domingo, 15 de mayo de 2011

En respuesta a los lectores

Mantenemos la línea del tema de la columna anterior (Apostar a la Educación) por la importancia y trascendencia que significa para el desarrollo de nuestros Estados, además como una respuesta a distintos cuestionamientos que nos hicieron llegar algunos lectores gracias a las redes sociales y al correo electrónico.
En efecto, el fomento a la educación de calidad para todos no es una responsabilidad meramente gubernamental, sino que debe partir del núcleo de toda sociedad, la familia. Sin embargo, en este sentido surgen diversas preguntas sobre las cuales vale la pena reflexionar: ¿cómo fomentar cambios sustanciales en la familia en pro de los intereses del Estado, en este aspecto en pro de mejoras en la educación?, ¿cómo incidir en algo tan privado como la educación en casa, la cual responde más que todo a un brebaje cultural particular que se alimenta del paradigma global actual de los medios de comunicación? En términos más sencillos, aunque igual de complejos: ¿cómo generar una nueva mentalidad en los hogares que conmine los cambios necesarios para el desarrollo de nuestras naciones?
La respuesta quizá la podemos encontrar en algunos ejemplos que nos brinda la historia mundial, en aquel elemento que impulsó las grandes revoluciones del hombre, que trajeron una herencia de bienestar social a los habitantes de los países hoy desarrollados. Volvamos nuestra memoria hacia aquellos movimientos que pudieron mezclar apropiadamente lo positivo de la cultura tradicional con los avances científicos del momento, es así que saltan a la luz eventos como la Revolución Industrial de Inglaterra, la Revolución Francesa, la Revolución Meiji en Japón, los adelantos en distintos rubros de la ciencia en EE.UU. como consecuencia de su posicionamiento como la primera potencia mundial, entre otros.
Avances que no sólo se nutrieron de las ideas de uno o varios líderes carismáticos, sino que pudieron institucionalizar un cambio en la mentalidad de sus sociedades que los llevó a mejorar las condiciones de vida de sus respectivos países.
Desafortunadamente, los seres humanos en su mayoría tendemos a olvidar la historia, es un olvido consecuencia de la reducida memoria genética con la que contamos, pero también es una omisión alimentada por lo complejo de nuestra historia, y por lo fácil que es insertarnos a las modas del momento o pretender vivir los sueños que de la globalización de las masas derivan.
En este sentido, la historia, tan amplia en proporciones puede convertirse en una persecución continua e infinita para la vida mortal. Sin embargo, la especialización de ciertos temas nos brinda un acercamiento: no conocemos las cosas a plenitud, pero de acuerdo a nuestro nivel de coincidencia podemos incidir en ellas, tampoco podemos apostar a que la masa social tenga un amplio conocimiento de todas las ciencias, pero podemos decir que existen parámetros mínimos, eso que se llama cultura general, una pieza clave para la toma de decisiones; la base para la generación de los cambios estructurales que se necesitan.
La esencia de las instituciones es el hombre, pero su vigencia yace en una permanencia que de acuerdo a la civilidad (valores civiles) de la población rebasa las fronteras temporales. Es así que tiende a englobarse el actuar de una institución como si esta fuera una persona; como si todas las voluntades presentes y pasadas pudieran predecir la actuación de la misma ante problemas particulares. Lo cual no es enteramente correcto; las organizaciones del hombre se forman por personas con principios, voluntades y valores distintos a través del tiempo, su actuar responde a una coyuntura contemporánea y pueden variar de acuerdo a quienes la encabecen; encasillar a una institución por los agravios de un pasado remoto es como condenarnos a nosotros mismos por los errores de nuestros padres y abuelos, es decir que las sociedades no evolucionan, que hay un impasse permanente en nuestra percepción y capacidad de adaptación a los cambios globales.
Las instituciones por supuesto pueden generar las transformaciones necesarias que nuestras naciones necesitan, son incluso el canal más adecuado para plantear las propuestas y ejecutar las soluciones. La fórmula para el progreso es más que conocida, sabemos incluso por la experiencia internacional cuáles pueden ser las políticas, reformas y enmiendas efectivas para avanzar por ejemplo en el rubro de la educación, ¿qué nos falta entonces?, ¿será que todo se resume a un tema de voluntades sociales y políticas? Los invitamos a mandarnos su reflexión.

Contacto:
reflectormundial@yahoo.com.mx
Twitter: @ignacioamador
Les agradecemos por sus interesantes comentarios.

© Ignacio Pareja Amador, publicado en los periódicos y medios informativos:

El Imparcial. 3B. Opinión. Oaxaca, Oaxaca. 19 de abril de 2011.
Medio Informativo Imagen Poblana, Puebla, Pue. Sección Opinión. 19 de abril de 2011.
Gráfico de Martínez de la Torre. Martínez de la Torre, Veracruz. 19 de abril de 2011.
Periódico Pueblo Guerrero, Chilpancingo Gro, 19 de abril de 2011
Periódico Punto Medio, Sección Opinión. Mérida Yucatán, Campeche. 19 de abril de 2011.
La Revista Peninsular. Mérida Yucatán, 21 de abril de 2011.
Medio de Opinión y Análisis, Gurú Político. México. 18 de abril de 2011.
Periódico El Quetzalteco. Quetzaltenango, Guatemala. 19 de abril de 2011.
Diario Los Andes. Puno, Perú. 20 de abril de 2011
Diario El informativo de Sabanalarga. Atlántico. Colombia. Columna de Opinión. 8 de mayo de 2011
Ministerio de Educación Nacional. República de Colombia. 2 de mayo de 2011.
Diario La Tarde. Columnas de Opinión. Cuenca, Ecuador. 20 de abril de 2011
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