo del Estado.
Se puede decir que este modelo
de universidades es tan democrático como meritorio, ya que cualquier estudiante
tiene acceso a la universidad, pero solo aquellos que se comprometan en
esfuerzo, disciplina y responsabilidad, podrán obtener resultados
satisfactorios.
La única manera de generar
competitividad, en individuos que se desarrollaron en el pasado en escenarios
educativos adversos, es mediante el compromiso y el sacrificio en el ejercicio
de una educación de tiempo completo, que se refuerce por actividades culturales
e incentivos intelectuales.
Dentro de estos incentivos, el
que en mi experiencia personal me parece más efectivo es el requerimiento de
leer una novela mensualmente, así como escribir un reporte de lectura de la
misma. Dicha actividad abre o refuerza el culto a los libros y perfecciona la técnica
de la escritura, actividades recurrentes entre quienes estudian en dicho sistema.
Además, en este modelo de
universidades se favorece el estudio de los idiomas, como útil herramienta para
hacer frente a los retos del exigente mercado laboral contemporáneo, ya que es
posible aprender ingles, francés e incluso chino (en algunos campus).
El estudio de otras lenguas
equilibra la balanza entre los profesionales egresados de las universidades
públicas con las privadas e iguala en cierta medida el acceso a más
oportunidades académicas en otras partes del mundo .
Fuente de información: Seara, M
2009, Un nuevo modelo de universidades,
universidades para el desarrollo, Universidad Tecnológica de la Mixteca,
Huajuapan de León, Oaxaca, México.
© Ignacio Pareja Amador,
publicado en diversos periódicos y medios informativos en Latinoamérica.
Febrero 2015.